Argentina pone punto y final al corralito

No llores por mí­, FMI

Diez años después, el gobierno argentino anunciaba esta pasada semana que ha concluido el pago de los bonos ofrecidos para compensar a los ahorradores estafados por los bancos durante el corralito. Diez años en los que Argentina, tras expulsar al FMI y cambiar radicalmente su polí­tica económica, es el paí­s que mas ha crecido, con mucha diferencia, de toda Iberoamérica.

Como se recordará, en 2001 Argentina fue conducida por el FMI y Washington al corralito. Mientras al 90% de la población se le prohibía sacar su dinero de las cuentas corrientes, bancos y multinacionales, avisados por el gobierno del inminente corralito y la ruptura de la paridad peso-dólar, sacaban del país en un mes el equivalente al 25% del PIB argentino. La gente perdió la mitad o más de sus ahorros de toda la vida, la pobreza se extendió al 52% de la población y el PIB retrocedió un 65% en sólo tres años.

Tras décadas de aplicar fielmente los dictados del FMI, con el estallido del corralito Argentina se colapsa, los empresarios no pueden pagar ni a proveedores ni a empleados, los comerciantes no pueden reponer sus mercancías, el dinero no circula, la gente se echa a las calles, los más necesitados se ven obligados a asaltar los comercios para dar de comer a sus hijos, las caceroladas se multiplican, el 90% del país se une al grito de “¡Que se vayan todos!” y en poco más de un año derrocan a tres presidentes.

Diez años después de aquella verdadera catástrofe, el gobierno argentino ha podido pagar el ultimo de los Bonos Optativos del Estado Nacional, conocidos como Boden, que emitió el Gobierno en 2002 por valor de 19.641 millones de dólares para devolver a los ahorradores el dinero perdido en la gran estafa del corralito. Una inmensa carga de deuda que ha condicionado hasta hoy la política del país.

¿Cómo ha sido posible? Sencillamente, porque desde la primera elección de Néstor Kichner en 2003 y de Cristina Fernández en 2007 y 2011 Argentina ha adoptado un política de defensa de la soberanía nacional, rompió amarras con el FMI, pasó a aplicar una política de redistribución de la riqueza y, gracias a ello, es el país que más ha crecido de toda Iberoamérica, con ritmos anuales de crecimiento del PIB de entre el 8 y el 10%. Algo que sólo está a alcance de unos pocos países asiáticos.

No es extraño que, con esta trayectoria, Cristina Fernández, al celebrar el último pago dijera que “tengo la sensación de que en Europa no entienden. ¿Cómo va a haber crecimiento si la gente pierde el empleo, le rematan la casa, si le quitan las prestaciones? Leí que se suprimían empleos públicos en España, camas en hospitales públicos… Es imposible sostener una economía en estas condiciones”.

Por su parte, el ministro de Economía remachaba: “de una crisis como la que tuvimos se puede salir sin hacer recaer el costo y el sacrificio únicamente en los que menos tienen. Se pagó sin ajuste, creciendo. Hay una forma de salir que no tiene que ver con la receta que, pese a este ejemplo como el de Argentina, los organismos financieros siguen dando a países que afrontan problemas como el de nuestro país”.

Una vez más, como en la lucha contra la impunidad, el pueblo argentino ha ofrecido un hermoso ejemplo a los pueblos de todo el mundo. Con voluntad política, defendiendo la soberanía nacional, redistribuyendo la riqueza, sí se puede, sí hay otro camino para salir de la crisis.

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