Al mismo tiempo que amasaba una enorme fortuna gracias a la extorsión mafiosa, Al Capone destinaba sustanciosas sumas a financiar campañas contra el vicio. Y era una inversión muy rentable. Si la atención se centraba en perseguir el vicio, Al Capone podía respirar tranquilo. Porque mientras no se le identifique, el criminal puede continuar delinquiendo. Algunos sectores de la izquierda llaman a combatir a un «capitalismo neoliberal» donde gigantescas «trasnacionales» gobiernan el mundo, actuando por encima de unos Estados vaciados de poder. Sin embargo, el «caso Google» nos habla de una realidad muy distinta. Hemos visto como el Estado norteamericano ha protegido y amparado la actuación del gigante informático en China, como parte de los intentos norteamericanos por desestabilizar la expansión de Pekín. ¿Vivimos en una época donde los monopolios se han colocado «por encima de los Estados»… o por el contrario no es posible desligar la expansión monopolista de la fuerza político-militar de los Estados que defienden sus intereses?
El caital sí tiene patria, la de sus propietarios. ¿O es que los monopolios no tienen dueño? ¿Es que detrás de los monopolios no existen burguesías monopolistas, armadas con gigantescos Estados para imponer sus intereses?La misma venda que en tiempos de Al Capone protegía sus ganancias mafiosas, es la que hoy confunde y desorienta a muchos revolucionarios, empeñados en luchar contra fenómenos económicos como la globalización mientras los principales explotadores del planeta están enfrascados en una voraz ofensiva política y militar, denunciando al capital y los monopolios y no a sus dueños.Es la burguesía norteamericana, con el poder del mayor Estado imperialista, quien impone de forma planificada la explotación y la opresión a escala mundial. Son burguesías como la alemana o francesa las que se disputan áreas de dominio local. ¿Entonces a quién le interesa que permanezcan ocultas entre la niebla de la globalización o un imposible gobierno mundial de los monopolios?Identificar con claridad al enemigo ha sido siempre el punto fundamental al establecer una línea revolucionaria.Nos enfrentamos, si queremos conquistar otro destino, a poderes de carne y hueso, identificables, con nombres y apellidos. Son las principales burguesías imperialistas (y entre ellas la norteamericana como única superpotencia) las que imponen, a sangre y fuego, su dominio sobre el conjunto de pueblos de mundo.Colocar como blanco el capital transnacional, la globalización o los monopolios suaviza, además, el antagonismo de las contradicciones generadas por el imperialismo, reduciendo a un terreno económico lo que es permanente violencia y agresión. Acabar con el poder (económico, político y militar) de la burguesía norteamericana, y también el de los imperialismos locales, es el objetivo que perseguimos. Y para ello es necesario descorrer la venda.¿Se diluye el peso de los Estados? ¿O lo que ocurre es que los principales Estados imperialistas se fortalecen a costa de los sometidos?¿Los monopolios han acabado por situarse por encima de los Estados? ¿O la realidad es que los Estados más poderosos imponen los intereses de los grandes monopolios?Los peces no sobreviven fuera del agua, de la misma forma que el capital monopolista no existe al margen del poder de los Estados.¿Es que alguien puede defender que los monopolios norteamericanos se desarrollan al margen de las guerras y golpes de Estado que provoca Washington?La tesis de que las relaciones económicas son cada vez más autónomas del poder político (argumentando que el capital se ha “deslocalizado”, y que por tanto los Estados-nación quedan sometidos a un capital internacional) oculta la realidad del imperialismo, suaviza la violenta imposición que, a través de los Estados, ejerce un pequeño puñado de monopolistas sobre el conjunto de la sociedad.¿Puede entenderse la naturaleza del gran capital norteamericano al margen del poder del Estado?El complejo militar industrial es quizá la máxima expresión del maridaje entre el Estado y los grandes monopolios.La mayor concentración de capital del planeta alimenta, alrededor de los principales aparatos del Estado, el desarrollo y la concentración monopolista, garantizando que los principales recursos del país van a parar a sus arcas. A través de él, y en paralelo con la expansión imperial, los grandes monopolios estadounidenses fortalecen su capacidad para intervenir en los asuntos mundiales, garantizándose la parte sustancial de la explotación mundial.El Estado es el aparato de dominación de una clase sobre otras. Surge del carácter antagónico de la división de la sociedad en clases. Quienes han transformado los medios de producción en propiedad privada necesitan imponer por la fuerza ese robo. La tarea fundamental del Estado es pues garantizar y multiplicar la explotación.Defender la autonomía de los monopolios del Estado tiene la misma enjundia que afirmar que los beneficios mafiosos son independientes de la extorsión que practican sus bandas.Pero en el capitalismo monopolista, la imbricación del poder económico con el Estado ha alcanzado un grado máximo. El Estado como consejo de administración del conjunto de la clase burguesa, característico del capitalismo de libre cambio, ha pasado a convertirse en la expresión concentrada del poder de una ínfima minoría, el capital financiero.Esta fusión entre la oligarquía financiera y los grandes intereses imperialistas con el Estado, ha llegado a tal extremo que el papel fundamental de este último es arbitrar, regularizar y fortalecer los intereses de los distintos grupos financieros y monopolistas Esto es así hasta el punto de que el desarrollo monopolista no viene determinado por la libre actividad en el mercado de un capital autónomo del Estado, sino que es impuesto al conjunto de la sociedad desde el poder político.A través de un sin fin de organizaciones estatales y paraestatales, se imponen violentamente los intereses oligárquicos a toda la sociedad, se redistribuyen los recursos productivos en beneficio de una ínfima minoría, acelerando la monopolización de nuevos sectores y la acumulación de gigantescas masas del capital en unas pocas manos.Esta es la sustancia de los Estados monopolistas. La Reserva Federal no es un organismo que vela por el funcionamiento del mercado financiero, es un instrumento para imponer los intereses de la burguesía monopolista norteamericana, subiendo o bajando los tipos de interés… Las leyes del gobierno Bush (otorgando contratos billonarios, rebajando impuestos, legislando los mercados para garantizar y ampliar el monopolio) son un ejemplo que ni siquiera busca excusas.¿Acaso la unidad económica y monetaria europea es un proceso neutro? ¿No ha estado hegemonizado por el Estado germano, imponiendo las medidas políticas más beneficiosas para los monopolios y centros financieros alemanes?No es presión desde fuera, es que el Estado es propiedad de la burguesía monopolista, y lo utiliza como instrumento para imponer sus intereses. No sólo contra el pueblo, sino también contra la burguesía no monopolista o el resto de potencias imperialistas.La fusión entre el Estado y los monopolios es tal que el intercambio de cuadros entre uno y otro es permanente. Arias Salgado pasó, tras dirigir como ministro la fusión entre Alcampo y Continente a ser el máximo ejecutivo en España del consorcio resultante. Ana Birulés dejó el consejo de administración de Vodafone para entregar, como ministra, las licencias de telefonía móvil a un precio irrisorio. No existe en el gobierno norteamericano un solo miembro que no tenga estrechas relaciones con uno o varios grandes monopolios.La fusión ha llegado a un matrimonio personal, sentando a miembros del gobierno y el Estado en consejos de administración. ¿Creciente autonomía de los monopolios con respecto al Estado? ¿Dónde se encuentra semejante cosa?Las tesis que intentan mostrarnos a monopolios sin Estado borran la violencia intrínseca al monopolio, la dictadura de clase que imponen, al conjunto de la sociedad, y a través del poder del Estado, un pequeño puñado de grandes conglomerados financieros.La principal fuente de ganancia monopolista no es el simple intercambio comercial, sino la exportación de capital, ampliando la explotación a escala mundial, o la usura financiera sobre los países dependientes, a través de empréstitos, deuda externa…El papel de los Estados imperialistas es garantizar, por la fuerza política y militar, esa rapiña imperialista, contra los pueblos y frente al resto de competidores.El ejército norteamericano y sus aparatos de intervención políticos han salpicado el planeta de una larga lista de guerras, agresiones, golpes de Estado, asesinatos…¿Qué sería de los grandes monopolios norteamericanos sin la larga historia criminal de su Estado?Si Allende pretende nacionalizar las minas de cobre, en manos de monopolios norteamericanos, o el gobierno guatemalteco de Jacobo Arbenz impulsa una política nacional, los aparatos del Estado norteamericano se ponen en marcha, organizando golpes de Estado.¿Es que alguien puede imaginar que existen monopolios sin política imperialista? ¿Qué las burguesías monopolistas no van a proteger, e intentar aumentar, las ingentes cantidades de capital que exportan, a través de los aparatos militares y políticos de los Estados?Sin la presencia coercitiva del Estado, sería imposible la extorsión, el auténtico parasitismo, que los grandes centros financieros ejercen sobre países soberanos, robando una buena parte de la riqueza nacional sólo a través de la usura globalizada.Sin la presencia de la policía defendiendo al banco, nadie se prestaría a pagar la sangría que significa una hipoteca. Sin los ejércitos imperialistas, los países cancelarían una deuda externa que es un saqueo a gran escala.La expansión mundial de los monopolios norteamericanos se ha dado a golpe de los cadáveres amontonados por el imperio. El salto de los grandes monopolios químicos alemanes se produjo gracias a los experimentos de los nazis.Esta es la naturaleza del capitalismo monopolista, inseparablemente unido al imperialismo.Los monopolios o el poder financiero, jamás se han situado por encima de los Estados. Han sellado un pacto con sangre ajena.