La represión contra los nativos amazónicos ha despertado un amplio movimiento de solidaridad con los indígenas y de repudio al gobierno de García, que ayer se expresó en multitudinarias marchas de protesta en ciudades de todo el país. Organizaciones sociales, partidos políticos opositores, sindicatos, gremios agrarios y campesinos, estudiantes, maestros, intelectuales salieron ayer a las calles para marchar en contra del gobierno, en lo que ha sido el movimiento social más grande desde las protestas que precedieron la caída del régimen de Alberto Fujimori, en el año 2000. A las protestas internas se han sumado las condenas internacionales por la matanza de la Amazonía.
Según todos los informes que llegan, los nativos muertos en su mayoría no son encontrados, otros son hallados incinerados, al más uro estilo fascista hitleriano. Un verdadero holocausto. que entre nativos y policías superaría el medio centenar según medios oficiales y según las cifras de las organizaciones indígenas, organizaciones no gubernamentales y la misma Iglesia, son más de trescientos los desaparecidos, el ocultamiento de los cadáveres por el ejercito y la policía, quemándolos, echándolos al río o en fosas comunes, hace imposible un recuento oficial de los muertos. Pobladores de la zona aseguran haber visto helicópteros arrojando cadáveres a los ríos. Organismos nacionales e internacionales de derechos humanos han condenado la violencia contra los indígenas y exigido una investigación de lo ocurrido. Las Naciones Unidas expresaron su «profunda preocupación» por los violentos sucesos en la Amazonia peruana. El gobierno hasta el día de hoy solo reconoce nueve indígenas muertos y veinticuatro policías.Unas treinta mil personas marcharon por las principales calles del centro de Lima, que había sido cercado por la policía. «Alan genocida», «Alan asesino, igual que el chino (Fujimori)», eran algunas de las consignas que se podían leer en los cartelones que llevaban los manifestantes. Las protestas se repitieron en las principales ciudades del país, casi sin excepción. En todas las marchas fue unánime la condena a la matanza de los indígenas y la exigencia de la renuncia del gabinete ministerial que preside Yehude Simon, quien en los últimos días se ha dedicado a tiempo completo a justificar la represión policial y a satanizar el movimiento indígena, que busca parar las intenciones del gobierno de privatizar la Amazonia, como parte de los acuerdos del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Cuando los manifestantes que marchaban pacíficamente por las calles de Lima se acercaron al Congreso, la policía los atacó con bombas lacrimógenas. La multitud retrocedió, pero no se dispersó. Poco después volvió a avanzar y la policía lanzó más gases lacrimógenos y arremetió con la policía montada. El enfrentamiento se prolongó por un largo rato.El gobierno, más aislado que nunca, ha respondido a las protestas endureciendo un discurso desafiante, fascista, refugiándose en medidas que ajustan las tuercas del autoritarismo. Los principales portavoces del gobierno, encabezados por el sátrapa García, han reaccionado satanizando a los indígenas y a quienes apoyan sus demandas, a los que ha acusado de «complotar contra la democracia» y de ser «antisistemas enemigos de la modernidad y el desarrollo», y ha llamado a combatirlos. El gobierno insiste en culpar de la violencia a los indígenas, lo que ha exacerbado más los ánimos. Unos indígenas» insolidarios» que no piensan el en «bien común» intentando dividir al pueblo frente a los indigenas. Pero esta estrategia fascista, se le esta volviendo encontra, cada vez más los apristas, la derecha y los medios de comunicación oligárquicos, temen que este movimiento se convierta en su tumba. Como paso en Bolivia hace unos años en la represión genocida del gobierno de derechas que provoco un camino imparable para que las organizaciones antihegemonistas, con Evo Morales ganaran las elecciones.Mientras la policía reprimía a los miles de manifestantes que expresaban su solidaridad con los indígenas para evitar que lleguen al Congreso, dentro del hemiciclo parlamentario la mayoría oficialista, que incluyó al fujimorismo y a la derechista Unidad Nacional, imponía, sin debate y en pocos minutos, una sanción de 120 días de suspensión a siete congresistas del opositor Partido Nacionalista (PN), que el día anterior habían protestado tomando el recinto parlamentario contra la decisión del oficialismo de suspender en lugar de derogar las llamadas «leyes de la selva». Aprobada la suspensión de las leyes sobre la Amazonía, se desató el escándalo. Los congresistas del PN protestaron indignados y tomaron el centro del hemiciclo con cartelones y gritos en apoyo a los indígenas y exigiendo la derogatoria de las cuestionadas leyes, que ya han sido calificadas como inconstitucionales por dos comisiones del propio Congreso y por la Defensoría del Pueblo, opiniones que la mayoría no quiso tomar en cuenta. Varios parlamentarios levantaron frente a la mesa de la presidencia del Congreso una gran banderola en la que se podía leer «Tierra y agua no se venden. Escuchen a los pueblos andinos y amazónicos».Las congresistas Hilaria Supa y María Sumire, representantes de los pueblos indígenas andinos, se sentaron, vestidas con trajes típicos de sus comunidades, en medio del hemiciclo exhibiendo carteles escritos a mano en los que se pedía «por la vida, la paz y la democracia. No más muertos por nuestros recursos». Los parlamentarios nacionalistas colocaron en medio del recinto una corona de plumas de un Apu (jefe) indígena y encendieron velas, en señal simbólica de apoyo a los nativos amazónicos. Los congresistas decidieron pasar toda la tarde y la noche en el Congreso, en una vigilia de protesta contra el gobierno. «La selva no se vende, la selva se defiende», era una de las consignas más escuchadas que salían desde el hemiciclo parlamentario. De esta manera, el gobierno deja fuera del Parlamento a una parte fundamental de la oposición parlamentaria. «Se ha sancionado principalmente a los congresistas vinculados con los sectores indígenas. Esta suspensión es un gran atropello a la democracia. Estamos ante una dictadura cívico-militar», señaló Freddy Otárola, portavoz de la bancada parlamentaria del PN.Después de la masacre de los indígenas ocurrida hace una semana y la respuesta del gobierno, que ha pretendido negar los hechos, cada vez con más claridad se borra el maquillaje democrático del APRA para dejarnos ver en toda su crudeza su esencia prohegemonista y fascista. En el ambiente político comienza a imponerse la sensación de un peligroso deterioro de la democracia. El gobierno está más debilitado que nunca y ha perdido legitimidad. Ya ha demostrado de lo que es capaz, ahora esta como una alimaña herida y se vuelve más peligroso por momentos.