Elecciones vascas

¿Oleada «independentista» en Euskadi?

El PNV, encabezado por Urkullu, ha ganado las elecciones vascas. Bildu, capitaneada por la antigua Batasuna, se ha convertido en la segunda fuerza polí­tica en Euskadi. Todos los analistas, de Bilbao y de Madrid, coinciden en señalar que al calor del «histórico avance del voto nacionalista», Euskadi va a convertirse tras la estela abierta por Mas en Cataluña en el segundo frente disgregador. ¿Pero realmente han cambiado tanto las cosas en Euskadi? ¿Se ha roto realmente el equilibrio histórico del voto a favor del independentismo?

El PNV se presenta como el gran triunfador de estas elecciones. Y, efectivamente, va a recuperar un poder autonómico perdido. Pero lo hace al precio de conseguir tres escaños y 16.000 votos menos que el catastrófico resultado cosechado por Ibarretxe en 2.009.

Por eso Urkullu se ha esforzado por aparecer en campaña como un moderado que ha evitado como la peste cualquier salida de tono soberanista. «Bildu ha sacado 100.000 votos menos que en 1.986… ¿dónde está el “avance histórico” del independentismo en Euskadi?»

Muchos se alarman de que Bildu, la nueva marca electoral de Batasuna, haya pasado de ser una fuerza ilegalizada a convertirse en el segundo partido vasco en votos.

“Nunca habían conseguido tantos votos”, repiten casi todos. Y casi todos se equivocan.

En las autonómicas de 1986, HB sacó 199.900 votos. Y Eusko Alkartasuna, que ahora está integrada en Bildu, 181.175.

En total 380.175 votos. Pues Bildu ha cosechado más de cien mil votos menos que la suma de sus integrantes hace 26 años.

Nadie puede negar que el voto nacionalista se ha incrementado. Y que eso supone un serio problema.

Pero el “vuelvo independentista” de Euskadi, pregonado por unos y otros, no es tal. Si sumamos todo el voto nacionalista –entre los que hay como mínimo algunos miles que no votarían sí en un referéndum por la independencia-, el resultado es sólo 18.529 más que en las autonómicas de 2.005.

Esto no es lo que se llama un avance espectacular.

¿Cuántos votos menos habría tenido el PNV si Urkullu hubiera hecho campaña con la careta independentista de Ibarretxe y no con la “piel de cordero” que ha exhibido?

¿Cuánto habrían descendido los votos de Bildu si no estuviéramos en el final de ETA? ¿Qué hubiera pasado con el terror en acción?

La hegemonía nacionalista en el parlamento vasco –con dos de cada tres diputados- no se corresponde con la realidad de la sociedad.

Interviene la estrepitosa caída del PSOE, la pérdida, aunque moderada, de votos del PP –ambos por aplicar a pies juntillas los recortes del FMI y Merkel-. Y la desintegración de IU, fracturada en tres bloques y sufriendo la sangrante herencia de Madrazo.

Mientras que el voto nacionalista se ha concentrado en solo dos opciones –PNV y Bildu-, el voto no nacionalista se desperdiga en muchas, entre ellas 80.000 votos a partidos extraparlamentarios.

Urkullu utilizó el último día de campaña para anunciar su “entrevista secreta” con Artur Mas –en la que supuestamente se coordinaron para formar un frente disgregador-, y para advertir que “vienen años difíciles para Euskadi”, anticipando severos recortes.

Pero no tiene la cómoda mayoría absoluta que disfruta Rajoy. Si pacta con Bildu difícilmente podrá ejecutar el paquete de recortes que exigen el FMI y Bruselas. Y si llega a un acuerdo con el PSE no podrá sumar a Euskadi a la senda soberanista abierta por Mas.

No. En Euskadi la batalla no está todavía decidida. Apenas ha comenzado ahora.

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