Cine

P hace un Guiño al tio Óscar

Tener o no un oscar de Hollywood ya sabemos que no es algo definitivo ni determinante en la historia del cine. Que no se lo dieran nunca a Hitckcock no ha evitado que el genio del suspense sea un maestro industible y que buena parte de sus pelí­culas no galardonadas figuren hoy en dí­a entre las mejores de todos los tiempos. Pero, bueno, que una actriz española acabe lográndolo -lo que todaví­a no ha ocurrido nunca- señala un logro simbólico que no hay necesariamente que relativizar ni minusvalorar. Sobre todo, porque Penélope Cruz ha demostrado, sin duda alguna, que lo merece.

Con notables altibajos, la carrera artística de Penéloe Cruz ha tomado, sin embargo, en los últimos años un vuelo de gran altura. Quizá mucho más elevado de lo que muchos esperaban de ella y con registros que nadie, o muy pocos, le concedían de antemano. Su fase de formación como actriz es notable y, para mí, queda enmarcada entre dos momentos memorables en los que se aprecia una notable evolución interpretativa: va desde los papeles iniciales como sex-símbol en "Jamón, jamón"(1990) de Bigas Luna o de niña consentida y seductora en "Belle Epoque" (1992), de Fernando Trueba, hasta el célebre papel de Sofía en la compleja y exitosa película de Amenábar "Abre los ojos" (1997). En esa transición cuaja una mirada que taladra la pantalla y una intérprete capaz de hacerse cargo de un papel sofisticado y valiente. El formidable éxito nacional e internacional de la película de Amenábar le ayudará además a proyectar su imagen a escala global. En 1998, con "La niña de tus ojos", otra vez con Fernando Trueba, repetiría una gran actuación, llena de espontaneidad, gracia y desparpajo, con la que obtendría su primera estatuilla de los Goya. Y luego, en 2000, vendría su marcha a Hollywood, una aventura nada exitosa, sentimental y artísticamente nada memorable: una "pesadilla" de la que, sin embargo, despertaría súbitamente, en 2006, con una actuación que marca su plena irrupción en el elenco de las mejores actrices contemporáneas: el papel de Raimunda en "Volver", de Almodóvar, donde el manchego la impulsa a erigirse al nivel de una verdadera "mamma" del neorrealismo italiano. Con su Raimunda; Penélope ya fue nominada por primera vez a un oscar de Hollywood. En 2008 Penélope volvería a realizar otro papel protagonista de verdadero relieve: sería en "Elegy", la adaptación que Isabel Coixel llevó a cabo, con notable eficacia, de un relato de Philip Roth. Pero quizá donde efectivamente mejor se puede calibrar la madurez, la energía y el talento interpretativo alcanzado por Penélope Cruz es en el papel con el que acaba de ser nominada, por segunda vez, a un oscar: el que lleva a cabo en "Vicky Cristina Barcelona", de Woody Allen. Y lo digo no sólo porque su actuación sea memorable, sino porque es su papel el que levanta, da hondura, consistencia y dramatismo a una película que, hasta su irrupción, tiene un perfil francamente bajo para lo que es una entrega habitual de Woody Allen. Es Penélope Cruz, en una película repleta de "monstruos interpretativos" (Javier Bardem, Scarlett Johansson…), no sólo la que cuaja la interpretación más intensa y decisiva, sino la que "eleva" la película a un nivel aceptable, incluso brillante. Un trabajo así sólo puede realizarlo una actriz con verdadero talento y con un cierto sello de grandeza. Sin duda se merece el oscar y esperemos que se lo den.

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