Amós García, Asoc. Española de Vacunología

“Para acabar con la pandemia, hay que pensar en clave mundial”

Con la vacunación avanzando a velocidad de crucero, pero con la Variante Delta propagándose rápidamente, España afronta el ‘final del túnel’ de la pandemia. Entrevistamos a Amós García Rojas, Jefe de Servicio de Epidemiología y Prevención del Servicio Canario de Salud, y presidente de la Asociación Española de Vacunología

Realizamos la entrevista pocos días después de que haya decaído la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores. La incidencia acumulada, después de llevar cayendo durante semanas, está comenzando a remontar hasta los 100 casos por 14 días y 100.000 habitantes. Pero preocupa la Variante Delta, avanzando rápido desde el retrovisor.

Se ha alcanzado el 50% de la población española con al menos una dosis, y hasta 15 millones inmunizados con la pauta completa. ¿Cómo lo valora? Con esta marcha ¿es posible alcanzar la inmunidad de grupo en el mes de agosto?

Bueno, en primer lugar, ese 50% yo lo valoro muy positivamente. Por fin estamos en un contexto donde las vacunas nos llegan según estaba previsto, en la cantidad y el ritmo al que estaban contratadas. Eso no ocurría en los primeros meses, cuando se empezó a vacunar. Al inicio de primavera el sistema estaba funcionando, y los profesionales sanitarios estaban desempeñando su labor a un ritmo brillante, pero faltaban dosis. En el momento en que ese factor limitante se ha solventado, que se ha normalizado el ritmo de llegada de vacunas -incluso en ocasiones llegando por encima de lo previsto- la actividad vacunadora ha pegado un acelerón impresionante.

¿Eso significa que estaremos en condiciones de alcanzar la ‘cifra mágica’ del 70% de porcentaje de inmunización, la llamada «inmunidad de grupo», en el mes de agosto?. Yo creo que es posible, pero va a depender de que no se pare este ritmo de llegada de vacunas. Pero si no se consigue en ese mes, lo que es evidente es que durante el verano vamos a alcanzar unos niveles de cobertura vacunal bastante elevados, que van a permitir bajar notablemente la incidencia de la enfermedad.

Estamos en una incidencia acumulada de 100 casos en 14 días y 100.000 habitantes, un riesgo medio. Pero por otra parte tenemos la irrupción de la variante Delta, más contagiosa, que se espera que sea dominante pronto, en Europa y en España, Este es el contexto en el que la mascarilla ha dejado de ser obligatoria en exteriores. La pregunta es ¿era oportuno esta medida ahora o habría que haber esperado un poco más?

Es evidente que hay que empezar a lanzar mensajes positivos a la población, decirle a la ciudadanía que estamos mejor que antes. Y hay evidencia científica de que el virus, cuya principal forma de transmisión es por aerosoles, se contagia con mucha más dificultad, prácticamente no se transmite, en exteriores, en espacios abiertos y ventilados. Siempre y cuando -y esto no hay que dejar de remarcarlo- se cumpla la distancia física y se rehúya de las muchedumbres.

Pero también tengo que decir que yo me hubiera sentido más cómodo si estas medidas se hubieran tomado no en función de una época del año, la llegada del verano, sino en función del cumplimiento de un determinado objetivo de vacunación. Por ejemplo, si se hubiera tomado después de garantizar que un 50% de la población estuviera completamente inmunizada, es decir, con dos dosis, con la pauta completa de la vacunación.

Por fín las vacunas llegan al ritmo previsto

Eso hubiera sido mucho mejor por dos cuestiones fundamentales. Primero porque como tú bien has dicho ahí está la Variante Delta, que no parece que sea más grave, más virulenta, pero sí bastante más contagiosa. Y se sabe que las personas vacunadas con una sola dosis no están bien protegidas contra esta variante. Con dos dosis, las vacunas funcionan perfectamente contra la Variante Delta, pero con una sola dosis, apenas protege al 33%. Y eso hace que tengamos que estar muy pendiente de esta cepa. Con el 50% de la población española con una sola dosis, no podemos cantar victoria.

Por eso hay que reforzar la idea de que, sea cual sea la «nacionalidad» de la variante, o su «letra griega», la mejor defensa que tenemos es la mascarilla, el lavado de manos, la distancia física y la ventilación. Esas cuatro cosas son las que evitan que nos contagiemos sea cual sea la variante del coronavirus.

Y por otro lado, otra preocupación que tengo con el fin de la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores es que se esté creando entre la población una falsa sensación de seguridad, que la gente piense que ya hemos salido de la pandemia y que está «todo el pescao vendido». Que ya podemos volver a realizar las actividades de la misma forma en las que las hacíamos antes de la pandemia. Esto no es así, hay que decírselo a la gente. Por eso, algunas de las imágenes que hemos visto estos días, en la noche del sábado, con la gente en la Puerta del Sol como si fuera Fin de Año, esperando a que den las campanadas del día 26 para lanzar las mascarillas al aire y empezar a darse besos y abrazos, no son nada prudentes.

Mascarilla, lavado de manos, distancia y ventilación. Esta es la mejor defensa contra cualquier «nacionalidad», «letra griega» o variante del virus.

La mascarilla puede quitarse en exteriores y siempre que se mantenga la distancia de seguridad, unas condiciones muy particulares. Es necesario llamar a la prudencia, esto no se ha acabado.

Israel o Reino Unido, países donde la desescalada estaba mucho más avanzada, han tenido que dar pasos atrás. Y aquí tenemos la noticia del brote de Mallorca, con ramificaciones en varias CCAA ¿Cuánto de probable es que en España tengamos que dar pasos atrás?

Bueno, yo en el contexto de una pandemia no me atrevo a hacer predicciones de ese tipo, ni de lo que puede pasar, ni de lo que puede dejar de pasar. Hay que estar abierto a cualquier posibilidad, y por eso, como decía, hay que ser prudente.

En el Reino Unido, esta marcha atrás está vinculada a que la Variante Delta ya es la prevalente allí, y que la estrategia de intervención que tomaron fue tratar de extender la vacunación con una sola dosis a la mayor cantidad de gente, pensando que así se frenaría mejor la transmisión del virus. La inoculación del segundo pinchazo fue postergada en pos de que el mayor número de británicos recibiera la primera dosis. No sabían que esta Variante Delta es bastante esquiva para las personas sin inmunidad completa, que los que tienen una sola dosis tienen una protección bastante pobre con esta cepa. Y con esa situación, mucha gente con la pauta incompleta pero relativamente poca con la pauta completa, la Delta se ha encontrado en Reino Unido un «caldo de cultivo» propicio para extenderse.

El caso de Israel también es paradigmático. Allí tenían un alto porcentaje de la población con dos dosis, pero la Delta, y también otra variante más contagiosa con mucha presencia en este territorio, se metieron con fuerza entre la población más joven, todavía sin vacunar o con solo una dosis.

Por eso, cada paso que se da en la intervención de una pandemia, hay que evaluarlo cuidadosamente, con tranquilidad, sosiego, y teniendo en cuenta las evidencias científicas disponibles.

Me preocupa que el fin de la pandemia y la relajación de las medidas generen una falsa sensación de seguridad. No descarrilemos ahora, que queda tan poco.

Porque es verdad lo que dice mucha gente, que estamos viendo luz al final del túnel. Pero, cuidado, que nos quedan unos cuantos kilómetros hasta la boca. Y no nos precipitemos: o hacemos las cosas bien, o puede que esa luz que vemos delante sea el faro de otro tren que viene en dirección contraria en rumbo de colisión. No descarrilemos ahora que queda tan poco, y echemos por tierra lo que nos ha costado tanto trabajo.

¿Cómo van las pruebas para evaluar la eficiencia de las vacunas en adolescentes y niños? ¿Cuándo es esperable que la vacunación llegue a ese grupo?

A partir de los 12 años la vacuna de Pfizer ya está autorizada. Ya se puede vacunar a adolescentes. Todavía no a niños, pero no tardará mucho. Pero con respecto a esto que me preguntas yo quiero hacer una reflexión que me parece muy importante. Porque para acabar cuanto antes con esta pandemia ¿nos debemos centrar en vacunar a prácticamente todo el mundo en los países desarrollados? ¿O debemos mirar de forma global?

Yo creo que, una vez que alcancemos en los países desarrollados la inmunidad de grupo del 70%, a partir de la cual el virus tiene grandes dificultades para transmitirse, hay que priorizar que la vacuna llegue a los países más desfavorecidos. Porque esto es una pandemia, es un problema global.

En estos momentos, solo un pequeño puñado de países desarrollados son los que están gestionando aproximadamente el 70% de las dosis disponibles en el mundo contra el Covid. La vacuna en los países en desarrollo, en muchos de ellos, no es que sea un lujo, es que es un sueño. Estamos ante un problema que no se va a terminar de resolver nunca hasta que no se ataje en todos los países del mundo. De poco sirve que en el mundo rico todos o casi todos estemos vacunados, si en el Tercer Mundo el virus sigue multiplicándose y acumulando mutaciones. Tarde o temprano saldrá una variante ante la que no servirán las vacunas, que llegará al mundo desarrollado para propagarse, y otra vez vuelta a empezar.

Hacer todos los esfuerzos posibles porque las vacunas lleguen a estos países desfavorecidos no sólo es una cuestión de justicia humanitaria o de solidaridad, es que es una necesidad desde el punto de vista científico, epidemiológico.

Esto es una pandemia, es un problema global. De nada sirve resolverla en los países ricos si luego el virus campa y muta a sus anchas en los países en desarrollo.

Por eso, hay que preguntarse si en vez de centrarse en que la vacunación llegue a los sectores de la población en los que la enfermedad raras veces se muestra de forma grave, como los niños, no nos deberíamos enfocar en -insisto, una vez que en España y en Europa tengamos coberturas de vacunación altas, del 70% o más- enviar millones de dosis al mundo en desarrollo. Yo, y muchos más, nos hacemos esa pregunta. Para acabar con la pandemia, hay que pensar en clave mundial.

Las vacunas actuales protegen de sufrir la enfermedad. Pero no evitan del todo la infección y el contagio. ¿No debería marcarse como meta para las vacunas de segunda generación contra el Covid, la consecución de vacunas que produzcan «inmunidad esterilizante», es decir, que impidan la replicación del virus dentro del cuerpo? (Como por ejemplo busca el equipo de Luis Enjuanes e Isabel Sola en el CSIC).

Desde luego, eso es lo ideal, la inmunidad esterilizante. Pero de todas maneras, hay varios artículos ya publicados que van en el sentido de indicar que las vacunas actuales también producen una inmunidad esterilizante o cercana, es decir, que impiden la transmisión del virus. Esto no está claramente contrastado, pero podría ser así. Lo que sí se está seguro es que las personas vacunadas, incluso si se infectan, tienen menor carga viral y tienen menos riesgo de contagiar a otros.

Pero es lo ideal, desde luego, vacunas que no solo impidan el desarrollo de la enfermedad -que es importante, porque salva millones de vidas- sino que corten la propia transmisión del virus en la población, que interrumpen la infección.

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