El origen de los recortes está en las necesidades del hegemonismo norteamericano

Para EEUU, incrementar el saqueo es una necesidad

La superpotencia norteamericana se halla sumida en un acelerado declive, que tiene como base una contradicción insalvable para Washington: el peso relativo de EEUU en la economí­a global es cada vez menor, pero los recursos que necesita para mantener el ingente aparato polí­tico-militar que garantiza su hegemoní­a son cada vez mayores. Esta contradicción irresoluble es la que determina que la superpotencia tenga que incrementar necesaria y urgentemente el grado de explotación y saqueo sobre los paí­ses que tiene bajo su órbita.

En una entrevista a De Verdad TV, Paul Craig Roberts, ex subsecretario del Tesoro en la administración Reagan, afirmaba que “los países europeos no tienen una política independiente. Tienen que adaptar su política económica en aras de las necesidades y exigencias de EEUU” para luego revelar que “los bancos norteamericanos se dedican a recolectar los impuestos de guerra en todo el planeta”.

¿Que significa esto? El dominio del capital norteamericano sobre el sistema financiero mundial, así como la intervención política en los Estados de los países dependientes, le permite apropiarse de una parte de la riqueza mundial mucho mayor de la que representa su peso económico en el mundo. «Washington esta atrapado en una contradicción irresoluble, entre su cada vez menor base económica y su cada vez más gigantesco y costoso aparato de dominio político-militar»

Nos han dicho innumerables veces que el origen de los recortes en España hay que buscarlos en los “excesos del capitalismo salvaje” o del “neoliberalismo”. Explicaciones que sirven para ocultar un hecho objetivo y a un enemigo concreto: que el despiadado saqueo contra el 90% que venimos sufriendo desde hace 8 años… responde a las necesidades del hegemonismo norteamericano.

No hay crisis mundial, sino que sólo afecta a los países del campo de dominio norteamericano. Y no afecta a todos por igual, sino que cuanto más dependiente es el país, cuanto más intervenido está su Estado, cuanto más vinculadas a Washington están sus clases dominantes y sus élites políticas… más draconianos son los ‘impuestos de guerra’ que nos extrae el Imperio.

Las necesidades de saqueo imperiales sólo pueden ir a más. Esto es así porque pese a todo su poderío, la superpotencia se halla sumida en un profundo y acelerado declive, atrapada en una contradicción irresoluble, entre su cada vez menor base económica y su cada vez más gigantesco y costoso aparato de dominio político-militar.

Por un lado su peso económico en el mundo no para de decrecer. En los años 50, el PIB de EEUU representaba el 50% de la economía mundial. Cuatro décadas después, en 1990, ese porcentaje había descendido ya hasta el 26,2%. El estallido de la crisis en 2008 agudizó y aceleró esta tendencia. En 2010 ese porcentaje descendió hasta el 23,6%. Los datos de 2014 arrojan un PIB norteamericano de 17,2 billones de dólares, un 19,2% del PIB mundial.Cada 1% del PIB mundial supone más de 600.000 millones de euros. En la última década, la pérdida de peso relativo le ha supuesto a Washington dejar de acceder a una riqueza por valor de (aproximadamente) 2 billones de euros, una cifra del doble del PIB español.

Pero aunque el peso económico de EEUU en el mundo declina sin cesar, se multiplican las necesidades del colosal aparato político-militar que necesita para mantener su hegemonía, los aparatos que le permiten intervenir países y reconducir su rumbo, y ejercer la fuerza militar para defender sus intereses.

Mantener ese aparato es crecientemente costoso. Precisa no sólo de elevados costes de mantenimiento, sino de una colosal y gigantesca inversión de capital en desarrollo tecnológico-armamentístico, para que vaya muchos pasos por delante de cualquiera de sus competidores, y que la superioridad militar norteamericana pueda mantenerse indiscutida.

El presupuesto militar oficial norteamericano se elevó en 2015 a 610.000 millones de dólares, cifra que “oficialmente” es el 3,6% del PIB norteamericano. Pero si profundizamos, hay que sumar los gastos en programas de defensa nacional, el coste de las guerras en Afganistán, Irak, Libia, Siria… las partidas de gastos militares camuflados en otros departamentos, el presupuesto de la CIA, los fondos vinculados a la “guerra contra el terrorismo”, las operaciones encubiertas de intervención en otros países (América Latina, Oriente Medio, Ucrania…).

Sumados todos los gastos relacionados con el aparato militar y de seguridad, el gobierno norteamericano dedica cada año más de un billón de dólares sólo a este concepto, lo que equivale a que el 90% de todos los impuestos que pagan las familias norteamericanas en un año. Para el resto de gastos, el estado norteamericano lo recauda del resto del planeta.

Es, además, un gasto en constante incremento y expansión, un lastre cada vez más pesado para la superpotencia. El crecimiento de los gastos militares en EEUU desde 2001 hasta hoy ha sido superior al 85%. En plena guerra de Vietnam el incremento fue del 43%. En carrera armamentística de ‘la guerra de las Galaxias’, su aumento fue del 57%. El gasto político-militar no sólo se ha incrementado durante la presidencia del belicoso Bush, sino también durante la del “Nobel de la Paz” Obama. En 2015, la Casa Blanca tuvo que negociar con los republicanos para aumentar el techo de la deuda hasta 2017. Junto con el aumento del tope de deuda, Obama ha incrementado del gasto militar de 80.000 millones de dólares.

Esta es la contradicción de fondo que convierte a EEUU en el país más endeudado del mundo: la deuda real norteamericana se acerca a los 116 billones de dólares, es decir, al 689,6% de su PIB, casi 7 veces más que España. Sin embargo el saldo entre lo que debe y lo que le deben desde el conjunto del planeta… es positivo. En su condición de superpotencia capitalista, EEUU es el mayor exportador de capital del mundo, y por tanto el mayor explotador, el que se apropia de la parte más importante de la plusvalía global.

Y esta es la contradicción fundamental que obliga a Washington a intervenir permanentemente en los países que están bajo su dominio, para aumentar los tributos que están obligados a pagarle e incrementar su saqueo, a través de drásticos planes de ajuste.

No importa que haya un republicano o un demócrata en la Casa Blanca, un presidente de la “línea dura y belicista” como Bush, o de la “línea de hegemonía consensuada” como Obama o Hillary Clinton, o que gane las elecciones un ultrarreaccionario como Trump o un “radical” como Bernie Sanders. Todos ellos han exigido que los vasallos de la OTAN deben duplicar su presupuesto de defensa, sacándolo de otras partidas. Para España esto significan 10.000 millones de euros adicionales, que deberán de ser sustraídos de las políticas sociales, como sanidad o educación.

Cualquier inquilino de la Casa Blanca presente o futuro se enfrentará a esta contradicción irresoluble: una superpotencia titánica cuya infraestructura no deja de debilitarse bajo el peso de su aplastante arsenal. Una contradicción que anuncia su final, pero que significa también que el coloso norteamericano está dispuesto a desencadenar las más brutales agresiones contra los países y pueblos del mundo para intentar frenar su inevitable caida.

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