Pacto de progreso y redistribución de la riqueza

Todos los organismos internacionales, desde la OCDE hasta el FMI y la Unión Europea coinciden en que la reforma laboral se ha de mantener para consolidar los cambios estructurales del mercado laboral por encima de todo.

Ese es el objetivo del gobierno de Rajoy que comparte con la oligarquía de la banca y los monopolios y la gran patronal de la CEOE: hacer irreversibles los cambios estructurales.

Frente a las exigencias de la mayoría social, de los sindicatos y las mociones aprobadas en el Congreso para derogarla, los organismos internacionales presionan para pedir al gobierno “esfuerzos adicionales” que completen la aplicación de la reforma laboral.

Que se siga abaratando el despido, introduciendo el “contrato único de duración indefinida” que permitiría despedir con el mismo coste a un trabajador fijo que a uno temporal.

Que se acelere la descentralización de los convenios, como mecanismo esencial que mantenga el control a la baja de los salarios.

O endurecer los requisitos para que los parados cobren sus prestaciones por desempleo, como forma de obligar a que acepten empleos precarios, mal pagados o a grandes distancias de su residencia.

Según la Encuesta de Coste Laboral del INE los salarios cayeron de media en 2016 un 0,8%. Informes del ministerio de Empleo confirma que más del 90% de los contratos laborales que se firmaron en los dos primeros meses del año fueron temporales. Según UGT los trabajadores por horas son ya el 15% del trabajo asalariado.

La contratación precaria y los bajos salarios son ya lo más habitual cada trimestre. Rajoy seguirá pregonando que hay menos parados pero a costa de más empleo precario, salarios más bajos y más trabajadores pobres.

La devaluación salarial ha hundido el poder adquisitivo de los salarios y provocado un indignante aumento del abismo social en cuya base está la nueva categoría de “trabajadores pobres”.

La brecha salarial entre los salarios de las clases trabajadoras y los altos directivos de la banca y los monopolios no ha hecho más que aumentar. Según informes de Oxfam y CCOO, entre 2008 y 2014 los salarios más bajos cayeron un 28%, mientras el sueldo de los ejecutivos del Ibex-35 aumento un 80%. En 2014 el consejero delegado de Jazztel, J.M. García, ganó 1.000 veces más que sus trabajadores. En 2016 los seis presidentes de los principales bancos españoles cobraron 225 veces el salario más frecuente.

Son la punta del iceberg. Una minoría de banqueros y grandes monopolistas concentra cada vez más riqueza imponiendo que la mayoría de la población se empobrezca: el 1% más rico de la población concentra el 27’4% de toda la riqueza que se genera en España, más que el 70% de la población más pobre.

La última reforma laboral ha provocado el cambio más profundo del mercado laboral desde la firma del Estatuto de los Trabajadores en 1980.

En los últimos siete años, las reformas de PSOE y PP han creado un muevo mercado de trabajo. Logrado en lo fundamental el despido libre, rápido y barato, la reforma de Rajoy se centró en la flexibilidad interna del mercado de trabajo con el objetivo definido: cambiar la estructura y las condiciones de la clase obrera y el marco legal de las relaciones laborales.

Una nueva clase obrera con menos derechos, eliminando drásticamente derechos adquiridos durante décadas de lucha y pactados en convenios colectivos respecto a salarios, estabilidad en el empleo, jornada laboral, tiempo de descanso, movilidad, peligrosidad, horas extras, vacaciones…«Precariedad laboral y salarial y trabajadores pobres configuran el nuevo mercado de trabajo»

Especialmente quebrada en sus instrumentos de lucha, al cambiar radicalmente la negociación colectiva y el papel de los sindicatos, imponiendo la jerarquía de los convenios de empresa frente a los sectoriales o territoriales, dejando en manos de las empresas el poder cambiar unilateralmente las condiciones laborales. Al mismo tiempo que se ponían nuevos límites al derecho de huelga con la reforma del código penal.

Por eso no pueden permitir sectores como el de los estibadores, que cuestionan la esencia de la reforma laboral.

Por eso hacen todo lo posible y lo imposible porque la reforma laborar no se toque y hacer irreversibles los cambios estructurales.

Precariedad salarial

La recuperación económica no llega a las nóminas de los trabajadores. El PIB crece al ritmo del 3% pero los salarios bajaron una media del 0,8% en 2016, según la Encuesta de Coste Laboral publicada por el Instituto Nacional de Estadística. Y hasta un -2,4% si aplicáramos el IPT *, índice que mide los movimientos reales de los salarios (IPT).

Según la Encuesta del INE, el salario medio bruto (incluye el salario base, complementos, pagas y horas extra) fue de 1.892 euros mensuales, un 0,8% más bajo que en 2015. La mayor rebaja salarial anual desde 2012, año en que el gobierno dejó a los funcionarios sin la paga extra de Navidad.

Por sectores la rebaja se concentra sobre todo en la construcción (donde la rebaja salarial media llega hasta el 4,4%) y en los servicios (con una rebaja media del 1,7%).

Y por comunidades son Extremadura, Canarias y Galicia las que encabezan la rebaja salarial en torno al 1%.

La realidad camuflada en las estadísticas

Una vez más las estadísticas ocultan la realidad. La rebaja salarial se concentraría sobre todo en el aproximadamente 50% de los trabajadores que no tuvieron la protección de los convenios. Para esos 7,5 millones de asalariados la rebaja salarial sería de -1,25%. casi el doble de la media.

Pero aún hay más realidad oculta bajo las cifras oficiales.

En noviembre del año pasado el INE publicaba por primera vez un nuevo índice, el Índice de Precios del Trabajo (IPT)* que descubría cómo los salarios no subieron una media del 1,5% según las estadísticas oficiales en los primeros seis años de crisis (2008-2014), sino que en realidad habían bajado un 0,7%.«La precariedad salarial es ya un componente estructural del nuevo mercado de trabajo»

Ahora nos encontramos en el mismo caso. El INE vuelve a utilizar el “salario medio bruto” como indicador, en vez del IPT. ¿Qué pasaría si aplicáramos el nuevo índice?

Que la bajada real de los salarios sería tres veces mayor de lo que nos dicen los datos oficiales basados en el salario medio: se habrían hundido hasta un – 2,4% Y hasta el -3,75% para los siete millones y medio de trabajadores sin convenio.

* El Indice de Precios del Trabajo (IPT), un indicador anual que mide la evolución real de los salarios, al tener en cuenta la composición del empleo y no los salarios medios que distorsionan la realidad.

Trabajadores pobres

La explosiva combinación de contratos precarios y bajos salarios ha creado una nueva categoría laboral entre la clase obrera y el pueblo trabajador: la de los “trabajadores pobres”.

Según el último informe de la Fundación Foesa de Cáritas los trabajadores pobres son ya el 15% del mercado laboral.

Son trabajadores con empleo precario, temporal y a tiempo parcial y con salarios de supervivencia, con los que no llegan a fin de mes ni pueden cubrir las necesidades básicas de sus viviendas o el cuidado de sus hijos.

Este nuevo sector tiene su base en los 3,7 millones de trabajadores cuyos salarios apenas superan el Salario Mínimo de 655 euros al mes y en los 3,5 millones de trabajadores con “contratos basura” por horas que, según informes basados en los datos de la Agencia Tributaria y del INE, cobran menos de 350 euros mensuales.

Las nuevas formas de flexibilidad laboral son una fábrica de pobreza laboral, especialmente entre las empresas multiservicios, que van, desde los teleoperadores que trabajan para grandes multinacionales de servicios como Movistar o Vodafone, para los bancos o para las eléctricas a las que ya se conocen como “fórmulas de miseria”, como la red de teletrabajadores no especializados de Amazon.

En un informe de la Gaceta Sindical de CCOO, el sindicalista y matemático Javier Doz denuncia el “empobrecimiento de las nuevas modalidades” de empleo precario basadas en una mano de obra más flexible como los “contratos de cero horas” por llamada, por vales o trabajo compartido.

El aumento de la “tasa de paro estructural” hasta el 18% (6 puntos más que al inicio de la crisis) es otra de las bases de esta nueva categoría de trabajadores. El paro de larga duración ha dejado de ser un problema coyuntural para convertirse en un problema estructural. Hay más de 1,8 millones de parados de larga duración, especialmente entre los mayores de 45 años (5 de cada 10), que sobreviven como pueden en el mercado negro o con ayudas de 400 euros.

Se hunde el poder adquisitivo de los salarios

Si al hundimiento salarial en la nómina de los trabajadores se suma la subida del IPC los efectos sobre el salario real son devastadores. Los trabajadores hemos perdido en el último año como mínimo el 3,8% del poder adquisitivo de nuestros salarios.

El año 2016 se cerró con una subida de precios del 3%, y en febrero el IPC volvió a superar esa cifra por las subidas de los precios de la luz, los carburantes y los alimentos agrícolas.

Las cuentas son tan sencillas como las de una cocinera o ama de casa. Basta sumar la rebaja nominal de sueldos y la subida del IPC.

De media todos los trabajadores hemos perdido entre un 3,8% y un 5,4% de poder adquisitivo.

Pero los 7,5 millones sin convenio su poder de compra se ha reducido hasta un 6,75%.

Pacto de progreso y redistribución de la riqueza

¿Es posible revertir los cambios estructurales de la reforma laboral y acabar con la precariedad laboral y salarial y los trabajadores pobres? Sí radicalmente.

¿Pero cómo y con qué línea hemos de afrontar esta lucha?

En primer lugar necesitamos un Pacto de Progreso que tenga como objetivos derogar la reforma laboral y siente las bases para acabar con el empleo precario y los bajos salarios.

Un pacto que ha de ser político y social.

Político entre todas las fuerzas parlamentarias que, como PSOE, Unidos-Podemos, Ciudadanos o Compromís, han defendido en el Congreso derogar la reforma laboral, o al menos cambios sustanciales que acaben con la precariedad de salarios y contratos. Solo quedan excluidas aquellas que con el PP sigan defendiendo la reforma y la precariedad.«El 60% de los contratos indefinidos no superan los 2 años, se presentan como indefinidos pero actúan de hecho como contratos temporales»

Y social, con el apoyo y participación de todas las organizaciones sindicales, sociales y políticas del conjunto de la sociedad que de diferente forma luchan contra los recortes salariales y la degradación de las condiciones laborales.

En el conjunto de la sociedad existe una mayoría social mucho más amplia de lo que una única fuerza pueda aglutinar, por mucho apoyo que tenga. Y más plural de lo que por sí sola pueda representar.

Es necesario trabajar por unir en un Pacto de Progreso todo ese inmenso caudal político y social, y por movilizar de forma unitaria, única forma de crear la fuerza necesaria para hacer frente a los poderosos enemigos, externos e internos.

Redistribuir la riqueza

Un Pacto de Progreso abriría camino para acabar con la reforma laboral, y crearía mejores condiciones para dar una solución al problema de los bajos salarios y la precariedad.

Solución que sólo puede venir aplicando unas políticas de redistribución de la riqueza. No hay bajos salarios, ni empleo precario, porque no haya recursos ni riqueza para otra cosa; sino porque la inmensa mayoría de la riqueza que se crea se la apropia un puñado de banqueros, monopolios y el capital extranjero. Son necesarias medidas para que devuelvan parte de ella a la economía nacional y al servicio de los ciudadanos. Tales como:

La redistribución salarial, imponiendo un salario máximo de 10.000 euros para que nadie cobre menos de 1.000 euros netos al mes.«Un Pacto de Progreso abriría camino para acabar con la reforma laboral, y crearía mejores condiciones para políticas de redistribución de la riqueza»

Una reforma fiscal progresiva para que bancos, monopolios, grandes fortunas y multinacionales paguen un Impuesto de Sociedades del 50% y hasta el 75% en el IRPF. Persiguiendo el fraude y la evasión a paraísos fiscales.

Una gran banca pública a partir de Bankia y la recuperación del dinero (más de 120.000 millones de euros) del rescate financiero.

Con éstas y otras medidas –como la auditoría, renegociación y moratoria de la deuda pública- podríamos disponer de recursos suficientes para invertir en la economía nacional productiva, en la reindustrialización vinculada a las nuevas tecnologías y las energías renovables y reactivar el crédito y las ayudas para las pymes y el campo. Y, por lo tanto, para crear riqueza y empleos de calidad, indefinidos y sostenibles.

Precariedad laboral

La precariedad laboral es parte estructural del nuevo mercado de trabajo. Un hecho que los datos confirman cada día.

En los dos primeros meses de 2017, más del 90% de los 3,1 millones de contratos que se firmaron han sido temporales. Según un estudio de UGT, la tasa de temporalidad llega al 26,5%, casi 5 puntos más desde que se puso en marcha la última reforma laboral.

De cada 10 contratos nuevos que se firman, 9 son temporales y solo uno indefinido. La duración de los contratos temporales es cada vez menor: la duración media se ha reducido en 30 días en los últimos ocho años; y uno de cada cuatro dura 7 días o menos. Este es el primer factor de precarización. El segundo es la contratación a tiempo parcial. El 95,5% de los contratos temporales son a tiempo parcial.«La mayor parte de trabajadores temporales son trabajadores que han perdido su trabajo y vuelven a ser contratados con sueldos mucho más bajos de los que tenían antes».

Pero la precarización del mercado de trabajo es de mucho más calado, como demuestra la profesora de la Universidad de Alcala de Henares, Inmaculada Cebrián, en su libro “Precariedad y empobrecimiento…”. Cebrián da un dato demoledor: el 60% de los contratos indefinidos firmados desde 2005 a 2015 no superan los 2 años. Es lo que llama “temporalidad empírica”. O dicho en plata, la mayoría de los contratos que se presentan como indefinidos actúan de hecho como contratos temporales, precarios.

La contratación temporal y a tiempo parcial se ha convertido en parte estructural del mercado de trabajo porque son un instrumento fundamental para sustituir empleo fijo por temporal, para rebajar el coste del despido y la rebaja salarial. La mayor parte de trabajadores temporales son trabajadores que han perdido su trabajo y vuelven a ser contratados con sueldos mucho más bajos de los que tenían antes. El salario medio de los trabajadores temporales es un 36,6% inferior a los sueldos de trabajadores fijos.

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