En febrero el paro se incrementó en casi 45.000 parados más respecto al mes de enero, consecuencia directa “del impacto en el ámbito laboral de las severas restricciones impuestas por la tercera ola de la pandemia” y de la falta de horizonte claro sobre lo que ocurrirá en los próximos meses, y España vuelve a superar los 4 millones de parados registrados por primera vez desde mayo de 2016.
Son datos alarmantes pero la realidad es mucho peor. Los datos oficiales no contabilizan como parados cuatro colectivos que son parados reales.
Los datos del desempleo registrado dejan fuera a 900.000 trabajadores que se encuentran suspendidos de empleo o con jornada reducida en los ERTE; la mayoría de la hostelería y el turismo.
Tampoco incluyen a los trabajadores autónomos en situación de paro real por cese de actividad que han tenido que bajar la persiana de sus negocios. Un colectivo que según datos oficiales contrastados por la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA) sumaba en febrero otros 500.000 trabajadores.
El ministerio de Trabajo deja fuera de las estadísticas a otros dos colectivos demandantes de empleo. Los conocidos como DENOS (demandantes de empleo no ocupados que no cuenta el ministerio pero sí tiene en cuenta la EPA) suman casi 300.000 personas. Y los demandantes sin empleo con condiciones especiales (excluidos porque especifican que sólo pueden teletrabajar o que tienen que vivir en un lugar concreto…)., que suman más de 400.000.
El cuarto colectivo excluido son los trabajadores que deambulan por la economía sumergida y que no figuran en ningún registro al no estar dados de alta en ninguna empresa o actividad, ni en la Seguridad Social. Un colectivo que los estudiosos más benévolos sitúan por encima del millón de trabajadores, al que la pandemia ha dejado sin trabajo y sin ingresos. Digitales como el Confidencial publicaban al inicio de la pandemia que el virus podría estar dejando “sin ingresos a 2 millones de trabajadores que operan en negro”.
La suma total de todos estos números nos lleva hasta más de 7 millones de parados.
El problema de las estadísticas oficiales es que ocultan la auténtica realidad. No es un número sin alma, son 7 millones de personas con todas las implicaciones asociadas que la situación de parados, agravada por la pandemia, entraña: precariedad, empobrecimiento y riesgo de exclusión social.