Dos semanas después de que el enviado especial de la Casa Blanca, George Mitchell se entrevistara con el presidente sirio, Bachir al-Assad, Washington anunciaba ayer a las autoridades de Damasco la plena normalización de sus relaciones diplomáticas. Aunque no ha revelado el nombre, EEUU repondrá en los próximos días a su embajador en la capital siria, poniendo así fin al periodo en el que el país de Oriente Medio fue colocado por Bush en el «eje del mal». Washington busca de esta forma atraer al régimen de Damasco a posiciones favorables para su proyecto en la región.
Han asado cuatro años desde que la administración Bush decidiera romper relaciones con Siria, a raíz del asesinato del líder libanés Rafik Hariri. El magnicidio fue atribuido al régimen de Damasco, que nunca ha reconocido la soberanía de Líbano, manteniendo durante décadas tropas en el país del cedro. Hariri, cabeza de la facción pro-occidental y antisiria, representaba ciertamente una amenaza para los intereses sirios en Líbano.Bush no sólo retiro a la embajadora norteamericana de Siria, sino que puso al país en una diana. El empantanamiento yanqui en Irak libró al país de la amenaza militar estadounidense: era el candidato más probable a ser atacado si se hubiera consolidado la “misión cumplida” de Bagdad.Pero las cosas han cambiado radicalmente para la superpotencia, y Washington sabe que es necesario cooptar -a un nivel- a Damasco. La influencia del régimen de Bachir al-Assad sobre las milicias libanesas de Hezbolá y sobre Hamás en Palestina pueden ser decisivas a la hora de impulsar en proceso de paz en Oriente Medio, sin contar que Siria nunca ha firmado la paz con Israel, país que ocupa los Altos del Golán. Sin Siria no habrá estabilidad en la región.Pero hay más. La frontera sirio-iraquí debe de dejar de ser un coladero de insurgentes si EEUU quiere proceder a una retirada ordenada de Irak. Y la intensa vinculación de Damasco con Teherán puede jugar un gran papel para conseguir que los ayatolás abran el puño.Por todo eso, un portavoz del Departamento de Estado decía ayer que “no tenía sentido no poder hablar con las autoridades en Damasco, era una política que no contribuía a nuestros intereses”. Los esfuerzos de la Casa Blanca por normalizar relaciones han sido intensos y constantes desde la llegada de Obama. Antes que Mitchell, dos emisarios norteamericanos -un funcionario del Departamento de Estado, Jeffrey Feltman, y otro de la Casa Blanca, Daniel Shapiro- ya descongelaron el diálogo visitando Damasco un par de veces.