-«¡¡Han cerrado los pasos porque es Sabbath!!»-. Chris Gunner, portavoz de la UNRWA, estaba indignado. La agencia humanitaria se quedaba sin poder recibir los cargamentos de alimentos y material médico enviados en auxilio de la maltrecha población palestina, que tras dos semanas de ataques y más de un año de bloqueo total se enfrentan a una situación crítica. El Sabbath (día santo en la religión judía) no impidó sin embargo que el Ejército israelí continuara con la carnicería.
El Sabbath no imidió que un tanque abriera fuego en el campo de refugiados de Yebalia, al norte de la capital, matando a ocho miembros de una misma familia. Ni que en la fría madrugada la aviación israelí lanzara medio centenar de bombas, matando quince palestinos e hiriendo a veinte más. Mientras la comunidad internacional se estremece ante los sangrientos hechos del día a día, llegan noticias de sucesos olvidados en el torbellino de violencia y atrocidades en el que se ha convertido la “Operación Plomo Fundido”. Ahora se ha podido conocer que al día siguiente del sabbath anterior, el 4 de enero, las tropas israelíes consumaron un acto de crueldad a sangre fría –uno más- contra prisioneros desarmados."Estábamos durmiendo todos en una habitación cuando los tanques y los aviones bombardearon. Un proyectil impactó en casa. Gracias a Dios nadie fue herido. Salimos y vimos a 15 hombres que descendían de un helicóptero en los tejados de los edificios. Los soldados golpearon a los vecinos y les forzaron a entrar en una casa", ha contado Ahmed Ibrahim Samuni , un niño de 13 años superviviente de la matanza. Por lo que ha podido contar el niño –familiar de buena parte de los prisioneros-, cuando las tropas del Tsahal asaltaron el barrio de Zeitún, al sur de la capital, encerraron a punta de cañón a 110 palestinos –muchos de ellos niños- en un edificio del barrio, amenazándolos de muerte si salían. Veinticuatro horas más tarde, fuerzas israelíes bombardearon repetidamente el edificio, asesinando a 30 personas e hiriendo a muchos más. El propio Ahmed vió morir a su madre y tuvo que cuidar de tres de sus hermanos, ya que el ejército impidió el acceso a las ambulancias a la zona durante tres días. Durante las horas del “corredor humanitario”, los servicios de emergencia tuvieron que trasladar a los heridos en mulas, al estar bloqueadas las carreteras por sacos de arena colocados por el Tsahal. El ejército israelí ha declarado desconocer estos hechos y ha prometido abrir una investigación, tal y como procedieron Cisjordania, en Sabra y Chatila, en Líbano. Con los ataques de esta noche de Sabbath, el balance de víctimas se eleva a 820 muertos, y más de 3.300 heridos en la segunda semana de ataque israelí.