Neil Armstrong

«Oh, Dios, que buen vasallo, si oviesse buen señor»

Estas palabras del Cantar del Mio Cid sirven para separar el homenaje a Neil Armstrong, del verdadero significado de la llegada a la Luna

Estos días se le ha rendido homenaje al comandante Neil Armstrong, el primer hombre que puso el pie en la Luna. El valor de la hazaña y su significado para la historia de la humanidad es indudable. Visto desde la perspectiva de un pequeño grupo de hombres atravesando el espacio entre la Tierra y nuestro satélite, aún con toda la superpotencia norteamericana detrás, son muchos los aspectos que se convierten en un referente y un ejemplo de la lucha del hombre contra la naturaleza por conocer y comprender sus leyes, ampliando el conocimiento más allás de los límites que inevitablemente se nos presentan a cada paso.

Pero esta gesta no puede comprenderse dentro de la burbuja colectiva que la maquinaria de propaganda norteamericana ha creado entorno a la llegada a la Luna: una carrera científica en los límites del conocimiento, y enmarcada en la demostración al enemigo soviético de que “Occidente” iba a quedarse a la zaga del “terror soviético”. Claro que tuvo un papel propagandístico sin precedentes, pero no fue éste su motor principal, ni lo fue “el espíritu de superación”. Nada puede comprenderse pensando de esta manera.

Los hombres y mujeres que han hecho posible el desarrollo del conocimiento científico suponen tanto un ejemplo y como la punta del iceberg del esfuerzo colectivo de toda la humanidad. Pero es indispensable separar esto de cuál es el motor hoy del desarrollo científico técnico, que no es la lucha de la humanidad por mejorar su existencia. Para ello, el homenaje a Neil Armstrong es un excelente ejemplo.

Cómo evitar otra crisis del 29

La carrera espacial supuso la punta de lanza del proyecto de EEUU para hacer frente al enemigo soviético, arrastrándolo a una maratón de desfonde económico, y una elaborada estrategia para evitar una de sus principales debilidades, las crisis.

El mundo posterior a la II Guerra Mundial se traduce en la existencia de un mundo bipolar férreamente organizado, estructurado y jerarquizado bajo la enorme concentración de poder político y militar de cada una de las dos superpotencias. Esa extraordinaria concentración de poder permitió que una parte sustancialmente importante de la ingente acumulación de capital fuera dirigida hacia una desenfrenada carrera de producción de armamentos y desarrollo espacial.

La consecuencia fue, no solo el incremento desorbitado del poder militar de ambas superpotencias, y con ellos su dominio mundial, sino también la canalización, a través de la inversión continua, de la enorme masa de capitales generados en cuatro décadas de expansión, evitando así el estallido de una crisis como la del 29.

En 1950 el gobierno de Truman adopta las conclusiones del informe secreto CSN-68, del Departamento de Defensa y del Estado. El informe abogaba por un incremento del 400% de los gastos militares, manteniendo su incremento de manera constante en el tiempo, de modo que dicha inversión, centralizada por el Estado, en unión con las mayores corporaciones, permitiera aumentar la tasa de beneficio, crear nuevas tecnologías que podían ser transferidas a la industrial civil y apuntalar las políticas económicas de tipo keynesiano, que habrían de servir para hacer frente al inicio de las recesiones y los ciclos de desaceleración. «Hasta la actual crisis han sabido evitar no inevitable «

Una forma privilegiada de subvención del cambio tecnológico, en el que una parte sustancial del capital necesario para los enormes gastos en investigación científica son asumidos por el Estado. El complejo militar-industrial pasó a actuar como contratista y fabricante privilegiado, cuyos beneficios revertirían posteriormente en la industrias civil a través de la transferencia flexible y dinámica de tecnología punta reconvertida de su uso originario militar al campo de la producción de bienes de equipo y de consumo.

Ha sido la carrera armamentística, sus ingentes niveles de gasto militar, y el necesario desarrollo científico-técnico lo que ha actuado en estas décadas como estímulo constante para la economía norteamericana. Evidentemente, el enemigo soviético no pudo sostener el pulso. Sin embargo, hasta el estallido de la actual crisis, EEUU ha sabido evitar lo inevitable. Pero como la ley de la gravedad, las leyes del capitalismo han acabado haciendo caer la manzana. Pero esa ya es otra cuestión.

Lo cierto es que nada de esto quita valor al significado científico y tecnológico de gestas como la de Armstrong, más bien al contrario, permiten comprender cómo el potencial de desarrollo es enormemente mayor si se pone al servicio exclusivo del conocimiento y la mejora de las condiciones de vida y existencia de todos.

La industria civil

La muestra más evidente de esta estrategia es la cantidad de mercancías y avances tecnológicos que hoy en día forman parte de la cotidiano y que, sin embargo, provienen de la producción militar y espacial.

El termómetro infrarrojo que se utilizaba para chequear la salud de los astronautas, se aplica hoy en día en modernos termómetros que se introducen en el conducto auditivo e informan de la temperatura corporal en menos de dos segundos.

La medicina se benefició de un dispositivo que corrige anomalías, de un marcapasos que recibe señales del exterior, del láser utilizado en las angioplastias y los tratamientos odontológicos para restaurar piezas dentales. La misma tecnología que utilizan los satélites.

Materiales de todo tipo, como vidrios y plásticos que no se rayan, ni se rompen, utilizados en los cascos y cabinas de los astronautas: vidrios de seguridad, cascos resistentes, gafas irrompibles, lentillas blandas pero resistentes…

El tejido de los trajes espaciales y el polvo que transforma la orina en gel tuvo aplicación en los pañales y las toallitas higiénicas. La tecnología desarrollada ante las dificultades de utilizar agua en el espacio en determinadas condiciones, dio lugar a la pasta dentífrica que no necesita agua ni produce espuma, la técnica de irradiar alimentos para su conservación, el horno microondas, las bolsas herméticas…

Bomberos, pilotos de Fórmula 1 y de aviones de combate utilizan derivados del traje espacial, que aseguran la refrigeración del cuerpo. Las técnicas de purificación del agua de las estaciones espaciales es utilizada en muchas ciudades, incluso a nivel doméstico.

También provienen del desarrollo espacial los modernos controles de esterilización utilizados en hospitales y laboratorios, los taladros y herramientas similares, y la tecnología de transmisión de audio y vídeo, y los GPS.

Neil Armstrong nació en 1930 en Ohio (EEUU). Con 17 años comenzó a estudiar ingeniería aeroespacial en la Universidad de Purdue, hasta que el Ejército le reclamó. Se entrenó como piloto de la Marina, participando, a partir de 1951 diversas misiones en la Guerra de Corea.

En septiembre de 1962, la NASA le reclutó como parte de su segundo grupo de astronautas, los llamados Nuevos Nueve (New Nine). Su primera misión espacial fue la Gemini 8, y también fue parte del Gemini 11, antes de ser asignado como comandante del Apolo 11.

Después, Armstrong se dedicó a dar clases en la universidad y a distintos negocios. En noviembre de 2011, Armstrong recibió junto a sus compañeros de la misión a la luna en julio de 1969, Buzz Aldrin y Michael Collins, la medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos.

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