EL OBSERVATORIO

Mujeres Blancas

Diez días antes del asesinato de Pier Paolo Pasolini en la playa de Ostia, Roma se había visto conmocionada por una atrocidad quizá no tan conocida, ni tan relevante desde el punto de vista mediático, pero igualmente trágica y repugnante: la masacre del Circeo.

En septiembre de 1975, tres jóvenes “pariolini” (de Parioli, un barrio burgués, acomodado y hábitat del sempiterno fascismo italiano) llevaron a dos chicas a una villa de las afueras de Roma. Allí, durante tres días, vivieron su particular orgía de sangre: las violaron y las torturaron salvajemente hasta darlas por muertas. Luego cargaron los cuerpos en el maletero del coche y se fueron a cenar una pizza, antes de enterrarlas o dejarlas abandonadas en un descampado. Sin embargo, una de ellas, Donatella Colasanti, no había muerto. Cuando estuvo segura que sus torturadores habían abandonado el coche, comenzó a golpear la puerta del maletero. Alguien la escuchó. Al poco rato, la policía italiana y los consabidos “paparazzi” comprobaban horrorizados cómo un rostro ennegrecido y con una mirada cercana a la locura emergía desde aquella “tumba”.

Aquella misma noche la policía detuvo a dos de los asesinos: Gianni Guido y Angelo Izzo. El tercero, Andrea Guira, logró escapar, probablemente gracias a la complicidad de la extrema derecha con la policía. Alguien le avisó y consiguió desaparecer. Nada se supo con certeza de él hasta que muchos años después, y merced a análisis de ADN, se pudo verificar que había muerto probablemente de sobredosis mientras estaba en la Legión española en Melilla.

En “Mujeres blancas” (Contrabando, 2019), José Martínez Rubio no se limita, sin embargo, a recuperar de la memoria este brutal suceso de la crónica negra italiana de aquellos “años de plomo”. Hace algo mucho más interesante. Despliega sus dotes de investigador para, como un detective literario, seguir las huellas de una historia que se prolonga hasta prácticamente nuestras días. De esta forma, la novela se convierte en una apasionante crónica que por momentos deviene en un thriller real, una indagación que no solo revive el pasado más luctuoso de Italia (las Brigadas Rojas, el asesinato de Aldo Moro, los atentados neofascistas, la muerte de Pasolini) a la vez que revela uno de los aspectos más desconocidos de la España que iniciaba entonces su Transición (la connivencia de criminales internacionales con los últimos reductos de un franquismo en descomposición), sino que prolonga la investigación hasta nuestros días, siguiendo paso a paso tanto la historia de los asesinos (dos de ellos siguen vivos) como los infructuosos intentos de Donatella (fallecida en 2005) por construirse una nueva vida y encontrar justicia.

El texto narrativo va combinando los resultados de la indagación con fragmentos más reflexivos, e incluye aportaciones documentales directas: transcripciones de apariciones televisivas de Donatella, entrevistas a los asesinos… incluso el documento en que el Parlamento Europeo denunció la intervención de EEUU a través de la Red Gladio.

En paralelo a esta búsqueda, el protagonista y narrador (alguien que, como en todas las autoficciones, es y no es el autor), un joven profesor de la Universidad de Bolonia, relata otra crónica más íntima: la superación de una relación sentimental tormentosa, la parálisis emocional del desarraigo, el desencanto ante una vida académica anodina y la frustración de toda una generación desconcertada.

Esta “otra” historia funciona a la perfección como contrapunto a la crónica negra, y se engarza con ella, de una forma quizá más subterránea que obvia, en torno a la problemática del “día después”. ¿Cómo es el día después de que a tu vida le haya sucedido un cataclismo? ¿Cómo se afronta eso? ¿Cómo se rehace una vida? 

En la presentación del libro en Barcelona, el pasado 22 de noviembre, el reconocido escritor barcelonés Javier Pérez Andújar, subrayó esa problemática del libro. Tras elogiar el trabajo de investigación de José Martínez Rubio y su condición de filólogo, subrayó que “Mujeres blancas” era, sin duda, un texto valiente, un texto que afrontaba cuestiones hondas y preguntas difíciles e inquietantes. También señaló que era un texto “muy respetuoso”, que ponía en evidencia el “pudor” del escritor, que para nada se dejaba llevar por la explotación de los rasgos más obscenos, impúdicos o sangrientos del caso, para ir, por el contrario, en pos de los dilemas éticos y existenciales, sin por ello eludir que se trata de una “novela muy política”.

El autor trajo a colación el hecho de que el caso del Circeo (durante muchos años “oculto” en la propia Italia) fue en su día un hecho que conmocionó profundamente a la sociedad, y que está incluso en la génesis del movimiento feminista italiano. El propio Pasolini se ocupó muy directamente del caso, y antes de su asesinato escribió intensamente sobre él, llevando su crítica hasta los mismos cimientos de una civilización occidental a la que consideraba corrompida y monstruosa. La “masacre del Circeo” era para él el símbolo de una sociedad que ha llegado a niveles de degradación insoportables. Días después, sería asesinado…

En la actualidad, la televisión italiana proyecta una serie sobre este caso… que cuenta con “la colaboración y el asesoramiento” de uno de los asesinos… ¿Ya no queda ningún Pasolini en Italia que se remueva ante este último giro insoportable de las cosas?

Novela política, novela documental, novela existencial, novela moderna en su estructura, planteamiento y escritura, “Mujeres blancas” se devora, pues es una lectura altamente adictiva. 

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