Fukushima

No es un error, es un delito

Hace cinco semanas que un terremoto y posterior tsunami sacudió Japón y conmovió al mundo entero. Esta catástrofe obliga a cuestionarse todos los planteamientos en torno a la energí­a nuclear, pero sobretodo ha colocado encima de la mesa una dura realidad: ¿hasta donde van a sacrificar la salud y la vida de la gente por obtener el máximo beneficio?, más allá incluso del valor de la energí­a nuclear.

“¿Cómo uede diseñarse una central nuclear en una zona de alto riesgo sísmico, al lado del Océano, con los generadores de emergencia en superficie?. Llegó la ola y todo quedó fuera de servicio. No es un error, es un delito…”. Estas palabras son de Yuri Andreyev, presidente de la organización Unión Chernóbyl Ucrania, sobre Fukushima. Andreyev fue ingeniero en la central de Chernóbyl, participó en las labores de limpieza, y ocupó el cargo de director de Spetsatom, organismo soviético encargado de las reparaciones en condiciones de emergencia y de la formación de personal en condiciones de alta radioactividad.El cruce de argumentos a favor y en contra de la energía nuclear son constantes, y lo serán durante mucho tiempo. Pero nos enfrentamos a un problema que nada tiene que ver con las ventajas o las posibilidades de desarrollo que proporciona esta fuente de energía, sino con las consecuencias de un modelo energético que se basa en asumir un porcentaje de riesgo en casos “imprevisibles”, con terribles consecuencias para generaciones, y durante años.En una reciente conferencia en la Universidad Autónoma de Barcelona, FranÇois Diaz-Maurin, ingeniero mecánico y estructural en el proyecto de diseño y certificación del European Pressure Reactor (EPR) estadounidense y en la planta de vitrificación de Hanford (Washington), decía: “La incertidumbre sistémica existente que afecta al diseño de las centrales nucleares en todo el mundo plantea la cuestión de si la sociedad está dispuesta a continuar con un proceso de aprendizaje sin fin, de consecuencias potencialmente muy adversas, tanto para los humanos como para el medio ambiente. El desarrollo de nuevos diseños no llevará a una mejora de la seguridad nuclear sino que simplemente mantendrá el bloqueo tecnológico provocado por la industria nuclear civil.”En definitiva, surgen tres preguntas: ¿por qué hemos de asumir que se mantenga y desarrolle una energía basada en asumir un porcentaje de riesgos de estas características?, ¿es la energía nuclear insegura en sí misma o lo es la forma en que se desarrolla hoy en día?, y por último, ¿cómo se debería actuar ante una farmacéutica que comercialice un medicamento con un “pequeño” porcentaje de consecuencias mortales para una parte de los pacientes?… ¿no debe actuarse de igual manera, más si existe un cálculo de riesgo-beneficio de por medio, ante los delitos nucleares – teniendo en cuenta que ni si quiera existe su tipificación -?.¿Quién dice riesgo?Hace unas pocas décadas 50 rems/año era el nivel máximo permitido de radicación al que se podía someter una persona. Actualmente las instituciones internacionales aceptan 0,5 rems/año y 5 rems/año para un trabajador del sector nuclear, aunque en algunos países, como EEUU ya se recomienda la reducción hasta 0,05 rems/año. Sin entrar en los diferentes estudios que han abordado los efectos en personas que viven alrededor de centrales nucleares que nunca han sufrido un accidente, es evidente que se “juega” con las consecuencias de la salud de la gente en función de lo que “la práctica” nos haga aprender. El problema es que somos la mayoría los que “aprendemos” a costa de nuestras vidas. Más cuando es obvio que hablamos de la explotación de un material peligroso en sí mismo, no de los efectos de cualquier desastre. Como el debate que se generó en su momento en torno a la seguridad de los rascacielos o de los embalses. No cabe la demagogia.¿Y el Torio?Incluso entrando en todas las posibilidades que de hecho ofrece la energía nuclear nos encontramos con resultados ya contundentes en la explotación del Torio. Un mineral cuatrocientas veces más abundante que el uranio, que genera la mitad de residuos radioactivos, y prácticamente no genera plutonio para uso militar. El problema son los costes de su explotación y del desarrollo científico. Aunque a la larga su obtención sería más barata. Países como India, China o Noruega, ya trabajan en la construcción de centrales nucleares basadas en el ciclo del Torio.Pese a que muchos especialistas, como el propio Paco Castejón de Ecologistas en Acción, que entrevistamos en estas páginas, advierten de que el Torio no es más que “el último intento de la industria nuclear”, lo cierto es que el desarrollo científico y el actual modelo nuclear – similares ejemplos podemos encontrar en la tecnología para la eliminación de residuos radioactivos – no está guiado por la máxima eficiencia sometida al 100% de seguridad. Una remota posibilidad, en este caso, es un riesgo inasumible.¿Aprender de los errores?Uno de los argumentos más utilizados en el debate es el del “aprendizaje”. A parte del inaceptable “método” de aprender a golpe de tragedia, ¿por qué habríamos de asumir el riesgo para nuestra salud de un proceso de conocimiento que aumente la seguridad nuclear?, más cuando nadie hemos participado en decidirlo, ni somos quienes nos beneficiamos de él. La energía nuclear supone el 16% del total de la energía del planeta. Ni aún pensando en los problemas de otras energía “sucias”, como el carbón, o de enorme dependencia para muchos países, como el petróleo, encontramos razones de peso que respalden a la energía nuclear.En primer lugar porque en España la energía nuclear depende totalmente de otras potencias, Francia y EEUU principalmente, y no precisamente en una relación de “beneficio mutuo”. Además, España se ha convertido ya en líder mundial en la explotación de las energías renovables.Y en segundo lugar porque la capacidad de decisión propia de un país, y de sus ciudadanos es capital para su desarrollo. Los mismos monopolios líderes en la energía nuclear en nuestro país, lo son en la explotación de las energías renovables. La independencia energética del país y del Estado, y la capacidad de decisión de los ciudadanos es clave. Más si de ello depende nuestra salud. ¿Error o Delito?El 7 de noviembre de 1970 un escape se producía en el reactor nuclear Coral 1, instalado en la Ciudad Universitaria de Madrid. Ochenta litros de refrigerante se vertieron al Manzanares, regando decenas de huertas que se abastecían del río. La noticia se ocultó. El reactor fue desmantelado 17 años después.Este ejemplo no se encuentra dentro de los considerados como “accidentes nucleares” – Three Mile Island (EEUU), Mayak (URSS), Windscale (Gran Bretaña), Chernóbyl (URSS), Gioiana (Brasil), Tokaimura (Japón) y Fukushima (Japón) -, y precisamente por eso es un ejemplo que nada tiene que ver, para el tema que nos ocupa, con las condiciones del régimen franquista, sino con el hilo conductor que dirige la industria nuclear. La diferencia con Fukushima es la misma que la existente entre un “chorizo” y un ladrón de guante blanco.Al margen de las exigencias, entre ellas las de Andreyev, de organismos internacionales independientes, no vinculados con la industria nuclear, y del valor científico para la humanidad de las investigaciones en este campo, todos los sectores, incluido el de los científicos y especialistas nucleares, deben unirse en aislar a los “delincuentes” monopolistas y demandar un marco legal que asegure, al 200%, la seguridad y la salud de todos.

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