La capital paquistaní amaneció ayer tomada por las fuerzas de seguridad y con sus accesos bloqueados para impedir que la marcha llegase hoy al Parlamento. La semana pasada las autoridades detuvieron a cientos de opositores.
El gobierno aquistaní se tambalea, acorralado por las protestas de la oposición, la inquietud ante la situación económica y los actos de un movimiento subversivo que ya opera cerca de la capital, Islamabad.El presidente de Pakistán, Asif Ali Zardari, cedió anoche, tras los incidentes más graves en tres semanas de protestas, y accedió a restituir al ex presidente del Tribunal Supremo Muhammad Iftikhar Chaudhry y a los otros jueces depuestos por Pervez Musharraf, para intentar poner fin a la crisis política que atenaza el país.Más de un año después de que magistrados y jueces en Pakistán se echaran a la calle exigiendo al entonces presidente Pervez Musharraf que respetara la legalidad constitucional, una protesta similar hace tambalearse de nuevo la estabilidad del país asiático. El origen de la nueva oleada de manifestaciones radica en la negativa del presidente del país, Asif Alí Zardari, viudo de la difunta líder del Partido Popular de Pakistán (PPP), Benazir Bhutto, a reinstaurar al exjefe del Tribunal Supremo, Iftijar Chaudhry, destituido por Musharraf en el 2007 durante la proclamación del estado de excepción. Además, el mes pasado, Zardari relevó al Gobierno de la provincia de Punjab, gobernado por el partido de Sharif, rival de Zardari, e impuso allí la administración directa del Gobierno central.El enviado especial de EEUU para Afganistán y Pakistán, Richard Hoolbroke, advirtió por teléfono a Zardari que la «inestabilidad» puede «hacer descarrilar la democracia» y le pidió evitar la violencia contra «acciones pacíficas y democráticas».El presidente Zardari considera a Chaudhry una amenaza para su propia posición, y teme que una vez restituído, pueda anular una amnistía que le concedió Musharraf a él y a su difunta esposa por corrupción.El presidente Asif Ali Zardari, viudo y heredero político de Benazir Bhutto, parece estar caminado por el mismo abismo en el que se despeñó el presidente anterior, Pervez Musharraf.El 11 de marzo, el gobierno civil prohibió una marcha de protesta y ordenó el arresto de centenares de activistas de la Liga Musulmana.La oposición encabezada por Nawaz Sharif, de la Liga Musulmana, ha comparado esta medida con la introducción por Musharraf del sistema de emergencia, en noviembre de 2007.La gran diferencia es que el general Musharraf controlaba entonces al ejército, mientras que ahora las fuerzas armadas, desgastadas, prefieren mantenerse al margen de las pasiones políticas, por lo menos hasta que la situación justifique una de sus periódicas intervenciones.Zardari está protegido por el poder interno del estado el ejercito, los servicios de Inteligencia y el auxilio exterior de Estados Unidos, que lo considera el único líder dispuesto a imponer orden en las provincias limítrofes con Afganistán, donde operan con relativa impunidad Al Qaeda y los talibanes.Las protestas habían degenerado ayer en violentos disturbios en Lahore, la segunda ciudad del país. Sharif denunció una orden de arresto domiciliario y pidió a sus seguidores que salieran a la calle para apoyar la marcha de los abogados, que hoy debía culminar con una sentada frente al Parlamento, en Islamabad. El pulso entre ambos políticos ha puesto en peligro el frágil Gobierno.La capital paquistaní amaneció ayer tomada por las fuerzas de seguridad y con sus accesos bloqueados para impedir que la marcha llegase hoy al Parlamento. La semana pasada las autoridades detuvieron a cientos de opositores. El enfrentamiento entre Sharif y Zardari amenaza con paralizar el Gobierno y distraerle de la lucha contra los talibanes. EE UU y otros países occidentales han presionado a ambos para que encuentren una salida negociada.Numerosas fuentes estadounidenses están señalando que la mayor amenaza para sus intereses puede encontrarse en Pakistán, y sobre todo en el rumbo que este país tome en el futuro cercano. Lo cierto es que la intervención de Washington ante el que hasta ahora era su aliado estratégico en la región puede variar. Y de paso las relaciones entre ambos actores también pueden seguir rumbos diferentes.Según declaraciones de la administración norteamericana el juego del Ejército paquistaní en Cachemira y Afganistán es complejo y mantiene contactos con grupos extremistas. El nuevo presidente debe dejar muy claro al Ejército que este doble juego se debe terminar. Pakistán es el país más peligroso del mundo y su estabilidad crucial, por la existencia en su suelo de bases de Al Qaeda, de armas nucleares, y de un vacilante proceso de democratización con resonancias en el conjunto del mundo musulmán.