“Alberto vale para todo”. Esa es la frase más repetida por el coordinador andaluz de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, cuando desde el pasado verano y tras el pinchazo en las elecciones europeas se le ha preguntado por la posibilidad de que el diputado malagueño Alberto Garzón diera un paso al frente para asumir la candidatura en las próximas generales. No es ningún secreto que la federación andaluza de IU, la más potente y que representa casi a un 40% de la militancia, lleva meses haciendo un trabajo callado a favor del cambio generacional y promocionado a Garzón como la alternativa.
Un día antes del Consejo Político Federal en el que Cayo Lara anunciara un paso atrás y confirmase que no optaría a las primarias para elegir candidato en las elecciones generales, la imagen fue de lo más elocuente. Una vez más, Maíllo y Garzón compartían acto en el Paraninfo de la Universidad de Málaga en una conferencia titulada “Encuentro para un nuevo país”. No es nada raro. Desde hace meses, el coordinador regional de Izquierda Unida se ha encargado personalmente de brindar paraguas territorial a Garzón y defenderlo como el mejor altavoz de la federación andaluza en Madrid. Si Garzón tiene un anclaje fuerte en su ascenso a la dirección federal, está en Andalucía.
Es “una persona extraordinaria”, tiene todo “mi respaldo”, es el político “más brillante que hay en estos momentos en la formación”, con él “estoy muy cómodo”, “lo apoyo completamente”. Son algunas de las valoraciones públicas que desde junio Maíllo ha brindado a Garzón en la escenificación buscada y auspiciada por IU de un tándem político a favor de la regeneración del partido. Desde Andalucía, la federación de izquierdas, en gobierno de coalición con el PSOE en la Junta, ha defendido sin ambages en privado la necesidad de un paso “al lado” de Cayo Lara. El debate interno llevaba meses produciéndose y los resultados de las elecciones europeas, que consagraron el ascenso de Podemos, acabaron por impulsar la operación Garzón.
Desde Andalucía defienden que Izquierda Unida necesita un cambio “tranquilo” como el que se dio en esta federación hace año y medio. Fue en diciembre de hace dos años cuando el entonces coordinador regional, Diego Valderas, anunció que no volvería a disputar la dirección del partido. Supuso un relevo sin grandes sobresaltos ni guerras internas y fratricidas, tan propias de Izquierda Unida. Valderas pasó a desempeñar su papel institucional como vicepresidente de la Junta y Maíllo fue ganando espacio político y asumiendo el control del partido, incluso en lo que se refiere a las relaciones con sus socios de gobierno y Susana Díaz, quizás uno de los aspectos más complicados, porque la socialista nunca se lo ha puesto fácil, pues prefería el trato con la vieja guardia.
Cuando este relevo andaluz comenzó a cuajar, Izquierda Unida acuñó la tesis de que el cambio generacional que se había desarrollado en esta comunidad debía cruzar Despeñaperros. Con cuidado de no pisar callos y midiendo bien no abrir heridas con Cayo Lara, la dirección regional de Maíllo ha trabajado claramente para promocionar al diputado malagueño. De él defiende el líder andaluz que es el mejor preparado, ensalza su formación y señala que es “reflejo de esta época” y “producto de la sociedad actual”. Desde IU Andalucía defienden que en la cúpula federal el relevo debería producirse sin grandes broncas internas y contraponen lo ocurrido aquí con las graves tensiones internas que sufre el partido en Madrid.
Garzón, ronda de consultas
Garzón ha abierto una ronda de consultas y ha pedido tiempo antes de dar un paso al frente, pero en IU Andalucía pocos dudan de que así lo hará, ni tampoco de que Maíllo será uno de sus grandes aliados. La sintonía personal es total y el líder andaluz cuenta con el diputado malagueño “para todo”, confirman fuentes del partido. La conexión es mutua. Incluso en cuestiones más allá de la política, el coordinador regional aparece destacado en el listado de agradecimientos de su libro, La Tercera República, una hoja de ruta política que es toda una declaración de intenciones sobre hacia dónde debe, a su juicio, caminar España.
Maíllo y Garzón no son de la misma generación. El aspirante a liderar el partido, licenciado en Ciencias Económicas, tiene sólo 29 años. El coordinador andaluz, profesor de Latín, lo supera en casi dos décadas de edad, pero ambos han irrumpido en los órganos de dirección de IU casi al unísono y con una gran novedad: ninguno formaba parte del núcleo duro ni representaba cuota de unas familias que internamente desde hace décadas se disputan cíclicamente el poder. La dirección andaluza ha cerrado filas con el discurso público de Garzón, designado responsable del Proceso Constituyente y de Convergencia de IU, de acercamiento a Podemos.
En IU Andalucía abrazan la tesis política de que sólo desde la unión de fuerzas con el partido de Pablo Iglesias, que llama a Garzón “amigo”, llegará la verdadera alternativa al bipartidismo. Quizás ya, a la luz de las encuestas, esta sea la única tabla de salvación para evitar el naufragio electoral. Este relato político tiene todavía grandes detractores internos en el partido. Muchos temen que IU acabe engullida por Podemos y alertan del exceso de guiños y la podemitis. Incluso cuando Garzón encendió las alarmas el pasado junio tras una entrevista en El Mundo, en la que llegó a defender que “las siglas eran prescindibles”, la dirección andaluza lo matizó pero cerró filas con el diputado por Málaga. La operación Garzón ya estaba en marcha y desde luego ha partido desde Andalucía.