Ni un dí­a más en Afganistán

La guerra de Afganistán nunca tuvo justificación moral (…) los ví­nculos entre los talibán y los terroristas de Al Qaeda eran muy débiles. No hay pruebas de que el Gobierno afgano de entonces hubiese aprobado ni sabido que sus huéspedes iban a apuntar a Nueva York. Y se hallaban dispuestos, a la hora de producirse el horror mundial por el 11-S, a colaborar con la comunidad internacional sin ninguna necesidad de que conquistásemos su paí­s.

Nuestro aoyo al Gobierno de Karzai, que es irremediablemente corrupto y fraudulento, y los excesos de violencia de las fuerzas estadounidenses, aumentan el fervor de los talibán. Su influencia como opositores al fraude electoral y a la corrupción financiera gana peso. Y su supuesta gloria como defensores del país contra los invasores es incontestable e influye a sus correligionarios en todo el mundo. Los soldados de la alianza liderada por los estadounidenses mueren diariamente sin conquistar más territorio y no cabe duda de que ciudadanos españoles se añadirán a la cuenta de muertos si no se retiran nuestras tropas. EL PAÍS.- Los ciudadanos se han visto forzados a adquirir millones de sintonizadores de TDT que ahora deberán adaptar a la nueva modalidad de pago. El perjuicio económico que han padecido no es consecuencia de ningún avance tecnológico que haya dejado obsoletos los equipos, sino de una decisión del Gobierno que, sobre la marcha, ha decidido cambiar las reglas de juego. El porqué de ese cambio, así como las razones de la urgencia, es algo que el Gobierno ni ha explicado ni puede explicar sin dejar al descubierto los motivos espurios que le han movido. Opinión. El Mundo No se puede seguir en Afganistán ni un día más Felipe Fernández Armesto VAMOS a salir de Afganistán, según el presidente Zapatero, enviando allí más tropas. La falta de lógica se cae por su propio peso. Si de verdad se quiere salir de aquel avispero, hay que poner la marcha atrás. Y creo que ha llegado (…) el momento de abandonar la contienda. La guerra de Afganistán nunca tuvo justificación moral (…) Ahora, gracias a las investigaciones de Lawrence Wright, sabemos a ciencia cierta lo que en su momento ya nos parecía bastante claro a los que habíamos estudiado el tema: los vínculos entre los talibán y los terroristas de Al Qaeda eran muy débiles. No hay pruebas de que el Gobierno afgano de entonces hubiese aprobado ni sabido que sus huéspedes iban a apuntar a Nueva York. Y se hallaban dispuestos, a la hora de producirse el horror mundial por el 11-S, a colaborar con la comunidad internacional sin ninguna necesidad de que conquistásemos su país. La historia del Islam está llena de casos de movimientos extremistas, animados por fantasías milenarias o por el dogmatismo fundamentalista, que llegan al poder sudorosos por el calor del desierto y la fiebre de los excesos violentos, y que después se vuelven sosos y complacientes. Así ocurrió, por ejemplo, con los almorávides entre los siglos XI y XIII, y más recientemente con los wahabíes, que se han convertido en apóstoles del capitalismo en sus placenteros palacios de Arabia Saudí. (…) La guerra de Afganistán no fue sólo un crimen, sino también un error. Como era previsible, la contienda no tardó en convertirse en un conflicto de guerrillas. Y, como sabemos bien por la historia de España, sin contar con los fracasos que sufrieron los británicos en el siglo XIX y los rusos en los años 80 en el mismo Afganistán, las guerras contra las guerrillas no se suelen ganar (…) Nuestro apoyo al Gobierno de Karzai, que es irremediablemente corrupto y fraudulento, y los excesos de violencia de las fuerzas estadounidenses, aumentan el fervor de los talibán. Su influencia como opositores al fraude electoral y a la corrupción financiera gana peso. Y su supuesta gloria como defensores del país contra los invasores es incontestable e influye a sus correligionarios en todo el mundo. Los soldados de la alianza liderada por los estadounidenses mueren diariamente sin conquistar más territorio y no cabe duda de que ciudadanos españoles se añadirán a la cuenta de muertos si no se retiran nuestras tropas. Mientras tanto, la estrategia de EEUU está convirtiendo un fracaso probable en un desastre inevitable. El mando está dividido entre el general McChristal, que intenta elaborar tácticas positivas, y la CIA, que es una agencia racionalmente incontrolable y que sigue lanzando ataques miopes por misiles no tripulados. El reciente episodio en Kunduz, donde perecieron hasta unos 90 civiles en un ataque aéreo, demuestra que aun con tecnología convencional seguimos matando a víctimas inocentes, reforzando el odio que siente la gente por los extranjeros invasores, y respaldando la creciente popularidad de los talibán. Todo ello equivale a decir que por nuestra propia culpa estamos perdiendo la guerra. Tal vez aún más importante que los hechos que se desarrollan en los frentes de batalla son los cambios de opinión pública en EEUU (…) Según los últimos sondeos, por primera vez, la mayoría de los votantes ya se proclama en contra a la guerra (…) Así que es evidente que una guerra que nunca tuvo justificación moral ya carece de justificación práctica. Que jóvenes españoles arriesguen sus vidas en un conflicto con el que no tenemos nada que ver es una locura que da rabia. Afganistán es un abismo, de fondo invisible (…) Obama, que acaba de ganar la Presidencia comprometiéndose a poner fin a la guerra iraquí, se encuentra obligado a aumentar el esfuerzo militar en Afganistán para mostrar su valentía y patriotismo. Y, ya de nuevo, Zapatero se apresura a meter en peligro a más soldados, tras la aprobación de envío de más de 200 efectivos. Pero el rumbo actual de la política de Obama cambiará, tarde o temprano. Si el Gobierno español volviese a respetar la lógica que le llevó a abandonar Irak, haría lo mismo con la de Afganistán. Y los norteamericanos, al fin y al cabo, cuando se den cuenta de la necesidad de seguirle los pasos, se lo agradecerán. EL MUNDO. 17-9-2009 Editorial. El País Clientelismo digital El Congreso de los Diputados convalidó ayer el decreto ley que regula la Televisión Digital Terrestre de pago, aprobado en un Consejo de Ministros extraordinario -dedicado a la crisis económica- que se celebró el pasado mes de agosto. El debate en el Parlamento permitió constatar los aspectos más negativos del despropósito promovido por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, quien, a través de un procedimiento excepcional, introduce más desorden en un sector, el audiovisual, necesitado de una ley global, y olvida el perjuicio que la medida causa en los consumidores. Incluso los grupos que votaron a favor de convalidar la medida -CiU y ERC- criticaron la utilización del decreto ley, un recurso reservado a situaciones de urgencia. La TDT de pago es un elemento que debe dinamizar nuestro modelo de televisión y colocar a España entre los países que disponen de tecnología audiovisual avanzada. Pero para ello es necesario criterio, seriedad y rigor, aspectos que, en este caso, han brillado por su ausencia. Ante la inexorabilidad del plazo fijado por el Gobierno para el apagón analógico, los ciudadanos se han visto forzados a adquirir millones de sintonizadores de TDT que ahora deberán adaptar a la nueva modalidad de pago. El perjuicio económico que han padecido no es consecuencia de ningún avance tecnológico que haya dejado obsoletos los equipos, sino de una decisión del Gobierno que, sobre la marcha, ha decidido cambiar las reglas de juego. El porqué de ese cambio, así como las razones de la urgencia, es algo que el Gobierno ni ha explicado ni puede explicar sin dejar al descubierto los motivos espurios que le han movido. El Gobierno tuvo que escuchar ayer de los grupos de oposición los mismos argumentos que avanzó en su día el Consejo de Estado en contra de la regulación de la TDT de pago por decreto ley. Improvisar una normativa cuando se está negociando una ley general para el sector audiovisual es privar a todos -partidos políticos, operadores y ciudadanos- de la posibilidad de defender sus legítimos intereses. La TDT de pago abre importantes expectativas de desarrollo que desbordan con mucho el reducido marco del fútbol y las retransmisiones deportivas. También en esto se ha equivocado el Gobierno, incapaz de ver más allá de sus necesidades, o de las de sus allegados. En un alarde de desvergüenza, ignorancia o ambas cosas, Sebastián proclamó ayer: "Se ha resuelto una asignatura pendiente, que era la liberalización de la televisión de pago. Se ha terminado con 20 años de monopolio". Esto lo dice el ministro de un país en el que, desde hace años, hay cuatro millones de abonados a no menos de 10 empresas de televisión diferentes que ofrecen sus contenidos de pago a través de satélite, cable o banda ancha. Son datos de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, un organismo que entiende de asuntos que dependen del departamento que dirige el propio Sebastián. EL PAÍS. 18-9-2009 Editorial. El Periódico Vía libre a la TDT de pago El error de bulto en el que incurrió el Gobierno al usar un decreto-ley para autorizar la televisión digital terrestre (TDT) de pago fue subsanado parcialmente ayer, un mes después, al convalidar el Congreso de los Diputados la polémica norma. Con más problemas de última hora de los previstos, el Ejecutivo logró la adhesión de CiU, ERC y Coalición Canaria a su decisión urgente del 13 de agosto. El Congreso, pues, ha dado carpetazo formal a un tema que nunca debió haber despertado polémica, puesto que nadie puede discutir que es legítimo permitir a un canal de televisión que cobre por ofrecer espectáculos deportivos, musicales o de otro tipo de primer nivel. El desacierto del Gobierno fue no haber planteado la normativa mucho antes, dándole forma de un proyecto de ley que fuera discutido a fondo y con tiempo por el Congreso. Al optar por el decreto-ley acuciado por la necesidad objetiva de potenciar sin más demora la TDT ante el apagón analógico, el Ejecutivo ha dado motivos para que algunos duden de su neutralidad en una decisión que tiene unas consecuencias económicas que el propio ministro de Industria, Miguel Sebastián, ha cuantificado en 5.000 millones de euros en los próximos cuatro años. Por añadidura, la puesta en marcha de la TDT de pago de un día para otro, sin apenas descodificadores en el mercado, ha causado desconcierto en los ciudadanos interesados. Es verdad, como dice Sebastián, que la TDT de pago acaba con 20 años de monopolio de tele codificada en España. Pero la forma elegida para introducirla ha sido la peor posible, y en una época en la que la debilidad parlamentaria debería llevar al Gobierno a dejar la audacia para mejores causas. EL PERIÓDICO. 18-9-2009

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