La verdad sobre el caso Matas

Nuestro hombre en Palma

Hay ocasiones en que no hay mejor forma de ocultar un delito que gritando «¡Al ladrón, al ladrón!» Eso es lo que está ocurriendo hoy con el caso de Jaume Matas, ministro de Medio Ambiente con Aznar y por dos veces presidente del Consell insular. Todos los grandes medios de comunicación parecen haberse confabulado en poner el acento y enfocar todo el asunto en el irregular enriquecimiento del ex presidente balear, en su costoso palacete en el centro de Palma, en la no menos costosa residencia en la milla de oro de Madrid o en las continuas visitas de su mujer a las mejores joyerí­as de Palma. Todo esto, sin embargo, no es mas que el chocolate del loro, el menudeo, la basura con la que se trata de ocultar lo verdaderamente relevante, la cuestión que eleva el caso Matas desde la categorí­a de anécdota personal a la de cáncer polí­tico que pone de manifiesto la naturaleza del poder en nuestro paí­s.

¿Por qué la rincipal consultora del mundo, la norteamericana Pricewaterhouse & Coopers, corre a contratar a Matas al poco de abandonar sus cargos públicos? ¿Qué méritos pasados, presentes o futuros acumula Matas para obtener ese privilegiado contrato?Ese es el verdadero meollo de la cuestión que ha salido a la luz en el caso Matas: no lo que supuestamente ha robado, sino qué trabajo ha hecho –y cuánto le queda por hacer– para los grandes poderes imperiales durante sus etapas de gobierno que le permiten, una vez retirado del primer plano de la vida política, disfrutar de un retiro privilegiado en Nueva York, con una espléndida nómina a cargo de una poderosa multinacional norteamericana. Meteórica carrera Tras abandonar la política en 2007, Matas fue inmediatamente fichado por el grupo Barceló para dirigir su expansión hotelera en América, expansión cuya financiación corría a cargo del banco de inversiones norteamericano Merryll Lynch, hoy en manos de Bank of America. En un tiempo récord, Matas, gracias a los contactos y relaciones obtenidas desde sus cargos públicos, contribuyó con 17 nuevas adquisiciones de hoteles en la zona de Méjico, Caribe y Centroamérica.Apenas año y medio después era fichado en EEUU por Pricewaterhouse –al mismo tiempo que hacían lo propio en España con otro ex-ministro, éste de Zapatero, Jordi Sevilla, el imperio siempre juega a dos manos– como “asesor y experto en cuestiones relacionadas con el cambio climático y las energías renovables”.Que Matas fuera fichado como “experto” en estas cuestiones por sus tres años como ministro del ramo movería a risa si no fuera porque pone dramáticamente de manifiesto el tipo de relaciones de dependencia, los vínculos de carácter semicolonial entre la clase política del país y los grandes centros de poder imperialistas, ya sean globales como en el caso de Washington o regionales como Berlín y París. Si se tratara de asesorar sobre estas cuestiones, ¿acaso no conoce sobradamente Pricewaterhouse & Coopers que en España existen miles de científicos, biólogos, ingenieros,… cien mil veces más expertos que Matas en estos temas? ¿Por qué se le contrata entonces a él, y no a ellos, como asesor y experto?El caso Matas, por eso mismo, no es algo excepcional. No responde a la personalidad peculiar del político mallorquín. En infinidad de cargos públicos de uno u otro signo político podemos encontrar la misma trayectoria que la seguida por Matas. Elites dependientes El ex-consejero de Seguridad Nacional de Carter –y hoy uno de los máximos asesores en política internacional de Obama–, Zignieb Brzezinski nos da la clave que da sentido a este aparente sinsentido.En su ensayo “El Gran Tablero Mundial”, Brzezinski explica cómo el sistema imperial estadounidense “se basa en una medida importante en el ejercicio indirecto de la influencia sobre elites extranjeras dependientes”.“Elites extranjeras dependientes” –de las que Matas no es más una manifestación singular, dotada de la peculiaridad mallorquina– incrustadas en el corazón del poder político de los países que forman parte del sistema imperial norteamericano.Y cuyo trabajo consiste, por un lado, en asegurar que el rumbo político de ese país no se va a salir de las directrices establecidos por Washington. Y, por el otro, gestionar eficazmente sus intereses económicos, abriendo las puertas de sus mercados, asegurando contratos multimillonarios para sus monopolios, estableciendo una política económica que permita multiplicar sus beneficios,… Y a las que posteriormente se les recompensa con un exilio dorado.No sólo como pago de los servicios prestados, también como anticipo de los que aún pueden hacer en el futuro. ¿Cómo explicar si no que Pricewaterhouse abriera, a las pocas semanas de fichar a Matas, una delegación en Palma de Mallorca?Y de la misma forma que actúa Washington con sus hombres, lo hacen París y Berlín con los suyos. Podríamos hacer un recorrido sobre la trayectoria personal y profesional seguida por muchos dirigentes políticos de nuestro país en los últimos 30 años, ya sean nacionales, regionales o locales, y en todos ellos encontraríamos una trayectoria similar que revela unos mismos vínculos y una función idéntica: mantener y reforzar los lazos de dependencia con el imperialismo de turno.La semana pasada traíamos a estas mismas páginas las palabras de los regeneracionistas de principios del siglo XX, hablando del papel del capital extranjero en España y “su baraja de ministros, ministrables y presidentes”, “sus cortesanos adictos y sus generales afectos y sus magistrados agradables y sus periodistas y sus intelectuales a sueldo”. La eclosión del caso Matas esta semana ha tenido la virtud de ponerles rostros y apellidos, de recordarnos que esa clase política, esas “elites dependientes” no son algo de un pasado remoto y ya superado. Una unión muy personal Si el capitalismo monopolista se distingue, como ya lo caracterizó Lenin, por la fusión entre el capital bancario y el capital industrial, fusión que conlleva la “unión personal” de los bancos y la industria, es decir, de los grandes banqueros y los grandes industriales en una única y nueva clase social, las oligarquías financieras, esta fusión se completa con la “unión personal” de ambos con el Estado. “Los puestos en los consejos de administración –escribe Lenin, citando a un prestigioso economista de su época– son confiados voluntariamente a personalidades de renombre, así como a antiguos funcionarios del Estado, los cuales pueden proporcionar no pocas facilidades en las relaciones con las autoridades”.En nuestro país todavía se recuerda el caso de Rafael Arias Salgado, ministro de Comercio del gobierno Aznar, encargado de dar el visto a la fusión de las dos grandes cadenas que darían como resultado la implantación de Carrefour, y que unas pocas semanas después de su cese era nombrado… presidente del consejo de administración de Carrefour España. O del gobernador del Banco de España nombrado por el gobierno del PSOE que ha acabado sentado en el consejo de administración del Santander. Podrán citarse los ejemplos a cientos. Pero el hilo conductor, más allá de las particularidades de cada caso, es el mismo; incrustar en el corazón de los aparatos del Estado una miríada de hombres orgánicamente conectados a los principales centros de poder extranjeros y nacionales.No es que existan “corruptos” o “individuos que se corrompen”, sino que esos centros de poder se esfuerzan por colocar al frente de ministerios, comunidades o organismos supervisores a quienes están comprados de antemano.Es a través de esos “hombres de Estado” que se extiende una auténtica red de intervención y dependencia, a través de la cual se ejecuta el saqueo a gran escala.El dinero que hayan robado los Matas de turno es el “chocolate del loro”, en comparación con el atraco que suponen las políticas que han desarrollado al servicio de sus “padrinos”.Al colocar exageradamente el foco de la indignación sobre Matas, se pone a salvo la red de intervención que permite colocar en puestos de responsabilidad a hombres orgánicamente vinculados a los principales centros de poder nacionales e internacionales.Éste y no otro es el principal cáncer de la política española. Detrás de la corrupción a pequeña escala de irrelevantes personajes como Matas, Roldán o Mariano Rubio, se esconde siempre la traición de entregar al país al saqueo de banqueros, monopolios y multinacionales.

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