SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Pan y trapos

El niño de Miguel con pan y sangre de cebolla se amamantaba. Más de 70 años después, algunos escolares de Barcelona se marean en el recreo porque van a clase en ayunas. Niños del siglo XXI ya no sueñan con ser bomberos, ni las niñas imaginan que un día curarán a los perros atropellados; los escolares vuelven a fantasear, como nosotros entonces, con el pan recién cocido, rubio, de oro. La copla del hambre avisaba a los «desgraciaítos» que comían el pan de mano ajena: «Siempre mirando a la cara / si la pone mala o buena».

Entonces, a la gazuza se añadía el miedo que ya no sentían los héroes de Las uvas de la ira; aquellos insultaban a los sheriffs de culo gordo y llamaban hijos de puta a los de Wall Street. Los parados norteamericanos, después de ir caminando con niños de vientres estragados mientras ellos mismos sentían su propio estómago «acalambrado», perdieron el miedo porque nada puede atemorizar más en el mundo que el hambre.

No sé cuándo perderán el pánico en Barcelona a Madrid y a España; de momento los que sienten pavor a Mas son los padres de más de 50.000 niños anémicos. Emma Rivero cuenta que en Cataluña cada vez hay más pequeños que se acuestan con punzadas de hambre en el estómago. Los padres han comprado en el supermercado con vales de las oenegés, han escarbado en los contenedores lo que irá a la mesa y los gobernantes les hablan de consulta. Cuando estos niños cuenten a sus nietos los días del hambre, no adornarán el relato con el aullido de la sirena de los bombardeos y les será más difícil responder a la pregunta de cómo hemos llegado hasta aquí.

A los que piden pan les prometen independencia. El dirigente del PSC Pere Navarro piensa que Mas va hacia el suicidio y está arrastrando a Cataluña. Se gasta en trapos las becas de comedor; no hay pan y ofrece consulta. Algún día tendrá que explicar por qué se preocupaba de la denominación de origen del pan tumaca cuando faltaba pan en las escuelas.

Los que piden auxilio no son payeses de la remensa sino apátridas de todas las patrias, apátridas de una Europa que está logrando que triunfe el mal porque ha convencido a los buenos de que no hagan nada. Piden trabajo los vagabundos gobernados por unos saqueadores que volvieron a confirmar el proverbio mafioso: un político con un maletín puede robar más que cien muchachos con pistola. Los niños no pasan hambre porque los que gobiernan pidan referéndum, pero resulta grotesco oír hablar de independencia a los que pusieron el dinero fuera antes que las banderas mientras los escolares se mareaban en el recreo.

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