SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Misterios del fin de un reinado

Se nos está haciendo muy largó el proceso de proclamación del rey Felipe VI a pesar de la urgencia planteada desde la abdicación del rey Juan Carlos I. Pero a medida que avanza el proceso cada vez se hace más evidente que la abdicación del monarca, personal o inducida, ha sido una buena decisión, para el monarca, la Corona y para España. Aunque parece claro que en todo esto falta mucha transparencia y que los españoles merecen una mejor información.

Porque se inicia la semana decisiva de la proclamación del rey Felipe VI y todavía no sabemos el verdadero motivo, o las causas, de la abdicación del rey Juan Carlos I, lo que ha desatado un cúmulo de improvisaciones y desconcierto tanto en el palacio de la Zarzuela como en la Moncloa. ¿Qué ha pasado? Y, para empezar, ¿Por qué don Juan Carlos y doña Sofía no asisten a la proclamación en las Cortes de su hijo don Felipe VI, como sería preceptivo y natural? No se entiende, esta ausencia, resulta incomprensible y alimenta los rumores sobre una presunta desavenencia familiar (una más), lo que sin duda forma parte de las causas de la abdicación.

Quienes están hoy día inmersos en el debate sobre Monarquía y República y especialmente, en el seno del PSOE, aluden para salvar la situación al pacto constitucional de los republicanos con la transición y la Carta Magna de 1978, donde se aceptaba la Monarquía como forma de Estado y sin pasar por un referéndum explícito al respecto. Eso fue así y durante muchos años funcionó en pos de la reconciliación de las ‘dos Españas’ y la recuperación de las libertades. Pero ese pacto se ha deteriorado y no sólo por la culpa de los malos gobernantes y los partidos que los apoyaron, que sin duda han cometido errores y desafueros, sino también por los errores del propio Monarca y de la Familiar Real que han puesto en riesgo aquel pacto constitucional de la Monarquía con los demócratas, y sobre todo con de la izquierda.

La Familia Real no ha sido ejemplar y de ahí la pérdida de prestigio que revelan las encuestas. Y el Rey no ha sido prudente con sus peligrosas amistades económicas y sus amistades amorosas (si se confirma el último ‘guiño’ del frutero de Corinna, revelado por El Mundo, en el mensaje de abdicación sería lamentable). Y todo ello, además de las presuntas estafas del yerno Urdangarin y de la infanta Cristina, que han acabado minando el prestigio de la Corona, que ahora pretende y debe recuperar con inusitado esfuerzo el joven rey Felipe VI, cuidando de especial manera la no intromisión de la Corona en la vida pública española y por encima de su función moderadora que le asigna la Constitución.

Queremos saber lo que ha pasado y lo que va a ocurrir en los próximos meses porque se están ocultando datos esenciales y no se dice la verdad. Además, ¿qué disparate es ese de que el rey Juan Carlos se va a quedar a vivir en el palacio de la Zarzuela para, con su presencia, incomodar o controlar al rey Felipe VI? Eso no tiene sentido. El rey Felipe VI debe gozar de independencia y autonomía para desempeñar su función de Jefe del Estado algo que nadie, ni siquiera la reina Letizia, debería de olvidar. La Corona es una cosa y la Jefatura del Estado es otra bien distinta.

España no está para bromas, mentiras, disimulos y corrupciones, como se acaba de ver en los votos de castigo de las recientes elecciones europeas. Y la Monarquía y el reinado incipiente de don Felipe VI necesitan prudencia y estabilidad.

Máxime cuando el país espera con inquietado la recuperación de la economía y el empleo, está pendiente la renovación del PSOE y en puerta el desafío catalán.

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