2 de mayo de 2018
Puigdemont no es el hombre que debiera decidir el futuro de Catalunya. El que se autodenomina President de la Generalitat de la República Catalana y, por tanto, el que se arroga la representación de todos los catalanes, compartió en Twitter un mensaje de otro usuario: “Es un perfil muy definido: militar o guardia civil, nacionalista español, extrema derecha, machista, violento, violador. La cultura española es tan violenta que ni los jueces ven violencia en una violación en grupo”.
¿Cultura española? ¿De qué cultura hablamos? ¿De Federico García Lorca, Manuel Machado, Gabriel Celaya, Rafael Alberti o Miguel Hernández? ¿De Paco Ibáñez, José Antonio Labordeta, Raimon, Luis Eduardo Aute o Krahe? ¿De María Zambrano, de Buñuel, de Picasso, de Berlanga o de Chillida? ¿Hablamos del ‘No pasarán’? ¿De los cientos de miles de personas asesinadas y perseguidas por el franquismo? ¿De los que ahora toman la calle para defender las pensiones? ¿Del clamor feminista que, cargado de razones, sin conocer fronteras de clases sociales ni lenguas y con un ímpetu superior a cualquier movimiento actual, quiere acabar con el yugo del patriarcado?
¿Y Puigdemont aún se atreve a reclamar diálogo? ¿Con quiénes? ¿Con esos que no tiene ningún reparo en asociar con la extrema derecha, el machismo o la violencia? No, el desprecio, el supremacismo o, incluso, la xenofobia no deberían representar a Catalunya.