Literatura

Onetti en «el pozo»

La figura de Onetti, como la de todos los grandes escritores, «crece» con el paso del tiempo. La perspectiva permite «medir» mejor su carácter único, decisivo y precursor. Tal y como lo han reconocido, sin ambages, desde Garcí­a Márquez a Julio Cortázar, desde Vargas Llosa a Caballero Bonald. No le falta razón, en efecto, a Vargas Llosa cuando afirma, en un ensayo reciente, dedicado al uruguayo, que Onetti es el verdadero creador de la novela moderna en Hispanoamérica, y que, en concreto, su primera obra, «El Pozo», es «la primera novela moderna de América latina».

Onetti, nacido en Montevideo el 1 de julio de 1909, nunca tuvo el brillo de los García Márquez, Carlos Fuentes o Borges, siemre quedó segundo en los concursos y sus pares casi nunca lo reconocieron en vida (Borges ni siquiera lo votó cuando fue jurado en el Premio Cervantes). Pero su impronta de predecesor es indiscutible. Fue el primero que incorporó a las letras hispanoamericanas el legado de Faulkner. Su Santa María precedió a Comala o Macondo. Huyendo del costumbrismo y el localismo se dio de bruces con la modernidad, en un continente en el que hacendados o pamperos seguían dominando los argumentos temáticos de la novela.Para acercarse al mundo narrativo de Onetti lo mejor es –como casi siempre- empezar por el principio. Y el principio es una novelita, publicada en 1939, titulada “El Pozo”, que Onetti comenzó a escribir en Buenos Aires mientras trabajaba en una fábrica de silos para la industria alimentaria. Aquel primer relato se perdió, en uno de los muchos traslados de Onetti entre Buenos Aires y Montevideo, de modo que la edición que conocemos es una reconstrucción posterior.“El Pozo” es la metáfora de donde está hundido el narrador y protagonista, Eladio Linacero, un fracasado (en su vida sentimental y familiar, en su aspecto profesional, en su faceta social), que harto de una vida que sólo conduce a corromperse y convencido de la inutilidad de todo intento de comunicarse con los demás, crea sin embargo un medio para liberarse de alguna manera del tedio cotidiano y del vacío de la existencia: fantasear, inventar historias, crear ficciones… La crítica ha relacionado “El pozo” con obras como “La náusea” de Sartre o “El extranjero” de Camus, escritas por esta misma época, pero que Onetti sólo conoció muchos años después. Pero allá donde los portavoces del existencialismo no encontraban remedio alguno a la angustia y vacío vital de sus personajes, el anihéroe onettiano sí dispone de una última vía de escape: viajar a la ficción.Si, como asegura Vargas Llosa, los distintos relatos de Onetti “pueden leerse como capítulos de un vasto y compacto mundo imaginario”, “El Pozo” bien podría entenderse como el pórtico imprescindible hacia ese mundo. Una obra clave de un escritor extraordinario, cuyo centenario debería servir para impulsar su conocimiento.

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