Las conexiones internacionales del independentismo en Cataluña (II)

¿Moldeando también a la izquierda?

En la recepción a los cónsules de 60 paí­ses extranjeros, el actual president de la Generalitat, Carles Puigdemont, se dirigió a ellos afirmando que «Cataluña es un paí­s que está caminando hacia su independencia». El conseller de «Afers Exteriors», Raül Romeva, remarcó el objetivo de este acto inédito: «queremos tejer aún más complicidades de las muchas que ya tenemos».

Es una muestra más de la “internacionalización” del “procés soberanista”, con el que los círculos nucleados en torno a Artur Mas buscan el amparo de cancillerías extranjeras a sus proyectos de fragmentación.

En la primera entrega de este serial sobre “las conexiones internacionales del independentismo” afirmamos que “quien intente explicar lo que está sucediendo en Cataluña desde la “huida hacia delante del clan Mas y Pujol para esconder su corrupción” o como “un asunto interno” entre Cataluña y el Estado español, no será capaz de entender nada”.

Y desvelamos algunas de las maniobras con las que importantes centros de poder mundiales, en Alemania o EEUU, han amparado el avance de los desafíos contra la unidad en España.

Dirigimos nuestra mirada hacia “la derecha”, especialmente a Convergencia. Pero también se ha hecho un trabajo -tanto o más oculto- por inocular en “la izquierda” la aceptación, con cuanto menos la conciliación con la fragmentación, frente a las tradiciones progresistas en defensa de la unidad. «Se ha inoculado la falsa idea de que cualquier proyecto de división es progresista, y cualquier proyecto de unidad, aunque sea la defensa de la unidad del pueblo trabajador, es reaccionario»

Las verdaderas tradiciones de la izquierdaLas mejores tradiciones de lucha de nuestro pueblo nos enseñan que defender la unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España es una bandera revolucionaria, y un requisito indispensable para cualquier proyecto de progreso.

La defensa de la unidad, libre y solidaria, de todo el pueblo español está en la memoria de demócratas, librepensadores, republicanos, socialistas, comunistas, anarquistas y nacionalistas democráticos que estuvieron dispuestos a dejar su vida por la defensa de la libertad y la construcción de un proyecto común para todos los ciudadanos españoles.

Y cuanto más revolucionaria ha sido la izquierda, más ha defendido la unidad. Algo que se expresó en toda su intensidad durante la Guerra Civil, con la lucha común de todo el pueblo español contra el fascismo y la intervención hitleriana y mussoniliana.

Es el momento donde, como recuerda el hispanista Pierre Villar, “se oyó a oradores anarquistas que invocaban 1808 y la Reconquista (…) los intelectuales sabían mezclar la tradición española con la voluntad de renovación (…) los poetas ofrecieron al pueblo en guerra romance, sátiras y canciones (…) Los clarividentes contaron con un nuevo patriotismo, ligado a las aspiraciones populares y carente de hostilidad a a personalidad de las regiones para resolver la crisis de España como nación”.

Es cuando los anarquistas catalanes iban a luchar y morir en Madrid, encabezados por Durruti, bajo la consigna de “Defensar Madrid es defensar Catalunya”. O desde la ERC de Companys se organizaba el reclutamiento para defender Madrid con carteles donde se leía “Fill, Madrid et necessita”.

Sin embargo, desde la transición asistimos a un proceso inverso. Cuanto más renunciaban determinadas élites de la izquierda a los objetivos revolucionarios, más contribuían a difundir la falsa idea de que cualquier proyecto de división es progresista, y cualquier proyecto de unidad, aunque sea la defensa de la unidad del pueblo trabajador, es reaccionario.

Otra vez la “Europa de los Pueblos”En uno de los mítines de las últimas elecciones catalanas, Artur Mas se dirigió a los asistentes subrayando que “veréis una Cataluña libre integrada en Europa”. Apostando por una “Europa de los pueblos y las naciones” frente a “la Europa que solo se fija en el poder de los Estados”.

Pero la bandera de la “Europa de los Pueblos” se levanta principalmente desde la izquierda. Bajo ese nombre se presenta en las elecciones europeas una coalición encabezada precisamente por Esquerra Republicana de Catalunya.Y buena parte de la izquierda española contempla con simpatía la “Europa de los pueblos” como un referente opuesto a la “Europa de los mercaderes”.

¿Es esto realmente así? ¿O se utiliza la bandera de la “Europa de los Pueblos” para encuadrar a la izquierda en la defensa de intereses que le son ajenos?

Quien mejor expresó lo que realmente significa el proyecto de la Europa de los Pueblos fue precisamente Xavier Arzallus, en una entrevista concedida a La Vanguardia ya en 1992: “Vamos hacia un IV Reich, aunque no como sucesor del de Hitleriano, sino como continuación del Iº Reich. Pero fíjese, la Comunidad Europea se amplía ahora con Austria. ¡Señores, eso es la vieja anexión de Hitler, el Anschluss!; también con los países nórdicos. «Bajo la bandera de una “Europa de los Pueblos” enfrentada a la “Europa de los mercaderes” se pretende encuadrar a una parte de la izquierda en intereses ajenos»

Luego habrá una ampliación y estaremos reconstruyendo el Sacro Imperio Germánico. El eje Rhin-Danubio, la expansión hacia los Balcanes, hacia los Estados bálticos, siempre mirando hacia Alemania… Los movimientos económicos que ahora hace Alemania a través de la Comunidad Europea ¡son los mismos que hizo Hitler con sus tanques, son los eternos caminos de la expansión germánica! Las adhesiones a la Comunidad llegarán: letones, lituanos, eslovenos,… Al final veo una Europa de los Pueblos con inspiración germánica, con los actuales Estados superados, y entonces, digo yo, el vasco y el catalán no tendrán que ser inquilinos de nadie en esa Europa del futuro”.

Ninguna de las personas de izquierdas que hoy simpatizan con la “Europa de los Pueblos” sabe que este fue un proyecto ideado por las Waffen SS, la vanguardia teórica, política y militar del partido nazi, que constituía un auténtico Estado dentro del Estado. Ni que suponía el proyecto más completo y acabado que conocemos de los designios que la burguesía monopolista alemana tenía para la organización de la Nueva Europa tras su victoria en la IIª Guerra Mundial.

La base de este nuevo orden económico contemplado por la Europa de los Pueblos debía ser la transformación del continente en una sola unidad económica, cuya planificación correspondería a Alemania, donde se centralizarían las instituciones financieras y de crédito y desde donde se distribuirían el conjunto de recursos económicos y productivos del continente entero.

El proyecto contemplaba una extrema especialización de las distintas áreas regionales de forma que el plan de producción de conjunto fuera lo más racional y eficiente posible.

Para ello, la “Europa de los Pueblos” hitleriana contemplaba la fragmentación de los Estados europeos, según criterios étnicos, divididos en pequeñas unidades que gravitarían en torno a la “gran nación étnica europea”, es decir Alemania.

La “Europa de los Pueblos” volvió a reaparecer con fuerza precisamente cuando Alemania, tras la reunificación, volvió a estar en condiciones de hacer avanzar su dominio sobre Europa.

No son “cosas del pasado”, ni que no tengan nada que ver con Cataluña. Hace tres años, y coincidiendo con la radicalización independentista de Artur Mas, el corresponsal de La Vanguardia en Berlín, Rafael Poch, desvelaba un estudio publicado secretamente por la Fundación Ebert, uno de los centros nodulares de la gran burguesía alemana.En él advertía que la Fundación Ebert proponía “la creación de una Kerneuropa, una Europa matriz con Alemania en el centro y un euro restringido a las economías más sólidas del norte. Y que, en el horizonte de desintegración de la Unión Europea, contemplaba hasta cuatro variantes. En una de ellas la “hipótesis desintegradora” –en palabras de Rafael Poch- adquiría el nombre de “síndrome Mezzogiorno”.

En el cual, citando textualmente el informe de la Fundación Ebert, “no son los estados los que rompen con la unión monetaria, sino las regiones prósperas las que rompen con los estados para intentar incluirse en una zona de integración central”. Y la Fundación Ebert mencionaba expresamente, “como ejemplos”, a “Cataluña e Italia del Norte”.

La “bundestelaraña”En 1994, solo cinco años después de que la reunificación permitiera la nueva emergencia de los deseos de dominio alemán sobre el continente, la Alianza Libre Europea se constituyó oficialmente en federación de partidos.Vinculada a Los Verdes alemanes, incluye a partidos como Esquerra Republicana de Catalunya, el Bloque Nacionalista Galego, Aralar, Eusko Alkartasuna o el Bloc Nacionalista Valencia .

En 1997, la ALE abogaba por la segregación de «Euskera Hería» (Euskadi, Iparralde y Navarra); de Galicia y de los «Païssos Catalans». Más tarde propusieron la inclusión, como «regiones emergentes» con rasgos identirios… de Andalucía y Aragón, e incluso Murcia.

En marzo de 2004, tras ratificar una alianza estratégica con los Verdes alemanes, la ALE presenta una actualización del mismo proyecto donde el mapa europeo aparece más fragmentado con la incorporación, junto a las «comunidades étnicas y lingüísticas» de nuevas regiones emergentes cuya única justificación es debilitar los grandes Estados europeos.

El objetivo es encuadrar también a buena parte de la izquierda en una estrategia para la desmembración de los Estados europeos, la desarticulación de las sociedades y los pueblos y su recombinación administrativa y territorial en función de sus intereses de dominio. Este proyecto no es nuevo. Es, básicamente, la rendición de los viejos planes imperiales de la burguesía alemana. En pocas palabras, el dominio sobre una Europa dividida y atomizada de la gran nación étnica por excelencia, Alemania.

Quien piense que el avance de la fragmentación se basa en “viejos conflictos” que ahora estallan, debería conocer el ejemplo del Movimiento Autonomista de Silesia, un partido artificial, sin historia, levantado a golpe de talonario en una región sin identidad definida, ni cultural, lingüística o étnica, habitada por alemanes, polacos y checos, donde no existe sentimiento nacionalista alguno contra Polonia, y cuya única reivindicación consiste en “conseguir una autonomía administrativa y fiscal en la «Europa de las regiones» al estilo de la que disfrutan Cataluña o los lánder alemanes”.

La ALE no es más que la punta de lanza pública de una “bundestelaraña”, impulsada y financiada desde el Estado alemán, para promocionar la fragmentación de Europa.

En el que participan fundaciones patrocinadas por Alemania para la promoción de las lenguas y culturas europeas, como la Fundación Goethe (la más importante de Alemania, fundada por un ex-oficial de las SS), diferentes organismos al servicio del ministerio del Interior alemán (BMI), como la UFCE (Unión Federal de Comunidades Étnicas de Europa), el ECMI, un centro para la promoción de las minorías étnicas en Europa, el EBLUL , una oficina para la promoción del uso de las lenguas minoritarias, el EURAC…

Todos estas fundaciones y organismos tienen una relación transversal, de forma que es habitual encontrar agentes del ministerio del Interior alemán en dichos organismos, en las fundaciones «benefactoras» o en los puestos directivos del mismo ALE; y a través del ALE, Los Verdes y otros partidos alemanes, en el Parlamento y el Consejo Europeos o en la OSCE (Organización para la Seguridad y Cooperación Europea).

Un proyecto con sede en Berlín que adquirió velocidad desde principios de los 90, al calor del nuevo poder de la Alemania reunificada, con un objetivo que señala con claridad el historiador francés Pierre Hillard: “Separar el sustrato étnico de los territorios europeos de su lengua y organización estatal para proceder a nuevas combinaciones”.

Que ahora ha quedado momentáneamente “hibernado” o ralentizado, pero que sigue conservando sus estructuras intactas y plenamente activas. Difundiendo, también entre la izquierda, a través de sus relaciones con las élites de los partidos, el virus de la fragmentación.

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