Primero, el Departamento de Interior del País Vasco prohibió exhibir fotos de reclusos de ETA a la asociación de apoyo a los presos Etxerat en tres actos que iba a desarrollar el pasado viernes y los próximos martes y miércoles en Arrasate-Mondragón (Guipúzcoa). Después, el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) ha invalidado la orden del Departamento de Interior sobre la prohibición. Finalmente, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco ha prohibido los actos previstos. Es un objetivo clave para todos los demócratas y para la libertad en el País Vasco acabar con la impunidad. Exigir responsabilidades ante cualquier atisbo de connivencia con ETA. No se puede dar ni un paso atrás.
Como ha señalado el juez Velasco los actos son “una clara manifestación exteriorizada y objetiva de ensalzar a un terrorista” y se encuadran en “una estrategia de aoyo a las actividades delincuenciales de ETA”, son enaltecimiento del terrorismo. Porque la exhibición de fotos es una clara humillación, intolerable para todas las víctimas del terrorismo, y una legitimación de la actividad terrorista de ETA porque muestra a asesinos como héroes e impone la aceptación como normal de la impunidad etarra. ¿Es imaginable que Berlín estuviera empapelado con fotos de criminales nazis? ¿Sería normal que la foto del asesino de Marta del Castillo se exhibiera en la Feria de Sevilla? ¿Y que en el País Vasco los familiares de los violadores portaran sus fotos como muestra de apoyo? Sin embargo, el PNV en las Juntas Generales de Guipúzcoa ha considerado que la retirada de fotos de presos de ETA de las calles “viola gravemente la libertad de expresión”. Y la mencionada asociación de apoyo a los presos Etxerat, perteneciente al entramado etarra, ha hablado de “represión violenta policial” que sufre. Pues sí, por supuesto que es represión. ¿Acaso no es justo y necesario aplicar la represión sobre el 0,1% que asesina, aterroriza y trata de silenciar al 99,9% de la población? ¿No es, en realidad, derrotar a ETA la única garantía democrática de asegurar la libertad? Sin embargo, Egibar, representante genuino de la camarilla nacionalista étnica que ha ocupado Ajuria Enea durante treinta años, ha criticado que se quiere “derrotar a ETA” y “nosotros (el PNV) queremos que desaparezca”, que con la derrota de ETA se busca en realidad la del nacionalismo. Se vuelve a demostrar que para derrotar a ETA hay que persistir en todos los frentes, no dar ni un paso atrás ante cualquier manifestación terrorista o de connivencia con ETA, como ANV controlando ayuntamientos, y desmontar todo el entramado, que todavía existe, del nacionalismo étnico, obligatorio y excluyente; el que ha estado recogiendo las nueces del árbol que ETA iba sacudiendo.