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OTAN: intervención sí­… pero sin nosotros

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, estaría dispuesto a comenzar la intervención para castigar al gobierno sirio por el uso de gas venenoso. Pero no puede. La alianza militar que preside está de brazos cruzados y en compás de espera. Mientras el jefe de la diplomacia de la OTAN está convencido, en base a la documentación de los servicios secretos, de que el régimen de Assad permitió la utilización de granadas con gas venenoso en sus ataques, la mayoría de los 28 socios de la OTAN no se atreven y prefieren esperar la decisión EE.UU., potencia líder de la Alianza.

Rasmussen exige intervenir para disuadir a otros dictadores del uso de armas químicas. Una interpelación que, aunque no de forma explícita, va dirigida a EE.UU. y las potencias de la OTAN capacitadas para emprender un ataque dirigido contra las posiciones del presidente Assad.

Como organización, la OTAN no puede actuar. Sólo interviene cuando los países miembros se ponen de acuerdo y piden protección. Pero falta mucho para que así suceda y eso es precisamente lo que frustra a Anders Fogh Rasmussen que, durante su época al frente del gobierno de Dinamarca, apoyó a George W. Bush para la invasión de Irak. Al contrario de la intervención en Libia hace dos años, actualmente no hay mandato de Naciones Unidas para justificar el derecho al uso de la violencia. En la guerra de Kosovo en 1999 sí se intervino sin mandato de la ONU. En aquel momento los miembros estaban de acuerdo y EE.UU. pudo actuar con decisión.

En el caso de Siria, la situación es más complicada. La Alianza no cuenta con una base firme por varias razones: Gran Bretaña y Alemania no participarían en un ataque contra Siria y Francia sería el único miembro europeo de la OTAN que apoyaría a EE.UU. Si Anders Fogh Rasmussen exige la intervención de la Comunidad Internacional, la Alianza aparece en escena como un mero espectador. Justamente lo contrario de lo que pretendía ser la “nueva” OTAN tras el final de la Guerra Fría. Entre los miembros de la organización hay cierta aversión a una nueva aventura “Out of Area” tras el desgaste de la guerra en Afganistán. Nadie está dispuesto a afrontar riesgos incalculables y eso no lo cambia las exigencias del secretario general de la Alianza.

El único papel que mantiene la OTAN al margen del conflicto sirio es la protección de Turquía como miembro de la organización. Misiles de defensa Patriot procedentes de Alemania, Holanda y EE.UU. han sido estacionados en el sudeste de Turquía a petición de Ankara. Si escalase el conflicto y Siria tratase de atacar Turquía, las cartas se repartirían nuevamente. Entonces se trataría de una situación contemplada en el “Casus foederis” (caso de alianza) del artículo 5 de la Carta de OTAN. En ese caso, la Alianza no sólo podrá limitarse a mirar.

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