Elecciones en Israel

Oriente Medio contiene el aliento

Según el prestigioso escritor Amos Oz, Israel afronta hoy «los comicios más trascendentales de su historia». Y ciertamente nunca como hasta ahora los resultados electorales podrí­an tener un efecto más nefasto sobre la estabilidad de Oriente Medio y en proyección, del mundo, si se confirma la victoria de los sectores más tenebrosos e incendiarios del sionismo.

Dejando al margen los vínculos que unen a una y otra oción electoral con las distintas líneas del hegemonismo norteamericano, y como la victoria de Netanyahu podría significar la inmediata involución de los esfuerzos de la administración Obama por estabilizar Oriente Medio, poniendo en graves aprietos a la “diplomacia inteligente” del Departamento de Estado, lo cierto es que ahora mismo Israel vive un auténtica ola reaccionaria, donde el debate político se libra entre las distintas estirpes del sionismo –el nacionalismo étnico israelí-. Obviada por los medios de comunicación occidentales, existe claro está una izquierda israelí, pacifista ,partidaria de establecer una convivencia justa con Palestina, con una firme implantación en sectores ilustrados de la sociedad hebrea, como la universidad, o de la quinta parte de la población israelí, de origen árabe, que se oponen con fuerza a la opresión hacia Palestina y tratan de organizar una contracorriente entre la sociedad civil, lo cierto es que hoy día esos sectores se tienen que enfrentar a una correlación de fuerzas adversa, muy adversa. Según las encuestas, el partido pacifista Meretz se llevaría como mucho siete escaños, y los partidos árabes como máximo seis. La realidad es que el sionismo más reaccionario es hoy el denominador común de los partidos que rivalizan hoy por ganar el gobierno de Tel Aviv. Las escisiones del Likud, partido tradicional de la derecha sionista, han generado a sus máximos rivales. Del Likud proceden la ministra Livni y el primer ministro Olmert, que de la mano de Ariel Sharón, se escindieron del Likud para formar el Kadima y poder llevar una política más pragmática, realista y flexible con los designios de Washington. Otra rama quebrada es Israel Beitenu, el partido ultranacionalista de Avigdor Lieberman, que se postula como la tercera fuerza política y el partido bisagra del escenario postelectoral. Los laboristas de Ehud Barak tampoco se libran de compartir los postulados esenciales del nacionalismo étnico judío. De la mano de estos partidos –vinculados todos ellos sin excepción no sólo a la oligarquía israelí sino a distintas líneas del hegemonismo norteamericano-, la sociedad israelí ha sido enajenada y embutida en una ideología cada vez más reaccionaria. El Estado de Israel ha colocado una gruesa venda en los ojos y un ponzoñoso cerumen en los oídos de los ciudadanos israelíes, deformando la realidad a la que les permiten tener acceso. Ha inoculado el miedo y el odio llegando en ocasiones al paroxismo. En el apoyo casi cerrado –con honrosas excepciones, seguramente muchas más de las que nos han llegado- de la población israelí a la Operación “Plomo Fundido” influyó notablemente el veto informativo de los medios israelíes, la censura de facto a la que sometieron a la opinión pública. La imposibilidad de los reporteros israelíes o internacionales de entrar en Gaza durante casi todo el conflicto –pudiendo finalmente hacerlo “incrustados” en las tropas del Tsahal- o la prohibición de difundir según qué fotografías de la masacre en Gaza serían ejemplos suficientes, pero hay algunos más vehementes -y repugnantes-. En el programa de humor “Eretz Nehederet”,de máxima audiencia, llegaron a burlarse en los momentos más crudos de la masacre de la cantidad de muertos que el ejército y la aviación israelí causaban en Gaza, cuyo recuento iban mostrando como si tratara de un evento deportivo. Las imágenes mostraban también la parodia de un miembro de Hamás en una guardería de Gaza como un “criadero de escudos humanos”. El programa fue clausurado finalmente ante las protestas recibidas, pero su sola existencia nos habla de la propaganda constante, persistente y penetrante de los aparatos ideológicos de Israel por insensibilizar a la población ante el dolor palestino, por cosificar al enemigo…algo en lo que la propaganda nazi demostró ser una consumada experta. Por eso, declaraciones como las de Netanyahu, que defiende que un Estado Palestino crearía una inseguridad estructural para Israel, que declara abiertamente sus intenciones de "derrocar" el régimen de Hamas, ocupando de nuevo Gaza, y que tampoco descarta una operación militar contra Irán, son contestadas como “diferencias políticas” y no como exabruptos incendiarios, porque forman parte del patrimonio común de la partitocracia oficial sionista. O Lieberman, líder de la cada vez más influyente minoría rusa -que dio sus primeros pasos en el Kach, un partido ilegalizado por sus posturas manifiestamente racistas- puede desplegar toda su nauseabunda retórica anti-árabe sin que nadie le meta en la cárcel por incitar a acciones claramente fascistas. No sólo propone que los ciudadanos arabe-israelíes tengan que jurar su lealtad a Israel so pena de perder la nacionalidad, sino que ha llegado a defender la ejecución de los diputados árabes que entablen contactos con Hamás y que se lance a los presos palestinos al mar Muerto. Y todo indica que –gane Netanyahu o de Livni una sorpresa final- será igualmente Lieberman quien tenga la llave de la gobernabilidad de Israel. De hecho el ultraderechista, sabedor de su condición no cierra la puerta a nadie y aún no ha dicho con quién se casará. Nefasto augurio para el pueblo palestino y también para el israelí, pero también para Oriente Medio y el mundo. Cabe preguntarse también si en la Casa Blanca están dispuestos a tener semejantes interlocutores en Tel Aviv. Pero esperemos al resultado electoral… y a los idus de marzo.

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