«Según Zapatero, su Gobierno «es el que más ha mejorado las políticas sociales» y ha cumplido «el objetivo de salir de la recesión». Lo primero es una confusión conceptual interesada que Zapatero tendrá que despejar concretando qué entiende por mejorar y por política social. Lo cierto es que se ha gastado mucho, lo que no es sinónimo de mejora ni de bienestar, porque se gasta más en desempleo, cuya tasa alcanza el 20 por ciento de la población activa. Lo segundo es, simplemente, propaganda»
Zaatero cierra el año reincidiendo en los vicios de diagnóstico y comunicación que explican el descrédito acumulado por su Gobierno en estos años de errática gestión de la crisis, al que se han sumado otros episodios no menos decisivos para su desgaste político. La intervención de su política económica por parte de Bruselas y los organismos internacionales demostró en mayo que el Gobierno socialista había llegado tarde a todo: a reconocer la crisis, a evaluarla correctamente y a tomar medidas adecuadas. La descomposición de su imagen internacional aceleró la desconfianza interna en la capacidad colectiva del Ejecutivo para liderar la recuperación (ABC) EL PAÍS.- Hace exactamente 12 meses, el presidente Zapatero, en su balance de fin de año, anunció para el mes de enero de 2010, con fechas concretas, la puesta en marcha de un paquete de medidas que debían engrasar la salida de la recesión. Citó, entre otras, la Ley de Economía Sostenible, la reforma laboral y la de las pensiones. Hoy, un año después, ninguna de esas apuestas se ha visto culminada, lo que da idea de las dificultades que España ha padecido, concretadas el pasado mes de mayo en el más severo plan de ajuste social jamás acometido por un Gobierno de nuestra joven democracia como consecuencia de las turbulencias que la crisis griega había provocado en los mercados. Todo el mundo coincidió en que aquel balance de Zapatero cerraba el "peor año de su mandato". No fue así. 2010 ha sido mucho peor. EL MUNDO.- Ayer asistimos a una escenificación del concepto de crisis de Antonio Gramsci, que, al referirse a la Italia convulsa de entreguerras, decía «que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer». Esta es la situación en la que nos encontramos hoy en España. En su tradicional balance político del año, Zapatero se mostró como un político que sólo puede reivindicar un pasado que jamás volverá, mientras que Rajoy compareció ante los medios como un dirigente que es consciente de que está muy cerca del poder y que debe realizar un ejercicio de responsabilidad. Editorial. ABC Naufragio del PSOE en 2010 LA habitual comparecencia de Rodríguez Zapatero en fin de año ha servido para comprobar que el presidente del Gobierno comenzará 2011 con una estrategia política a la defensiva y un mensaje de optimismo para consumo electoral. Según Zapatero, su Gobierno «es el que más ha mejorado las políticas sociales» y ha cumplido «el objetivo de salir de la recesión». Lo primero es una confusión conceptual interesada que Zapatero tendrá que despejar concretando qué entiende por mejorar y por política social. Lo cierto es que se ha gastado mucho, lo que no es sinónimo de mejora —ahí está el informe PISA sobre la educación en España— ni de bienestar, porque se gasta más en desempleo, cuya tasa alcanza el 20 por ciento de la población activa. Lo segundo es, simplemente, propaganda: salir o no salir de la recesión depende de una décima. Zapatero no ha dicho lo que realmente importa: cuándo crecerá España lo suficiente para crear empleo. Zapatero cierra el año reincidiendo en los vicios de diagnóstico y comunicación que explican el descrédito acumulado por su Gobierno en estos años de errática gestión de la crisis, al que se han sumado otros episodios no menos decisivos para su desgaste político. La intervención de su política económica por parte de Bruselas y los organismos internacionales demostró en mayo que el Gobierno socialista había llegado tarde a todo: a reconocer la crisis, a evaluarla correctamente y a tomar medidas adecuadas. La descomposición de su imagen internacional aceleró la desconfianza interna en la capacidad colectiva del Ejecutivo para liderar la recuperación, agravando su falta de aptitud con contradicciones insólitas protagonizadas por el propio presidente del Gobierno y varios de sus ministros, que pasaban de negar una cosa —como el recorte drástico del gasto público— a aceptarla sin solución de continuidad. También se arruinó el proyecto territorial de Zapatero, primero con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán, y luego, con la derrota socialista en las autonómicas de Cataluña. Su aventurerismo confederal se topó con la Constitución y quedó al descubierto como lo que realmente era, una revisión ilegal del modelo constitucional de 1978. La combinación de crisis económica y fracaso político explica también que en 2010 el PSOE haya empezado a plantearse el relevo de Zapatero. Los comicios autonómicos están a cinco meses vista y muchos barones socialistas saben que ya no hay votos cautivos ni en Andalucía, ni en Extremadura, y que las expectativas del PP no descansan sólo en la abstención de la izquierda, sino también en el trasvase de votos desde las filas socialistas. El problema político de Zapatero en 2011 no será tanto la crisis como la ansiedad de su propio partido. ABC. 31-12-2010 Editorial. El País Zapatero se ratifica Hace exactamente 12 meses, el presidente Zapatero, en su balance de fin de año, anunció para el mes de enero de 2010, con fechas concretas, la puesta en marcha de un paquete de medidas que debían engrasar la salida de la recesión. Citó, entre otras, la Ley de Economía Sostenible, la reforma laboral y la de las pensiones. Hoy, un año después, ninguna de esas apuestas se ha visto culminada, lo que da idea de las dificultades que España ha padecido, concretadas el pasado mes de mayo en el más severo plan de ajuste social jamás acometido por un Gobierno de nuestra joven democracia como consecuencia de las turbulencias que la crisis griega había provocado en los mercados. Todo el mundo coincidió en que aquel balance de Zapatero cerraba el "peor año de su mandato". No fue así. 2010 ha sido mucho peor. Ayer, el presidente volvió a reflexionar sobre los retos que nos aguardan. En su discurso, incluyó una declaración explícita de que acabará la legislatura (aunque no precisó si él será el candidato del PSOE), algunas precisiones sobre la reforma de las pensiones que pretende el Gobierno (que se resumen en el diseño de un periodo transitorio hasta 2027 para prolongar la edad de jubilación desde los 65 hasta los 67 años) y un acendrado énfasis reformista de la economía. Para Zapatero no hay dudas. El camino de las reformas, la protección social y el aumento de la productividad es el único rumbo posible para superar la recesión y devolver a la economía española a la senda de la creación de empleo neto, el gran objetivo de 2011. El balance hecho por el presidente no es objetable a grandes rasgos. Es paradójico que mantenga las políticas sociales como seña de identidad de sus Gobiernos cuando acaba de congelar las pensiones para 2011 (salvo las mínimas, que subirán el 1%), pero es verdad que antes de que Europa y los acreedores de la deuda exigieran un ajuste drástico del gasto público el Gobierno se esforzó por estirar los límites de la protección social. Hoy, el Gobierno ha emprendido, aunque con retrasos, políticas económicas para salir del estancamiento, y ayer transmitió con claridad que no se apartará del camino. El rumbo es mantener el ajuste presupuestario para cumplir con los objetivos de reducción del déficit, terminar las reformas laboral y del sistema financiero y afianzar el sistema de pensiones. Ahora bien, las reformas mencionadas sufren, en mayor o menor medida, retrasos que comprometen el objetivo de recuperación económica y ese desafío de crear empleo neto que el presidente quiere para el año próximo. La demora más perniciosa para el crecimiento económico es la que afecta a bancos y cajas. Porque sin liquidez y sin préstamos, las empresas no podrán invertir, ni crear empleo. La reforma laboral y de las pensiones son importantes para acelerar la reactivación (cuando se produzca) y para garantizar la solvencia del Estado, pero la que decidirá el ritmo inmediato de la recuperación económica es la financiera. Y en ese punto las perspectivas para 2011 no son buenas; pasarán trimestres antes de que cajas y bancos normalicen los flujos de los créditos. El mensaje lanzado por Zapatero -"estas son las reformas que hay que hacer y hay que hacerlas ahora"- revela que está dispuesto a pagar los costes políticos de los recortes (incluidos los que se derivan de los aumentos de tarifas). El presidente sabe que no es lo mismo crecimiento intertrimestral que recuperación. En 2011 no la habrá, porque no se creará empleo neto. Todo sería más fácil si el PP se implicara en reducir la deuda y los déficits autonómicos; un respaldo de esa naturaleza contribuiría a bajar los costes de financiación de la economía española. Pero el PP no parece dispuesto a rendir ese servicio al país. EL PAÍS. 31-12-2010 Editorial. El Mundo El que se va y el que llega se acercan AYER asistimos a una escenificación del concepto de crisis de Antonio Gramsci, que, al referirse a la Italia convulsa de entreguerras, decía «que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer». Esta es la situación en la que nos encontramos hoy en España. En su tradicional balance político del año, Zapatero se mostró como un político que sólo puede reivindicar un pasado que jamás volverá, mientras que Rajoy compareció ante los medios como un dirigente que es consciente de que está muy cerca del poder y que debe realizar un ejercicio de responsabilidad. Zapatero, que no quiso responder a las preguntas sobre si va a ser el candidato de su partido en las próximas elecciones generales, subrayó los logros sociales de su política, como si importase más lo que hizo en la anterior legislatura que lo que está haciendo ahora. Pero también dejo muy claro que va a continuar realizando las reformas que necesita la economía española. En concreto, insistió en alargar la edad de jubilación a 67 años dentro del proyecto de ley que el Gobierno va a aprobar el 28 de enero, reconoció que hay que culminar la reforma del sistema financiero y también se comprometió a cambiar la legislación en materia de negociación colectiva y expedientes de regulación de empleo. Zapatero afirmó en su intervención que está dispuesto a pactar con el PP en estos tres asuntos y Rajoy, cuya comparecencia no sólo se solapó en el tiempo sino también en el contenido con la del presidente del Gobierno, coincidió en la importancia de esas reformas y le tendió la mano. Si el año pasado por estas fechas las formas y el fondo de las intervenciones de ambos sugerían claramente que PSOE y PP no iban a pactar, el panorama ha cambiado radicalmente y ahora todo indica que puede haber acuerdos. ¿Qué ha cambiado en doce meses? Lo que ha sucedido es que la crisis económica se ha ido agrandando y que existe hoy un consenso en la sociedad española de que no habrá crecimiento y creación de empleo si no se acometen esas reformas. El miedo a un deterioro que desemboque en una intervención de la UE pesa también en el ánimo de uno y otro. Ayer dio la impresión de que Zapatero es plenamente consciente de que el PSOE, con él o sin él, no va a poder ganar las elecciones. Ha asumido por fin que la situación económica es muy mala y que su única opción realista es ahora recuperar su credibilidad y reivindicarse como gobernante acometiendo esas reformas. Por su parte, Rajoy es consciente de que llegará al poder en mejores condiciones y se evitará un amargo trago cuando gobierne si estos ajustes son acometidos en los próximos meses por consenso. El deterioro de la economía ha sido tan rápido y tan intenso que Zapatero se ha caído del caballo y ya no tiene margen para fantasías. Pero tampoco Rajoy, un político pegado al ras del suelo, puede ya oponerse a todo lo que haga el Gobierno sin dar una imagen de irresponsabilidad que la opinión pública no le perdonaría. En esta situación, lo más conveniente para el país es que Zapatero y Rajoy fueran capaces de pactar esas reformas antes del próximo verano y que, en otoño a más tardar, se celebraran unas elecciones generales. Pero no hay que descartar que el presidente se empecine en agotar su mandato con la intención de salvar al menos su imagen de cara a la historia. Suceda lo que suceda, ayer se pudo constatar un acercamiento entre los dos líderes que puede derivar en una colaboración que ha brillado por su ausencia en casi siete años y que resulta hoy necesaria para que nuestro país vuelva a encontrar su rumbo. EL MUNDO. 31-12-2010