Transplantes

Nunca transgredir los lí­mites

Rafael Matesanz, coordinador de la Organización Nacional de Transplantes, sitúa esta definición en la primera posición a la hora de describir la filosofí­a del Spanish Model, como es conocido a nivel internacional. Pero no todos los equipos parten de los mismos criterios.

Si Esaña es líder mundial en un sector que concentra las tecnologías punta, profesionales altamente cualificados y eficaces, una red nacional financiada públicamente y unos índices altísimos de cooperación ciudadana esa es el sector de transplantes. Según el propio Rafael Matesanz los donantes de órganos se definen como “personas que fallecen en situación de muerte encefálica (los donantes de tejidos son siempre actividades secundarias en relación con el tema principal que son los donantes de órganos en muerte encefálica, y los donantes en asistolia un pequeño porcentaje con un enfoque muy específico). Ello implica necesariamente su ubicación en las unidades de vigilancia intensiva (UVI).”. ¿Cuál es el problema? El problema se llama Denver. Su hospital infantil inauguró, el pasado mes de agosto, un nuevo protocolo para paliar la escasez de corazones de bebés para su trasplante. Protocolo basado en una auténtica aberración. Usaron corazones de bebés “legalmente” muertos por paro cardíaco supuestamente irreversible, pero que luego volvieron a latir en los niños a los que se realizó el trasplante. Ante la contundente realidad de que si el corazón volvió a latir esos niños no estaban muertos, pretenden vendernos un debate sobre la vida y la muerte que busca hacer debatible lo injustificable: que el fin justifica los medios. Lo que han hecho los médicos de Denver es ampliar el suministro de órganos haciendo más laxo el criterio según el cual se puede considerar muerta una persona por motivos cardíacos. Hasta ahora se venía, por consenso, esperando 5 minutos (así se hace en España y lo recomienda el Instituto Norteamericano de Medicina) después de la parada cardiaca para comprobar que el corazón del donante, una vez parado, no vuelve a latir por sí mismo. Pues bien, los médicos de Denver esperaron sólo 75 segundos antes de extraerlo. Un minuto y cuarto, amparándose en la evidencia de que ningún corazón ha autorresucitado tras sesenta segundos de parada. La polémica tiene en su base en si se acepta que “todo vale” para paliar la escasez de estos órganos en transplantes. La mayor desproporción entre la cantidad de donantes y de niños en lista de espera hace que la mortalidad de éstos en los programas de transplantes sea diez veces la de los adultos. En este caso se trata de niños que, sin estar en muerte cerebral, tienen suficiente daño cerebral para no sobrevivir al retirar los medios de soporte vital (respiración asistida, medicación, etc.) y cuyos padres aprueban que su muerte sea programada con el objetivo de que se le extraigan los órganos para trasplante. El propio Rafael Matesanz ha afirmado tajantemente que “lo que ha hecho el equipo de Denver va más allá de lo que es admisible. Esos niños, muertos no estaban, o por lo menos, es un concepto de muerte muy discutible”. Remover los criterios puede dar cabida a intereses que no son estrictamente los de los donantes y los receptores.

Deja una respuesta