Recortes en Educación

Pánico en las aulas

El futuro inmediato se presenta como una pelí­cula de terror. Los recortes en Educación auguran una disminución aún más drástica en las condiciones de vida de todos. Pero, sobretodo, ponen de manifiesto cuál es la naturaleza del actual modelo, y que en él, prácticamente toda la clase polí­tica parece unificada… como en los recortes.

Vistas las medidas arobadas recientemente por diferentes gobiernos autonómicos, las movilizaciones y jornadas de huelga convocadas por los sindicatos están más que justificadas. Pero no debemos dejarnos engañar, en esto no hay fisuras entre los dos grandes partidos, solo una dirección marcada desde fuera de nuestras fronteras. Tal y como lo ha estado la reforma de la Constitución o del Plan Bolonia. No quiere decir esto que los gobernantes, hasta hoy, queden exentos de más responsabilidad que la de la entrega de independencia necesaria para defender los intereses propios del país y del conjunto de ciudadanos. Por otra parte, más que suficiente para levantar la indignación. Más bien la concatenación de reformas «sufridas» en el terreno educativo, y que ahora agudizan las consecuencias de los recortes, responden a un modelo de país puesto al servicio de los principales centros de poder nacionales, e internacionales. No hay dejación, sino voluntad. En 1916, se publica un artículo en la Revista Nacional de Economía, firmado por Emilio Riu, bajo el título “El capital extranjero en España”, donde se dibuja con admirable precisión, la contradicción principal que, todavía hoy tiene que resolver la educación, la ciencia, la cultura y España como país: “Se presentan para España dos caminos: o recibir, aceptar humildemente agradecida, el capital extranjero, más o menos disimulado y suave, y por ende el dinero extranjero, la técnica extranjera, y que sean los embajadores extranjeros los que gobiernen con su baraja de ministros, ministrables y presidentes, con sus cortesanos adictos y sus generales afectos y sus magistrados agradables y sus periodistas y sus intelectuales a sueldo, o España tiene que buscar ardientemente en el camino del trabajo, del estudio, de la austeridad y del deber, la reconquista de su casi perdida independencia política, de su riqueza monopolizada por la banca extranjera, haciéndose su técnica propia, su ciencia propia, su banca propia, su cultura propia para llegar a ser nación independiente de pleno iure”. Dos son los actores de esta película, ambos «maestros del recorte»; y en la taquilla, ¿quién está en la taquilla? Wurstsalat A estas alturas a nadie se le escapa cuál es el papel que juega la clase dominante Alemana en el modelo de Europa que se ha construido en los últimos 20 años. Más que «una referencia» como se dice al hablar de la deuda, Alemania actúa de centro de gravedad en torno al que hace gravitar al resto de países, no sin múltiples contradicciones, claro. Así, los sucesivos gobiernos han ejecutado una especie de engendro formativo, una ensalada surtida en la que comparten aliño las exigencias «europeas», los intereses de las principales familias que concentran el 70% de la riqueza del país, y los mezquinos tejemanejes de las castas políticas regionales que han actuado asegurándose su parcelita de poder en el ámbito educativo. Como en las famosas «wurstsalat», el ingrediente principal es la salchicha alemana. A principios del 2011 el gobierno alemán hacia pública la necesidad de incorporar a su mercado de trabajo a 500 mil trabajadores extranjeros al año, especificando la previsión de que 800 mil trabajadores españoles cualificados, especialmente ingenieros e informáticos, se irían incorporando a partir del 2015. Casualmente cuando la primera generación del Plan Bolonia haya concluido sus estudios. Esto por «arriba». Y por «abajo», tal y como se ha denunciado por parte de catedráticos, profesores y asociaciones estudiantiles, los nuevos planes tienen como objetivo fundamental adaptar los estudios a las «necesidades del mercado». Es decir, más formación especializada desterrando la educación integral, y una más rápida incorporación al mercado de trabajo, o al paro. A esto habría que añadir las condiciones crediticias que tendrán que aplicarse los estudiantes y sus familias para poder cursar sus estudios. Condiciones que conllevarán un mayor trasvase de las rentas de los trabajadores a las del capital, encadenando a los estudiantes durante 20 años al pago de sus préstamos. No es necesario recordar que la banca alemana es el principal acreedor de la banca española. Aunque parezca inverosímil es algo así como la política seguida con EEUU durante décadas en países como la India: controlar sus estructuras educativas, cooptar a los mejores cuadros y castrar el desarrollo de las universidades y la investigación nacional, lo que acababa concretándose en plusvalía india en arcas norteamericanas. Hoy en día, las autoridades norteamericanas manifiestan su preocupación porque los mejores profesionales indios ya no aceptan las becas norteamericanas, prefieren trabajar en su país. La India crece al 8% y EEUU al 2,7%, con la mayor deuda del planeta que, por cierto, pagamos entre todos. El «qué», no el «cómo» ¿Cómo se articula un proyecto de esta envergadura?, ¿es que no hay nada bueno en nuestro sistema educativo? Sí lo hay… los profesionales. Por eso ha sido necesario incorporar una serie de medidas, concretadas en el Estatuto del Personal Docente e Investigador, que adecuara el sector. Pero los resortes son varios y complejos. En primer lugar el Plan Bolonia ha ejecutado una completa transformación de los contenidos, sustituyendo la formación académica por una formación técnica. Lo que en un principio se denunció como la «desaparición de las Humanidades», años después es ya una degradación del currículum bajo la bandera de las «razones pedagógicas». Los conocimientos ahora se medirán en «habilidades y destrezas» orientadas al mercado, convirtiendo a los profesores en una especie de «departamento de personal» de la banca y la industria. Al mismo tiempo las condiciones de acceso a una mejor formación se verán limitadas inevitablemente a determinados sectores sociales. No solo por lo que hace referencia a las universidades privadas, sino porque ya se habla del mayor encarecimiento de los estudios (un aumento del 200% de las tasas) y de medidas punitivas, de hasta 300 euros, para los estudiantes que necesiten presentarse a varias convocatorias. El clima de opinión se viene trabajando desde hace tiempo con estadísticas sobre la cantidad de dinero que le cuesta al Estado el fracaso escolar y la prolongación de los estudios… 7 mil euros por año, por estudiante. Desde este punto de vista, desde luego, la culpa es de los estudiantes. Mientras esta propaganda se radicaliza con el recorte del presupuesto universitario, España sigue siendo uno de los países de la OCDE que menos invierte en Educación, a la altura de Turquía. Como decíamos antes, para articular todo esto es necesario estructurar la piedra angular de la Educación, los profesores. Por una parte degradando su proceso de formación y su trabajo de investigación. Y por otra introduciendo tal maraña de trámites burocráticos en su trabajo que se haga imposible dirigir la formación de grandes grupos de estudiantes. El nuevo Estatuto del PDI categoriza a los profesionales en una escala de 200 puntos, de los que solo 50 se reservan para la investigación. En los hechos se puede ser catedrático sin haber dedicado ni una sola hora a la investigación. Por no hablar de la compleja y burocratizada evaluación del personal docente, según la cual es más complejo valorar a un profesional que capacitarle para ejercer, y en la que, desde luego, nada pinta la opinión de los estudiantes, más allá de las formalidades estadísticas. Si extendemos el análisis a todo el proceso, la reforma del Curso de Adaptación Pedagógica, necesario para ejercer como profesor de la ESO, ha empeorado lo que ya era un desastre. Los aspirantes no mejoran ni profundizan su formación y conocimiento de las materias, sino que estudian cómo enseñarlas. Algo que sería lógico si el «qué» se enseña no estuviera tan degradado. Quién manda En lo que se refiere al gobierno educativo, la reforma ha multiplicado los efectos de la dirección tomada en los años 80. La Universidad ha asistido a un proceso de separación de sus órganos directivos del proceso educativo, adjudicando los cargos intermedios de gestión y la tarea de diseñar los nuevos contenidos a «técnicos» que nada han hecho en términos de excelencia, con excepciones, lógicamente. El contenido de las carreras del Plan Bolonia, e incluso la existencia de las carreras mismas, se ha establecido en órganos cerrados, sin participación de la comunidad universitaria ni debate alguno. Los ejes de la financiación son fijados desde hace tiempo en consejos en los que la presencia de las «fundaciones» es cada vez mayor. Y la capacidad de decisión de los estudiantes, o de cualquier otro agente social representativo, ha mermado hasta el ridículo. Por último, y en nombre de «los emprendedores», los planes de colaboración universidad-empresa han abierto la puerta al control por parte de la banca y las grandes corporaciones del grifo presupuestario de la Universidad. Presentando algunos «spin off» o pequeñas empresas gestionadas por profesores y alumnos, se oculta el uso que las grandes empresas financieras, farmacéuticas, alimentarias, energéticas… hacen de la investigación y el desarrollo que se genera. A esto último hemos de añadir el formato de prácticas y proyectos que introduce el Plan Bolonia, en los que ni si quiera el principal beneficiario es el Estado, o fondos bajo su gestión. Queda pues descartada la histórica reivindicación de que los consejos de las facultades estén formados por ciudadanos u organizaciones pertenecientes a los sectores más interesados. Es decir, no existe ninguna garantía sobre la reinversión de los beneficios en el progreso de la sociedad y del país. Y llegaron los recortes Actualmente el recorte en los Presupuestos Generales apunta ya a los 2 mil millones, que hay que sumar a los 1.800 que se recortaron el año pasado. El presupuesto universitario se ha reducido en un 10%, y el profesorado de Secundaria y Primaria mermará en un 5% sus renovaciones, además de la posible disminución salarial, tanto en la pública como en la concertada. Cualquier idea sobre la cantidad de horas dedicadas por el profesorado ha quedado desmontada por el informe de la OCDE, según el cual los profesores españoles son de los que más horas trabajan al día. La realidad es que en las universidades aumenta la demanda, pero se reducen las plazas (más de 5 mil), y en las escuelas aumentan los alumnos (más de 5 mil), pero se reducen los profesores. Universidades más restrictivas y escuelas más masificadas. En este punto cabe recordar que el Plan Bolonia, además, obliga a 40 horas presenciales a la semana, lo que dificulta a los estudiantes trabajadores poder cursar sus estudios. Esto ha repercutido ya en la calidad, y las universidades españolas han descendido una media de 19 puestos en el ranking mundial. Como decía recientemente un catedrático sobre la metodología pedagógica del Plan Bolonia, dar «atención personalizada» a 100 alumnos es imposible si no aumenta la plantilla. ¿Dónde queda entonces la «democratización» educativa del Plan Bolonia que haría aumentar la calidad? Los problemas después se multiplican en el día a día. Toda la verborrea del Plan Bolonia se reduce al vacío cuando se ven sus resultados. No falla la aplicación, es que no puede ser de otra manera. Titulado en mercado En esta especie de memorándum del desastre no podemos olvidar la Formación Profesional. Hasta ahora todos los estudios situaban a España entre los peores países en este campo formativo. Menos del 45% de los alumnos de la FP acaban sus estudios, frente al 62% de Francia, el 94% de Finlandia, o el 52% de la media europea. Pero ahora se han añadido dos dificultades más. La primera es la homologación de los años de trabajo con una titulación profesional. En vez promover la formación, ésta se reduce al esperpento. Ya no hace falta «adaptar» los contenidos a las necesidades del mercado, sino que se convierte el mercado directamente en una carrera. Y la segunda es la implementación de una prueba específica de acceso a la universidad para los estudiantes de FP. Como es de esperar que estos alumnos no cursen carreras «paralelas y adaptadas», ni que se contrate a más personal docente, inevitablemente el fracaso escolar crecerá. A pie de obra En la mayoría de países de la UE se han incrementado en un 20% los estudiantes universitarios, al contrario que en España, como ocurre con la inversión. El curso más probable de los acontecimientos es que el acceso a la Universidad se haga cada vez más restrictivo, como ocurrirá también con el acceso a los niveles superiores de formación (los masters). Además la maraña burocrática y la nueva estructuración «técnica y personalizada» de las clases ha de repercutir directamente en la calidad, principalmente en los niveles intermedios e inferiores. De tal manera, cada vez más estarán menos formados, y menos tendrán acceso a oportunidades privilegiadas. Por otra parte, los profesores de Primaria y Secundaria deberán dedicar cada vez más horas de trabajo no remuneradas, para atender a grupos de alumnos cada vez más numerosos; sus condiciones salariales empeorarán y también las de formación del alumnado. A pie de obra, las desigualdades ya se están incrementando. El futuro del país es el de nuestras aulas. Redistribución Ya Después de este recorrido, más parecido a una película de terror, solo queda preguntarnos si hay alternativa. Desde luego no en las opciones mayoritarias, pues ambas han contribuido ha llegar hasta aquí, y no tienen ninguna intención de cambiar el rumbo. Cualquiera que tenga hijos ha comprobado en estas semanas como los gastos han aumentado… sí, sí, también los de los libros. La justificación es sencilla: como a algunos gestores se les ha ocurrido ahorrar en libros de texto, las editoriales han decidido subir los precios. Es mentira que se recorte porque no hay dinero, o que tengamos que pagar más porque si no algún barco se hunde. Más allá del disparate al que nos conduce el Plan Bolonia, podríamos empezar por reclamar el dinero que le pertenece al sector educativo, recortándolo de los que lo tienen. Para después continuar por exigir una Educación orientada al desarrollo del país y de las condiciones de vida de los ciudadanos. La película de terror se proyectará el 20 de noviembre. En manos de todos está cambiar el guión.

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