OTRA VEZ LOS NIÑOS

Hoy se repite a las puertas de Europa con los niños de Siria lo que viene siendo el sello de clase que la historia de las guerras ha dejado por escrito. Pero el fenómeno no parece ir a menos, en un informe de Naciones Unidas de 2015 se alertaba de la creciente cantidad de muertes civiles, especí­ficamente mujeres y niños en los conflictos actuales.

Particularmente en Siria, Irak, Sudán del Sur, República Centroafricana y el lejano Yemen: donde cada hora aumentan las víctimas civiles y son asesinados o mutilados un promedio de ocho niños al día. Unicef informa por su parte de que unos 230 millones de niños crecen en conflictos bélicos. Durante la Guerra de 1936 y en sus años posteriores, en España fueron robados unos 30.000 niños, arrebatados a madres republicanas encarceladas o asesinadas.

La práctica del robo de niños continuó incluso después del franquismo habiendo denuncias actualmente entre los sectores más desprotegidos de la población (según informa Adelante Bebés Robados). El insoportable espectáculo que estamos presenciando hoy desde Siria, y que los grandes medios de comunicación parecen no querer sacar a la luz, hace recordar sin paliativos que la naturaleza y la lógica de las guerras en el capitalismo no ha variado ni un ápice. Los episodios históricos del Holocausto, de la Guerra del Vietnam o de cualquier otro conflicto, no son historia, son actualidad. Quienes enfrentan a unos países contra otros para repartirse ganancias o controlar fuentes de riqueza tienen hoy, igual que ayer, la misma lógica inhumana según la cual la vida no tiene ningún valor, tampoco la de los niños.

LOS NIÑOS DE MOSCÚ

La otra mirada sobre el mismo problema podemos encontrarla en la exposición que se celebró en el Instituto Cervantes de Moscú hace ahora un año. Una muestra organizada con la colaboración de la Asociación Archivo de Guerra y Exilio (AGE) y la asociación de memoria de los descendientes de los Voluntarios Soviéticos participantes en la Guerra Española de 1936-1939. De foto en foto, de documento en documento, la exposición hacía un recorrido por la vida de estos niños desde su llegada a los orfanafos rusos a los que aún hoy llaman “casas de niños” en las que se les impartía clase en castellano. Imágenes de los orfanatos con niños jugando, cantando, durmiendo, practicando deporte en los que se combinan cartas a sus padres diciendo que “aquí comemos bien”. Más de 3.000 menores españoles evacuados durante la guerra fueron refugiados en la URSS. Distribuidos en unas 13 o 14 “casas de niños” especialmente construidas para ellos, muchas cerca de Moscú, donde según relatan algunos niños “tuvimos suerte el clima era parecido al de España y teníamos el mar, aprendimos a nadar en el Mar Negro, nos daban de comer muy bien, íbamos todos vestidos iguales”.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial el nuevo Director Miguerdichev organizó una expedición que duraría casi un mes para llevarlos, sorteando a los nazis que habían cortado las líneas férreas y a través de distintas embarcaciones y trenes con heridos de guerra, hasta Sarátov. Poniéndolos a salvo después de muchas dificultades y bajas. En condiciones de desorden político, parálisis económica e invasión militar externa, las instituciones y los hombres de la primigenia Rusia socialista cuidaron siempre y contra los elementos y la guerra, de los niños refugiados españoles que aún hoy relatan las anécdotas de su viaje. La moderna Europa, con cien años de adelanto, traspapela miles de niños sirios de los que nadie revela información ninguna.

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