El Likud llega a un acuerdo de gobierno con los ultraortodoxos del Shas

Netanyahu jura por la Torá

La formación del gobierno israelí­ parece formar una «hoja de ruta», y uno a un o se va conformando lo que el curso más probable de los acontecimientos parecí­a prever sólo unos dí­as después de que fracasaran los intentos iniciales entre el Likud y el Kadima de formar un gobierno de unidad nacional. Tras firmar hace unos dí­as con el ultraderechista Israel Beitenu, ayer el Likud de Benjamí­n Netanyahu llegó a un acuerdo de coalición con el partido ultraortodoxo Shas. Sin embargo todaví­a no han logrado los 61 diputados para tener mayorí­a absoluta, y las opciones que tiene para sumar fuerzas no son nada sencillas. Y además, se acaba el plazo dado por Simón Peres a Netanyahu para formar gobierno.

Para ninguna fuerza olítica en Israel es plato de buen gusto depender de los ultraortodoxos para gobernar. De hecho, en el origen de la crisis de gobierno que hoy vive el país hebreo, está exactamente el mismo partido: la "Asociación Internacional de los Sefardíes Observantes de la Tora” o Shas, que chantajeó a la administración Olmert-Livni hasta el punto en que el Kadima decidió lanzar un órdago y convocar elecciones anticipadas. La brutal ofensiva contra Gaza terminó de enmarañar el asunto, y el Kadima hoy no dirige Tel Aviv, pero los ultraortodoxos del Shas, liderados por Eli Yishai, volverán a tener ministros.Los judíos ultra-ortodoxos son uno de los colectivos israelíes más afectados por la crisis económica., una fuente de problemas sociales y un sector parasitario de la sociedad israelí: tienen de media seis hijos, dedican su vida al estudio del Judaísmo, y dependen de subvenciones y centros caritativos. Los ultra-ortodoxos son sólo un ocho por ciento de la población de Israel, pero casi un quinto de los pobres, lo que les convierte en el colectivo más necesitado del país, junto con los árabes. Y no se andan con contemplaciones a la hora de movilizarse. Si hay que salir del gobierno por una concesión de más a los palestinos o porque no se amplíen suficientemente los asentamientos de Cisjordania, se sale. Los ultraortodoxos se frotan las manos, sabiendo que el Shas conseguirá un buen paquete de subvenciones para sostener su modo de vida.Por eso Netanyahu baraja hacer –por tercera vez desde las elecciones- un pacto contra-natura en su gobierno antes de negociar con el otro partido ultraortodoxo, Judaísmo Unido de la Torá, más intransigente aún que el Shas. Netanyahu intenta atraerse a su gobierno al laborista Ehud Barak, actual ministro de defensa en funciones. Pero los buenos –y oportunistas – ojos con los que mira Barak las negociaciones amenazan con provocar un cisma en el vapuleado Partido Laborista, una de las instituciones históricas del sionismo israelí.La hoja de ruta no está completa, y la incertidumbre por la conformación final del gobierno de Tel Aviv se mantiene, pero de lo que ya no hay duda es de que el carácter del mismo será una amenaza a la paz para Oriente Medio.

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