Pocas veces antes en la historia, nuestro país ha conocido unos ataques tan virulentos como los lanzados por Alemania la pasada semana, cuestionando la solvencia del Estado y del sistema financiero español y exigiendo ya la aplicación de un plan de rescate a la griega.
Es decir, una intervención cuyo objetivo sería, como en Grecia, la alicación inmediata y en toda su extensión del programa de ajustes y reformas exigidas por Berlín, pasando por encima de las vacilaciones e inconsecuencias de Zapatero, de la desenfrenada voracidad electoral del PP y de las dificultades impuestas por la desarticulación política del sistema autonómico. Como consecuencia de estos ataques, la Bolsa española se hundía en el abismo y el diferencial de la deuda española con respecto a la alemana alcanzaba su máximo histórico. Sin embargo, de forma sorprendente, sólo unos días después se producía una verdadera avalancha de apoyos, no ya a España, sino incluso a un Zapatero previamente degradado y ninguneado.Los grandes medios de comunicación españoles desataban una campaña sin precedentes de acusaciones contra Alemania, sus banqueros y la canciller Merkel. Desde el Grupo Prisa (“Merkel nos quiere gobernar”, “¿Por que Berlín ataca a España?”,…) hasta el Grupo Zeta (“España debe decir no a Europa”), pasando por ABC (“¿La banca de Merkel enfila a España?”) o Público (“Lo que gana Alemania”), pocas veces se ha visto mayor unanimidad en la prensa española a derecha e izquierda. Como un sólo hombre han saltado a defender la solvencia de la oligarquía española, de Botín y la banca, frente a los ataques alemanes. Pero lo más sorprendente llegaba del exterior. Empezando por un Sarkozy que manifestaba no tener “absolutamente ninguna preocupación” por la solvencia de España, la rueda seguía por un desconocido Financial Times tachando de “probablemente exageradas” las señales de alarma emitidas desde Alemania, continuaba por el director del FMI declarando en Madrid que “las reformas de Zapatero van en la buena dirección” y concluía con una nueva llamada de Obama a Zapatero, pero esta vez no “a cobro revertido”, es decir no para ponerle firmes y exigirle un plan de ajuste, sino para respaldar la “difíciles pero necesarias” medidas tomadas por el gobierno. ¿Qué está pasando aquí? Hace unos días, un perspicaz columnista catalán advertía que España se estaba convirtiendo en el nuevo campo de batalla de las grandes potencias europeas y mundiales: “los dos polos del gran combate europeo libran su batalla a costa del derrumbe español”. Y es que, en efecto, la actual coyuntura ha desatado una cadena de conflictos en el sistema de alianzas bajo hegemonía norteamericana. Conflictos cuyo eje vertebral lo constituye el enfrentamiento entre la Alemania de Merkel, apostando por acrecentar su supremacía económica en Europa a costa, literalmente, de desangrar a los más débiles, y los EEUU de Obama cada vez más inquietos por el rumbo tomado por Berlín. Es este conflicto el que ha propiciado la formación coyuntural de un frente franco-anglosajón que ha utilizando a un Zapatero ya amortizado políticamente como ariete para frenar a Merkel. Frente al que se ha sumado rápidamente Botín en defensa de sus propios intereses. Todos ellos están de acuerdo en el objetivo central de rebajar un 25% los salarios y las rentas de los españoles, sobre esto no hay ninguna duda. Lo que estamos viviendo es una ataque masivo, que viene desde el exterior y que se dirige contra el 90% de la población. Pero lo ocurrido esta semana demuestra que Washington (con el respaldo siempre incondicional de Londres, y en este caso también de París) no está dispuesto a que Berlín se haga, al precio que sea, con el control exclusivo de ese trasvase de riqueza, engordando sus cuentas sin control mientras los demás continúan renqueantes. Era inevitable que la crisis agudizara y sacara a la luz las contradicciones entre las distintas potencias. Veremos hasta dónde llegan. En todo caso, lo que a nosotros nos corresponde es saber aprovechar políticamente las contradicciones entre nuestros enemigos para acumular nuevas fuerzas con las que defender nuestros intereses.