Quinta jornada de movilizaciones en Irán

Musaví­ no se da por vencido.

Parecí­a que después del veredicto del máximo órgano electoral de la República Islámica -el Consejo de Guardianes, dominado por los conservadores- que rechaza la anulación de las elecciones aunque permite un recuento parcial, el candidato reformista Musaví­ iba a acatar la decisión y tratar de calmar a sus seguidores, pero no va a ser así­. Hasta ahora el lí­der opositor habí­a combinado la obediencia a un régimen del que él es fundador, con cierto desafí­o a la voluntad del Guí­a Supremo, Alí­ Jamenei, que ha ordenado que cesen las movilizaciones y que todas las reclamaciones se resuelvan por la ví­a oficial. En el reavivamiento de Musaví­ pueden estar influyendo dos factores de gran importancia: el apoyo de numerosas y muy influyentes figuras del régimen de los ayatolás y la energí­a de sus millones de seguidores, que lejos de enfriar sus ánimos, se movilizan por multitudes todos los dí­as, desafiando prohibiciones y arriesgando su propia vida.

Tras la jornada de ayer, en la que los seguidores de Ahmadinejad salieron a la calle tratando de demostrar que el residente conservador no tiene menos apoyo popular que el líder de la oposición, la correlación de fuerzas en la calle quedó más evidente, al menos en la capital. La manifestación tricolor –el rojo, blanco y verde de la bandera que utilizan los seguidores del actual presidente- fue ciertamente numerosa, pero significativamente menor en comparación con las marchas verdes que llevan casi una semana inundando las principales avenidas y plazas de Teherán. Ayer no fue una excepción, y a una distancia prudencial de la manifestación oficialista, los partidarios de Musaví volvieron a congregarse por varias decenas de miles en la plaza Hafte-Tir, cercana a los barrios de clase media-alta del norte de la ciudad. La de ayer había sido desconvocada por el propio Musaví intentando prevenir disturbios con muertos como los del lunes, que dejaron una cuenta de ocho muertos en la oposición. Pero los blogs y la web –aun realentizada por el gobierno- hicieron su labor. Al dispersarse la manifestación hubieron cargas de la policía y varios detenidos, pero eso no tendrá efecto alguno. El movimiento verde tiene vida propia, con o sin su candidato. Cuando los acontecimientos entran en su quinto día tras las elecciones del viernes –que dieron un triunfo sorprendentemente aplastante a Ahmadinejad, con un 64%, que sus detractores achacan a un fraude- la protesta parece lejos de apagarse. Quizá por eso Musaví se ha vuelto a poner al frente de sus partidarios, y desafiando las palabras del líder supremo, Alí Jamenei, ha vuelto a convocar para hoy, a través de su página web, otra demostración en la plaza de Hafte-Tir para recordar a las víctimas mortales causadas por las acciones represivas de la fuerza antidisturbios y de los milicianos basiji. El clérigo reformista ha insistido a sus fieles que la protesta sea pacífica y que vistan de negro en señal de luto. “Pido al pueblo iraní que se congregue en las mezquitas y realice marchas pacíficas para consolar a las familias de los mártires y heridos en los recientes acontecimientos”, dijo el ex primer ministro. Pero Musaví no sólo se obstina en seguir movilizando a sus votantes, sino en solicitar la anulación de los comicios y la convocatoria de otros nuevos con las garantías correspondientes. "Queremos una manifestación pacífica para protestar por las irregularidades de las elecciones y conseguir nuestro objetivo de que se anulen los resultados", escribe Musaví en un comunicado en la web, dejando claroasegurando su objetivo: "unos nuevos comicios presidenciales que no repitan el vergonzoso fraude de los anteriores". Esto es especialmente significativo, pues la decisión del Consejo de Guardianes es en firme no es revocable ni objetable en principio. Si alguien temeroso de Allah y del régimen se atreve a forzar las reglas –escritas o no- de las instituciones iraníes no sólo es por el empuje de las masas, sino porque Musaví es parte –y destacado fundador- del régimen, cuenta con el apoyo de influyentes sectores y personalidades políticas y religiosas, y en definitiva, expresa la voluntad y el proyecto de una parte muy poderosa de la clase dominante del país.

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