Las camisetas del ejército israelí­ ensalzan el genocidio

Nazis en el Tsahal

Cómo no, los portavoces del Tsahal insisten en que tales cosas no están permitidas, que escapan a su control y que abrirán una investigación interna. Pero en los cuarteles forman parte del paisaje, y no digamos ya durante las campañas militares. Los soldados entrevistados por el diario israelí­ Hareetz no muestran repulsión o arrepentimiento, sino una vaga justificación o incluso jocosidad ante la travesura. Hace unos dí­as el mundo conocí­a algunos detalles de la ignominia de la masacre de Gaza por las confesiones de algunos soldados. El caso de las camisetas que portan las tropas del Tsahal es otra ventana al horror, otra muestra más de la moral fascista que circula en las fuerzas armadas hebreas, que harí­a esbozar una sonrisa cómplice a los verdugos de Auschwitz.

Ocurre en todos los ejércitos del mundo. Los soldados se imrimen camisetas con los lemas del batallón, del regimiento. Es un código de complicidad, que crea lazos y estimula el sentimiento de grupo. Pero lo que llama a la nausea son los motivos impresos en las camisetas de la tropa de Israel. “Un disparo, dos muertos”. En la imagen, una madre árabe embarazada rodeada por un punto de mira. “Mejor use Durex”. Debajo, otro punto de mira, y en su centro… una niña muerta, con oso de peluche ensangrentado a la diestra y madre llorando a la izquierda. “Más pequeño, más difícil”, reza un dibujo con un niño pequeño. Ésta es una de las que fueron autorizadas por los mandos. La justificación que dieron los artistas de la caricatura fue pasmosa: "Es un niño, así que tienes más problemas a nivel moral, y además el objetivo es más pequeño". Pero otro de los motivos, que reza "Que cada madre árabe sepa que el destino de su hijo está en mis manos!", parece no dar demasiada credibilidad a tan piadosas razones. Otra de las obras de arte muestra la evolución desde el bebé palestino hasta su transformación en peligroso terrorista de Hamás. Encima la moraleja: "No importa cuándo comience, le pondremos fin". También hay que alentar a la tropa para que descargue sus bajas pasiones, y otra sudadera nos muestra a una joven palestina, magullada y encogida, junto a un fornido guerrero del Tsahal. “¡Apuesto a que te han violado!”, le dice. La que hace estragos hace referencia al argot militar –esa forma de retorcer el lenguaje tan propia de los profesionales del asesinato-. Todo el mundo en el Tsahal sabe que significa “Confirmar la muerte”. Pero para que a nadie se le olvide –o para que los novatos lo aprendan-, una ingeniosa remera nos enseña cómo dar un tiro a bocajarro en la cabeza a los palestinos heridos e indefensos en combate, al mismo estilo que el "tiro de gracia" que los oficiales de las SS. Todas estas son palabras y dibujos impresos sobre los valerosos pechos de las tropas del Tsahal, o en gorras, sudaderas y mecheros, según detalla el diario israelí Hareetz, que ha entrevistado a diversos miembros de los batallones Givati y Golani. “Es una especie de ceremonia de vinculación. Todo el mundo sabe que los francotiradores tienen líos mentales. Nuestras camisetas están llenas de dobles sentidos", explica uno de los soldados entrevistados, que añade "hay gente que cree que no está bien. Yo también lo creo, pero no significa nada. ¿Quién va a disparar sobre una madre embarazada?”. No sabe que en su mismo batallón hay un soldado reenganchado, después de que en 2004 vaciara un cargador sobre el cuerpo de una niña. Otro soldado del Givati cuenta divertido una anécdota. “La nuestra tiene un dibujo en el que aparece un soldado como el Ángel de la Muerte junto a un arma y un pueblo árabe”, dice y añade riendo “Cuando el soldado fue a recogerlas a la imprenta, resulta que quien las había impreso… ¡era un árabe!”. Es difícil expresar con palabras la ignominia de la moral fascista, la cosificación de las víctimas, el desprecio por la otra cultura o raza, el culto a la fuerza, al terror. “El fin justifica los medios”, parecen rezar todas esas prendas. Que carcajada soltarían Hitler o Goebbels al comprobar como su savia ponzoñosa pervive hoy en la sangre de algunos descentientes de sus víctimas.

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