Gira del emisario norteamericano tras el viaje de Obama

Mitchell se reúne con Abbas en Cisjordania

Otros tiempos corren en Oriente Medio cuando el tono de la reunión entre un enviado norteamericano y un mandatario palestino es más cordial que con su homólogo israelí­. Tras la gira de Obama por la zona -que recaló en Arabia Saudí­ y Egipto pero no en Israel- en la que el presidente lanzó un discurso al mundo árabe que ha turbado a los dirigentes sionistas, Mitchell trata de relanzar la ofensiva diplomática norteamericana para desarbolar la obstinada resistencia de Netanyahu.

Ayer en Tel Aviv Mitchell no se fue or las ramas. Ante el Presidente del Estado de Israel, simón Peres, defendió la conveniencia de que Hamás participara en las conversaciones de paz. Dicen que el veterano político israelí no movió ni un músculo de su cara, pero sólo hay que recordar las palabras de Peres meses atrás, justificando la brutal ofensiva contra Gaza en aras de acabar con Hamás, para saber que los argumentos del norteamericano no le sentaron precisamente bien. Después Mitchell se reunió con Netanyahu cuatro horas, a puerta cerrada, sin luz ni taquígrafos, ni asesores, cara a cara. Nadie sabe las palabras que se dirigieron, pero el gesto serio de ambos al acabar la sesión denotaba la tensión de quien ha oído exactamente lo que no quiere del otro. El emisario norteamericano recaló después en Ramala, tan cerca y tan lejos de Tel Aviv. Mitchell y Abbas tuvieron una reunión mucho más relajada, y el estadounidense aseguró al líder de la ANP que la administración Obama “está auténticamente comprometidos con una paz global en Oriente Próximo". Pero no todo fueron promesas, y la superpotencia sacó la lista de exigencias: el gobierno de Cisjordania debe cumplir con las exigencias de la Hoja de Ruta de 2003, a pesar de que tal plan –elaborado bajo auspicios de Bush- no deja nada claro cuestiones clave como el futuro de Jerusalén. Lo que sí se empeña en dejar meridianamente clara la administración norteamericana cada vez que se refiere a Oriente Medio es que no hay más salida que la de los dos Estados. "El presidente está convencido de que la única solución viable para este conflicto es que se satisfagan las aspiraciones de ambas partes a través de dos Estados", subrayó Mitchell ante Abbas. Sabiéndose respaldado por la Casa Blanca, el presidente palestino ha dicho que las conversaciones con Israel serán inútiles –y que no viajará a Tel Aviv- a menos que Netanyahu acepte una solución de dos Estados y congele la expansión de los asentamientos. Después de la reunión, Mitchell dejó Cisjordania rumbo a El Cairo, donde hoy se entrevistará con el ministro de Asuntos Exteriores, Ahmed Abul Gheit, y el jefe de los servicios de inteligencia egipcios, Omar Suleimán. De éste último, que viene actuando como mediador en el delicado proceso de conversaciones entre Hamás y Al Fatal desde el final de la guerra de Gaza, recabará información directa sobre la postura del movimiento islamista que controla Gaza. Ayer mismo su máximo dirigente, Jalhed Meshaal, valoró positivamente el cambio de postura de Obama respecto a Bush –algo que Hamás aún no había reconocido- aunque dijo que lo que esperaban era un cambio de política en los hechos. Ayer en Tel Aviv Mitchell no se fue por las ramas. Ante el Presidente del Estado de Israel, simón Peres, defendió la conveniencia de que Hamás participara en las conversaciones de paz. Dicen que el veterano político israelí no movió ni un músculo de su cara, pero sólo hay que recordar las palabras de Peres meses atrás, justificando la brutal ofensiva contra Gaza en aras de acabar con Hamás, para saber que los argumentos del norteamericano no le sentaron precisamente bien. Después Mitchell se reunió con Netanyahu cuatro horas, a puerta cerrada, sin luz ni taquígrafos, ni asesores, cara a cara. Nadie sabe las palabras que se dirigieron, pero el gesto serio de ambos al acabar la sesión denotaba la tensión de quien ha oído exactamente lo que no quiere del otro. El emisario norteamericano recaló después en Ramala, tan cerca y tan lejos de Tel Aviv. Mitchell y Abbas tuvieron una reunión mucho más relajada, y el estadounidense aseguró al líder de la ANP que la administración Obama “está auténticamente comprometidos con una paz global en Oriente Próximo". Pero no todo fueron promesas, y la superpotencia sacó la lista de exigencias: el gobierno de Cisjordania debe cumplir con las exigencias de la Hoja de Ruta de 2003, a pesar de que tal plan –elaborado bajo auspicios de Bush- no deja nada claro cuestiones clave como el futuro de Jerusalén. Lo que sí se empeña en dejar meridianamente clara la administración norteamericana cada vez que se refiere a Oriente Medio es que no hay más salida que la de los dos Estados. "El presidente está convencido de que la única solución viable para este conflicto es que se satisfagan las aspiraciones de ambas partes a través de dos Estados", subrayó Mitchell ante Abbas. Sabiéndose respaldado por la Casa Blanca, el presidente palestino ha dicho que las conversaciones con Israel serán inútiles –y que no viajará a Tel Aviv- a menos que Netanyahu acepte una solución de dos Estados y congele la expansión de los asentamientos. Después de la reunión, Mitchell dejó Cisjordania rumbo a El Cairo, donde hoy se entrevistará con el ministro de Asuntos Exteriores, Ahmed Abul Gheit, y el jefe de los servicios de inteligencia egipcios, Omar Suleimán. De éste último, que viene actuando como mediador en el delicado proceso de conversaciones entre Hamás y Al Fatal desde el final de la guerra de Gaza, recabará información directa sobre la postura del movimiento islamista que controla Gaza. Ayer mismo su máximo dirigente, Jalhed Meshaal, valoró positivamente el cambio de postura de Obama respecto a Bush –algo que Hamás aún no había reconocido- aunque dijo que lo que esperaban era un cambio de política en los hechos.

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