Nueva coyuntura, doble encrucijada

Los resultados del 22-M, unidos a la irrupción en plena campaña electoral del movimiento del 15-M, señalan el inicio de una nueva coyuntura en la batalla polí­tica que estamos librando contra el proyecto de las grandes potencias y la oligarquí­a española de rebajarnos un 40% nuestros salarios y rentas.

Lo que caracteriza esta nueva coyuntura es, or un lado, la hegemonía política de la derecha y las fuerzas nacionalistas conservadoras, que se dibujan claramente como la principal alternativa política del FMI, de Bruselas y de la banca para llevar adelante sus planes. Por otro, el hundimiento del PSOE donde se ha concentrado en estas elecciones el voto de rechazo a los planes de ajuste, recortes y rebaja salarial. Por último, el ascenso del voto de las fuerzas que se oponen, en mayor o menor grado, a los planes de nuestro enemigos y que en consecuencia son a distinto nivel unibles en un frente amplio de lucha. La aparición del movimiento del 15-M es indisociable de la amplitud del rechazo y la radicalización de un sector amplísimo del país que trabaja objetivamente a favor de articular una respuesta política a las agresiones y ataques contra los intereses del 90% de la población. Crisis del modelo bipartidista Esta nueva coyuntura viene determinada fundamentalmente por la crisis en que ha entrado el modelo político bipartidista. La debacle electoral del PSOE no ha sido correspondida por un ascenso espectacular en votos del PP, sino más bien lo contrario. Si en unas elecciones aumenta en más de 800.000 el número de nuevos votantes. Si 1.200.000 abstencionistas se deciden a votar. Y si tu principal rival pierde casi un millón y medio de votos, lo que hace un caladero total de 3,5 millones de votos a ganar; sumar poco más de 550.000 votos nuevos no es como para tirar cohetes de alegría. La tesis de que el 22-M se ha producido un “tsunami del PP que ha arrasado al PSOE” no se corresponde con los datos electorales. El PP sólo aumenta un 2% su número de votantes y su gran avance en la conquista de poder autonómico y local se produce únicamente gracias a las pérdidas del PSOE y la dispersión de sus antiguos votantes. El PSOE pierde votos en todas direcciones (voto en blanco y nulo, IU, UPyD, nacionalistas de izquierdas, candidaturas locales independientes, al PP…), pero sin que la otra pata del modelo político haya sido capaz de atraerlo en medida significativa. De las dos grandes patas que, a derecha e izquierda, sostienen el modelo político bipartidista gracias al cual Washington, Berlín y Botín pueden imponernos sus intereses, una de ellas, el PSOE de Zapatero, ha salido gravemente quebrantada del 22-M. Sin que la otra, el PP, –a diferencia de lo que ocurrió en 1982, cuando el hundimiento de la UCD pudo ser compensado por el extraordinario reforzamiento político de PSOE de Felipe González– se haya robustecido tanto como para cargar con todo el peso. De conjunto, los dos principales partidos de lo que podríamos denominar como el “Frente oligárquico-imperialista” han perdido en estas elecciones cerca de un millón de votos. Hoy representan apenas al 40% del censo electoral. Y dejándolo en sus huesos, el “tsunami azul del PP” se resume en el dato de que sólo representa al 23% del censo. Es decir, casi 8 de cada 10 españoles en edad de votar no lo respaldan. Ascenso del rechazo Por el contrario, el conjunto de fuerzas que podemos encuadrar dentro del frente amplio de rechazo a los planes de Washington y Berlín ha salido enormemente fortalecido de estas elecciones, ampliando su apoyo en un número que aún es difícil de cuantificar por su dispersión, pero que posiblemente se acerque mucho a los tres millones de votos. Desde fuerzas progresistas como UPyD, hasta fuerzas nacionalistas y de izquierdas como IU, Bildu, el Bloc, las Candidaturas de Unidad Popular,… Pasando, por supuesto, por el voto en blanco y nulo –mayoritariamente una forma de rechazo consciente al modelo– que se ha convertido con cerca de un millón de votos en la quinta fuerza política. O por distintas candidaturas como el partido CENB (Ciudadanos en Blanco) o el PUM+J (Partido por un Mundo + Justo),… O el más de un millón de votos agrupados en candidaturas locales independientes, alternativas y progresistas (al margen de la ultraderecha). Todas ellas, de conjunto, son fuerzas que forman parte de un amplio frente de rechazo a la política de ajustes, rebajas y recortes sociales que imponen Obama, Merkel y Botín y que ejecutan PSOE y PP. La movilización del 15-M, y su activo papel en la debacle del PSOE de Zapatero y la crisis del modelo político, no es más que la expresión social y ciudadana de ese amplio rechazo. Si ha podido surgir y enraizarse un movimiento así –se calcula que entre dos y dos millones y medio de personas han participado de alguna forma en él– es que porque existe una demanda social que está exigiendo que el rechazo a los planes de ajuste y recortes del FMI y Bruselas tome cuerpo y se haga visible. Si hasta una semana antes de las elecciones todo el clima político se movía entre el PSOE y el PP –entre el “echar a Zapatero como sea” del PP y el “frenar a la derecha como sea” del PSOE, en el que colaboraba también IU y la mayoría de las principales fuerzas nacionalistas de izquierda–, el movimiento del 15-M ha tenido la virtud de poner en primer plano el rechazo mayoritario a los planes de recortes y rebaja salarial y a la clase política encargada de ejecutarlos, dándole una expresión social visible. Doble encrucijada La nueva coyuntura que se abre tras el 22-M deja una doble encrucijada. Por un lado, la oligarquía y el imperialismo, con un Zapatero políticamente más que sentenciado, un PSOE noqueado y sin un liderazgo claro y un modelo en crisis, tendrán que decidir si lo más aconsejable para sus intereses –como señaló Botín en la reunión de la Moncloa con los grandes empresarios– es apurar hasta el final el mandato de Zapatero, buscando una incierta recuperación virtual de algunos datos económicos que eviten una mayoría absoluta arrolladora de Rajoy. O si, los resultados del 22-M aconsejan, por el contrario, provocar su rápido relevo mediante un adelanto electoral, antes de que la caída libre del PSOE siga su curso y pueda incluso empezar a contagiarse a un PP que también se va a ver obligado a aplicar duras medidas de ajuste en los nuevos gobiernos regionales y locales que ha conquistado. Las próximas semanas nos darán la respuesta de hacia donde se encaminan. Pero la encrucijada más importante es la que se presenta ante nosotros para avanzar y dar pasos en la formación de un amplio frente de unidad contra los planes del hegemonismo. Los resultados del 22-M y la aparición del movimiento del 15-M han creado más y mejores condiciones para ello. Nuestros enemigos han salido políticamente debilitados de la batalla electoral. Ahora es el momento de redoblar la lucha contra sus planes difundiendo la campaña por la exigencia del referéndum, extendiendo el programa de redistribución de la riqueza y trabajando por unir en un amplio frente de unidad todo el rechazo político y social que ha eclosionado en torno al 22-M.

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