Declaraciones de la Casa Blanca sobre Irán

Obama sube el tono pero guarda la ropa

El recrudecimiento de los incidentes en Irán en los últimos dí­as -en la que los violentos choques con las fuerzas del régimen han dejado un saldo de 17 muertos- ha alimentado en los pasillos de Washington a las voces que pedí­an un endurecimiento de la comedida postura de la Casa Blanca, tanto en las filas republicanas como en las demócratas. Ayer el presidente norteamericano pareció hacer una concesión a estas voces, y elevó el tono de sus crí­ticas a Teherán. «Estados Unidos y la comunidad internacional están horrorizados e indignados por las amenazas, los apaleamientos y las detenciones de los últimos dí­as. Condeno profundamente estas acciones injustas», dijo Barack Obama en una conferencia de prensa en la Casa Blanca.

"He dejado claro que Estados Unidos reseta la soberanía de la República Islámica de Irán y en absoluto interfiere en sus asuntos internos”, comenzó diciendo Obama, en el mismo tono prudente con el que EEUU ha tratado hasta ahora la crisis electoral iraní; pero luego elevó su voz y dijo: “Pero también rendimos testimonio del coraje y la dignidad del pueblo iraní y de una significativa apertura dentro de la sociedad iraní". "El pueblo iraní tiene derechos de manifestación y de expresión. Si el Gobierno iraní” -advirtió Obama- "pretende el respeto de la comunidad internacional, tiene que respetar esos derechos y escuchar el deseo de su propio pueblo".El discurso de la Casa Blanca se endureció significativamente comparada con la tibieza de la semana pasada: "En 2009 ningún puño de hierro es suficientemente fuerte para impedir que el mundo sea testigo de esta pacífica búsqueda de justicia", dijo el presidente, reconociendo que se había sentido “impactado y horrorizado” ante las violentas imágenes que llegaban desde Irán, en especial con el de la muerte de la joven manifestante Neda Agha Soltan, profusamente difundida por los medios. Que EEUU de lecciones de democracia no es algo nuevo, pero ciertamente la superpotencia ha conseguido que tengan mucha más credibilidad en boca del actual presidente que del anterior. Sin embargo, las palabras de Obama no han cruzado la verdadera línea roja que puede llevar realmente a tirar a la basura los esfuerzos diplomáticos con Teherán que han marcado los últimos meses. La postura oficial de Washington sigue sin cuestionar los resultados electorales iraníes. En la comparecencia, Obama dejó claro que corresponde a los iraníes decidir sobre quienes son su líderes y que su gobierno no dispone de datos fiables para hablar inequívocamente de fraude, tal y como han hecho otros líderes mundiales. No son pocas las voces las que desde la semana pasada han estado exigiendo a Obama un endurecimiento de su postura con Irán y un apoyo más decidido a la oposición. Como analizaba el New York Times, desde la lógica de muchos congresistas y senadores republicanos –furibundamente opuestos al diálogo con Ahmadinejad- si al apoyar a Musaví se contribuye a que este gane la batalla “gana todo el mundo”; pero si a pesar de eso gana Ahmadinejad y en venganza rompe cualquier posibilidad de entendimiuento con Washington “mucho mejor todavía”. No son pocas las voces demócratas que le exigen al presidente liderar una posición moral y ética que le corresponde al país “garante de la democracia y la libertad”.Pero Obama se debe a razones de Estado, y –sabedor de la escasa posibilidad de los reformistas de conseguir que se anulen las elecciones, convocar unas nuevas y ganarlas- ha optado por el pragmatismo que le impone no poder influir significativamente en los asuntos internos de un régimen hermético a su intervención. Además un respaldo descarado a la oposición seria algo extremadamente perjudicial para Musaví, Jatamí o Rafsayani: los pondría en la picota del régimen y los desacreditaría gravemente ante los ojos de la inmensa mayoría de la opinión pública del país.Las potencias europeas no tienen necesidad de tantas prevenciones, y por eso han arremetido con mayor fiereza contra el régimen iraní, insinuando claramente el fraude electoral. Las autoridades de la República Islámica acusan a Washington y a sus aliados occidentales de estar interviniendo en los incidentes, pero sus represalias se han cebado principalmente en la diplomacia europea –sobretodo en la británica, percibida como una extensión de la estadounidense-. Irán expulsó a los dos diplomáticos de su graciosa majestad de la embajada de Teherán, a lo que Londres ha respondido con la misma medida para los embajadores iraníes.

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