Los basijis piden el arresto del lí­der opositor

Musavi niega la legitimidad del nuevo gobierno iraní­

Las duras declaraciones de los dos candidatos reformistas -Musaví­ y Karrubi- contra la decisión de las autoridades de reconocer de forma definitiva e irrevocable la victoria de Ahmadinejad ha levantado las iras de los sectores más extremistas de la lí­nea ultraconservadora, que han pedido la inmediata detención de los lí­deres opositores. La lucha de lí­neas dentro del régimen de los ayatolás, lejos de remitir y acercarse a la mesa de negociaciones, parece reavivarse de momento.

Desués de una semana de silencio, el principal candidato opositor Mir Hossein Musaví, respaldado luego por el también candidato reformista Mehdi Karubi y por el expresidente Mohamed Jatamí declaró desconocer la legitimidad del nuevo gobierno. “Tal como se esperaba, el Consejo de Guardianes ha ratificado los resultados y ha cerrado los ojos ante los numerosos casos de fraude con una mascarada que no ha convencido a nadie”, afirmó Musaví. “A partir de ahora vamos a tener un Gobierno que desde el punto de vista de las relaciones con el pueblo estará en las peores condiciones, y la mayoría, entre la que me encuentro, no reconoce su legitimidad política”, aseguró el líder opositor. “Hay un peligro a la vista. Un sistema gobernante que confió en la gente durante treinta años no puede reemplazar esa confianza con fuerzas de seguridad de la noche a la mañana”, añadió Musaví.La reacción de los sectores más agresivos de la línea ultraconservadora se endureció considerablemente. La milicia Basiji formuló una acusación formal ante los fiscales del régimen por “ofensas contra el Estado” y “perturbar la seguridad de la nación”. No es un exabrupto de un grupo marginal: difícilmente los basiji pueden formular una denuncia así –que conlleva penas de hasta diez años de prisión- sin la autorización expresa del Jefe del Estado, el ayatolá Alí Jamenei.Pero Musaví no habla como un opositor al propio régimen, sino como quien está verdaderamente preocupado por el destino de un sistema político del que él mismo fue un destacado fundador y gobernante en los durísimos años de la guerra contra Irak. El líder reformista advirtió la semana pasada del grave riesgo que supone para el régimen no dotar de un cauce adecuado las demandas de los amplios sectores de las masas iraníes que protestan contra el inmovilismo y la línea dura. Si esas ansias de cambio no pueden expresarse de forma que sean asumidas y toleradas por el régimen –dice Musaví- entonces serán inevitablemente carne de cañon para la influencia espuria de potencias extranjeras, que han advertido las fisuras en la sociedad y el régimen iraní buscan ansiosas algo con lo que antes no podían contar: una forma de intervenir internamente en los asuntos de la República Islámica

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