Es un golpe inesperado. El pontífice, de 88 años de edad, había sido ingresado el 14 de febrero por una grave afección respiratoria, y durante semanas su pronóstico fue incierto. Sin embargo, tras 38 días hospitalizado, parecía estar recuperándose. Había reaparecido en los actos de Semana Santa, y pocas horas antes de su fallecimiento había pronunciado ante miles de fieles un breve saludo desde el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro para la bendición Urbi et Orbi tras la misa del Domingo de Resurrección. Aunque su salud estaba visiblemente mermada, nada hacía preveer un desenlace tan repentino.
Con Francisco no sólo muere un profundo reformador de la Iglesia Católica. Se va el pontífice más social y progresista. Un papa comprometido contra las agresiones imperialistas, contra la barbarie del capitalismo depredador, que destruye el medio ambiente y condena a la humanidad a la pobreza. Un amigo de los pueblos y de su lucha.
Desde que accedió a la cátedra de San Pedro en marzo de 2013, el argentino Jorge Bergoglio -el primer papa que viene de un país del Tercer Mundo- imprimió a su apostolado una impronta inédita, con un fuerte carácter progresista dentro de las lógicas limitaciones del Vaticano.
Enfrentándose a los poderosos sectores más reaccionarios y conservadores de la Iglesia Católica, Francisco se abrió hacia el colectivo LGTBI, defendiéndolos de las políticas de odio. Con encíclicas como ‘Laudato si’, no sólo amplió la doctrina social de la iglesia hacia una enérgica defensa del medio ambiente, sino que hizo apología de una crítica radical al sistema capitalista de impronta norteamericana, a su despiadada ley del máximo beneficio que pisotea a los seres humanos y al planeta, convirtiéndolos en mercancía desechable.

Sus llamamientos a acercar la Iglesia a los empobrecidos, a las clases populares y trabajadoras, a los migrantes y refugiados, chocaron con los sectores del catolicismo que nunca dudan en ponerse de parte de los poderosos para aplastar al débil.
Pero además, en un mundo cambiante y convulso, el papa Francisco se posicionó siempre en contra de las agresiones imperialistas -por ejemplo, contra la brutal invasión rusa de Ucrania o contra el abyecto genocidio de Israel y EEUU en Gaza- y alentando el surgimiento de un mundo abierto y multipolar, donde las naciones del Tercer Mundo y del Sur Global pudieran encontrar un camino para su propio desarrollo y prosperidad, zafándose del brutal dominio de las potencias imperialistas, encabezadas por la norteamericana.
Por todo ello, y a lo largo de sus 11 años de pontificado, el papa Francisco se ganó la simpatía y el apoyo no sólo de los cristianos de base, de aquellos que creen que -como decía Lorca- «Cristo puede dar agua todavía», de los que católicos que luchan en el barro de la pobreza, mano a mano con los movimientos sociales, por crear alternativas al servicio del pueblo. También de millones de personas de izquierdas, no creyentes, agnósticas o ateas.
En un panorama incierto y tenebroso, donde la Paz Mundial está amenazada por las agresiones y los proyectos del hegemonismo y el imperialismo, donde las libertades y la democracia están en peligro por las ultrareaccionarios planes que emanan de Washington, necesitamos a una Iglesia como la que Francisco representa. Una Iglesia que se ponga del lado de los pueblos y del progreso, de la libertad y de la justicia social..
Desde estas páginas, los comunistas de Unificación Comunista de España, mandamos un afectuoso abrazo a la comunidad católica mundial en estas horas tristes. Y deseamos que la semilla de paz y justicia que Francisco plantó eche profundas raíces, y dé nuevos y fecundos frutos.
Recordaremos a nuestro amigo Francisco.