Recortes Cero en las movilizaciones del 8 de Marzo, Dí­a de Mujer Trabajadora

Mujer, estas llamada a ser una dirigente

Con estas palabras, hace ya muchos años, el poeta Bertoldt Brecht, hací­a un llamamiento a la mujer y a otros sectores oprimidos a tomar el poder en sus manos, a ser las dueñas de sus destinos. A romper las cadenas, todas. Las que nos atan a todos los trabajadores, y también las que encadenan en particular al género femenino: las del patriarcado, un aspecto de la ideologí­a dominante que condena a la mujer a subordinarse al hombre, a ser un sujeto pasivo, oprimido y secundario.

La opresión machista -como todas las formas de opresión- sirven en última instancia para una mayor explotación. Por un lado, al dificultar o impedir la incorporación de la mujer al mundo laboral, no se impide que la mujer participe en la producción (¿o acaso el trabajo de millones de amas de casa no es productivo?), sino en la producción remunerada y reconocida socialmente. Facilitar -con medidas de conciliación familiar- y promover la incorporación de la mujer al trabajo es crear la base material -económica- de su emancipación. De la igualdad entre mujeres y hombres, de la auténtica capacidad de decisión soberana de las mujeres.

La opresión machista sirve para mantener una intolerable brecha salarial. Mantener a las trabajadoras desempeñando trabajos mucho peor remunerados que los trabajadores. Por eso, a pesar de tantos años -y tantos avances- en materia de igualdad de género, las mujeres en España aún perciben salarios casi un 20% inferiores al de sus compañeros, aunque realicen la misma función, tres puntos más que la media europea.

Esta debe ser una exigencia irrenunciable de la lucha feminista y del movimiento obrero. ¡Una mujer, un trabajo: igualdad salarial!.

Pero la opresión machista no sólo deja nóminas más escasas, sino un centenar de mujeres asesinadas por sus maridos cada año, y decenas de miles más de casos de maltrato. Los estudios indican que más de un 12% de las mujeres han sufrido -o sufrirán- algún episodio de maltrato a lo largo de su vida. Ni una más: nos queremos vivas.

Por eso, la otra exigencia irrenunciable del movimiento feminista, y con ellas de todos los progresistas y demócratas, debe ser exigir un tratamiento integral de las políticas de igualdad de género, que actúe sobre las causas de la desigualdad entre mujeres y hombres, Una Ley de Violencia de Género que tenga los recursos y el presupuesto necesario. Una ley que prevenga la violencia machista, actuando sobre su nacimiento. Una Ley que ayude a las víctimas -antes, durante y después de la denuncia y del juicio. Una Ley que pueda evitar las muertes.

Por eso, cada 8 de marzo, toda la sociedad tenemos que ser un clamor unitario. Porque todas y todos estamos llamados a ser dirigentes.

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