Hace ocas semanas siete científicos de reconocido prestigio, ex- presidentes y el actual presidente de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular, incluida Margarita Salas, firmaban un manifiesto contra el recorte presupuestario en Investigación y Desarrollo. En dicho manifiesto los científicos exigen que se mantengan las partidas presupuestarias anteriores y advierten de que sin investigación nada puede hacerse ante la crisis. Poco después otro manifiesto, más extenso pero sobre los mismos principios, impulsado por jóvenes investigadores irrumpía en los medios de comunicación avalado por más de 2.700 firmas de profesionales de 104 centros, de todo el mundo. El primer manifiesto ha recabado ya el apoyo de más de 1.000 firmas. Esto es más que un clamor. Este año se celebra el 75º aniversario de la muerte de Santiago Ramón y Cajal, y como dice el dicho popular “la oportunidad la pintan calva”. No es casualidad la destacada labor que viene desarrollando el Instituo Ramón y Cajal en la “repatriación” de científicos españoles, como no lo es que nuestro Premio Nobel sea la mejor representación científica de una época en la que España aspiró a dotarse de un rumbo propio. Para poder hacer frente a la crisis no puede concebirse ningún camino que no pase por el desarrollo de una ciencia nacional, que forme a sus científicos y apueste por dotarse de la capacidad necesaria para ser una potencia en el terreno científico. No solo contribuyendo con avances para el conjunto de la Humanidad, sino puesta al servicio de la mejora de las condiciones de vida y de los intereses del país. De hecho son dos objetivos históricamente ligados e indivisibles. Una ciencia independiente que no esté encadenada por intereses ajenos al desarrollo y el progreso del conjunto de la sociedad. A través de la maraña de subvenciones que menguan y créditos dirigidos, la investigación en nuestro país se ve reducida a un enano de facto. Sin embargo España destaca en sectores punteros como la nanotecnología, y nuestros científicos participan en investigaciones que se sitúan en los límites del conocimiento actual. La histórica denuncia de la “fuga de cerebros”, concentrada en la consigna de “que investiguen ellos” que recogen los manifiestos, es expresión de un país con un potencial gigantesco que es desviado en beneficio de las grandes empresas en liza o desperdiciado en condiciones de absoluta precariedad. En definitiva, una ciencia dirigida a desarrollar el conocimiento en aquellos aspectos o problemas que más nos afectan a todos, tanto en el campo de la salud como en el de las condiciones de vida. La exigencia expresada por los manifiestos que ha de convertirse ya en un clamor popular y una demanda de toda la sociedad, debe también orientarse a cuestionar las argollas que atenazan a nuestro país y lo encadenan a los intereses de los monopolios y las principales potencias, constriñendo su desarrollo económico, político, social, cultural y científico.