José María Pérez Álvarez «Chesi», permaneció desconocido para el gran público hasta que Juan Goytisolo nombró su obra Nembrot, su noveno libro, como la mejor obra del 2003 en la Feria del Libro. Poco después ratificó esta opinión publicándola en Times Literary Supplement. Desde entonces, no solo Goytisolo ha avalado en muchas otras ocasiones su obra, como en el caso de una fantástica crítica por «Examen final», sino que Chesi se ha convertido en un autor de referencia de un tipo de literatura que como recuerda Goytisolo en palabras de Genet, hace de la dificultad, «la cortesía del autor con el lector».
José María Pérez Álvarez, tras 16 novelas, varios premios, dirigir durante ocho años el programa “El libro de la semana” en Cadena Ser y ser director, durante cuatro años, de la colección «La Letrería» de la editorial Duen De Bux, sigue trabajando como funcionario de Hacienda en Orense.
Son casi 200 páginas las que se incluyen en esta edición que no estaban en la anterior, ¿a qué se debe un proceso tan rigurosos de corrección y por qué las incluye ahora?
Cuando publiqué con DVD Ediciones consideré que una persona a la no conocía nadie no podía publicar una novela de 600 páginas. Pensé que echaría para atrás al lector. Después me di cuenta que me interesan muchos los capítulos que contienen disgresiones, que ramifican la trama y pensé que a la hora de volver a publicar no merecía la pena hacerlo sobre la edición del 2002. Rescaté esos capítulos que contienen digresiones que son accidentes de la trama, pero de alguna forma la enriquecen. Al leer la novela pienso que no están demás, que son oportunidad para el lector, más que por el valor de los capítulos en sí mismos.
Califica la creación como algo penoso y sin embargo afirma que uno no es escritor hasta que no aprender a corregir…
A partir de Nembrot, la creación me supone un trabajo intelectual muy dificultoso. Justo lo contrario de lo que me pasó con Nembrot, que pensaba que nadie iba a publicar. Fue una forma de sacar todo lo que tenía dentro, fue un proceso muy volcánico. Pero a partir de ahí me cuesta mucho más. Curiosamente me resulta mucho más satisfactorio la corrección. Cuando ya tienes la novela hecha y la puedes ver con cierta distancia, se hace posible prescindir de las partes que sobran. Después de un proceso casi traumático, la corrección el algo realmente liberador. Es el proceso que termina la novela y el que proporciona realmente satisfacción.
¿Por qué califica Nembrot de un milagro?
Yo creo que les pasa a bastantes escritores, aunque no lo manifiesten. Nembrot me coge en un momento de madurez, donde ya he leído mucho, he rechazado algunas cosas, he publicado otros tipos de novela. Yo mismo no me reconozco en muchas de las páginas, y me parece fascinante. Releyéndola me doy cuenta de que hay algunas voces impostadas, voces prestadas de Borges, de Cunquiero, de Cortázar, de San Juan de la Cruz… es un momento en el que me levantaba pronto y escribía durante tres horas en las que yo no tenía el argumento. Evidentemente se me quedaban capítulos colgados de un día para otro, pero yo no sabía qué es lo que iba a escribir. Es un milagro porque sin saber lo que iba a escribir se redondea y sale algo como Nembrot gracias a los dioses o a los autores que leí, que me tutelaron entre todos y que muchos aparecen por ahí.
Dices que desechas partes de tu trabajo a veces con mucha facilidad…
Yo creo que las obras hay que escribirlas con total radicalidad y honestidad, y preguntarse si aquello merece la pena, y si no la merece se rompe. No hay que dudar en eso y yo lo hago con toda tranquilidad.
¿Qué significó para usted que Goytisolo dijera que Nembrot era la mejor novela del año?
El empuje de la novela viene de la Feria del Libro de 2003 que es cuando Goytisolo recomienda la novela y después la reseña como la mejor novela del año. Cuando una novela no se vende bien pasado un año y no se vende bien o aparece en los primeros puestos es condenada al olvido, sin embargo las palabras de Goytisolo tuvieron un efecto rebote, y lectores, amigos y seguidores suyos fueron reseñando la novela. Es una obra ha durado y que todos los años sigue goteando, se sigue vendiendo. En una entrevista con Cuadernos Hispanoamericanos dije literalmente que ni en 500 vidas podré devolverle a Goytisolo lo que hizo. Es maravilloso y estoy sumamente agradecido, por supuesto.
Goytisolo utiliza una frase de Genet para hablar de su obra: “La dificultad es la cortesía del autor con el lector”. Entiendo que es una característica de tu obra que aprecias enormemente…
En el mundo de la narrativa hay gente que prefiere los superventas, una literatura que no le complique demasiado la vida. Y luego hay lectores que prefieren algo distinto, algo nuevo, un reto y no lo convencional. Y no lo digo en un sentido peyorativo, porque nos podemos ir a Stendal. Me refiero a una literatura que abre caminos nuevos que te llevan a darte de bruces contra la pared. Creo que no tiene sentido estar escribiendo siempre la misma novela, o distintas novelas escritas de la misma manera.
Se trata de buscar sensaciones y caminos nuevos, un tipo de novela que lees sabiendo que no tienes una red debajo.
¿De qué manera está Galicia presente en sus novelas?
Donde está más presente es en Nembrot, que transcurre por la geografía gallega, por la Costa da Morte. Pero soy más apasionado de las provincias de Lugo, Coruña y Pontevedra, que de la de Orense. Supongo que las cosas se sufren más cuando estás aquí, por eso procuro no encontrarme mucho con Orense en mis novelas.
¿Se publicará Proceso de demolición?
Sí. Mi intención es que sea la próxima novela, aunque no sé cómo está la cuestión de los derechos para publicar las tres novelas como trilogía, “La soledad de las vocales”, “Examen final” y “Proceso de demolición”, ya que “La soledad de las vocales”, que es una novela a la que le tengo un enorme cariño, la publiqué con Bruguera que ya desapareció. Esta idea de la trilogía es involuntaria, no está buscada, pero efectivamente me gusta.
¿Cree que la Cultura debería ser además de un motor económico, una clave para cualquier gobierno que busque el desarrollo de la democracia e, incluso, la felicidad del pueblo?
Sí, pero no creo que a ningún gobierno del mundo le importa la cultura en absoluto. Además de la gente que nos dedicamos a esto, ya no para vender nuestro trabajo, sino porque amamos la cultura, la literatura, la música, se ha convertido en una actividad totalmente individual, casi sectaria, de la gente que le gusta entrar en las librerías.
Han convertido la cultura en una especia de islote para utópicos que pensamos que las cosas se puede cambiar con la cultura, y que además te proporciona muchas veces el consuelo necesario en la vida, a veces tan difícil.