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«Mis rincones oscuros»: autobiografí­a negra

Ediciones ZETA, en su colección de Novela Negra, ha reeditado recientemente «My Dark Places» («Mis rincones oscuros»), un fascinante y aterrador ejercicio de autobiografí­a en el que James Ellroy (1948, Los Ángeles), el célebre autor de clásicos contemporáneos de la novela negra americana, como «L.A. Confidencial», «La Dalia negra» o La colina de los suicidas», viaja hasta los túneles más oscuros de su memoria y hasta los escenarios más recónditos de su pasado en busca de un suceso que cambió por entero su vida y contiene las claves de su destino: la violación y asesinato de su madre.

En 1958, cuando James Ellroy tenía aenas diez años, el cuerpo de su madre fue hallado en la cuneta de una carretera, en un pequeño pueblo de Los Ángeles. Había sido violada y degollada. Nunca se descubrió al asesino y el caso quedó cerrado. Luego, con el tiempo, Ellroy se convertiría en un afamado escritor de novelas negras, de enorme éxito, pero la memoria de aquella tragedia, que marcó su vida, nunca se desvaneció; al contrario, con el paso del tiempo fue creciendo la "necesidad" de una explicación, de una "reparación", la necesidad de recuperarla y de hacer justicia.En "Mis rincones oscuros" (1996) Ellroy narra en cuatro trepidantes capítulos la historia de esa obsesión y de esa búsqueda, en un relato de una valentía sobrecogedora regido por la única e implacable ley de la verdad. En el primer capítulo, "La pelirroja", da cuenta del hallazgo del cadáver de su madre y de la frustrada investigación policial que le sigue, hasta que el caso queda archivado. En el segundo, "El chico de la foto", Ellroy describe el auténtico descenso a los infiernos en que se fue convirtiendo su existencia a partir de aquel momento hasta llegar a convertirse en un vagabundo borracho, drogadicto, ladrón, que bordea el abismo de la locura, hasta que logra salir de ahí merced a la literatura. En el tercero ("Stoner") narra la carrera de un antiguo comisario de homicidios del condado de Los Ángeles, con el que más tarde, James Ellroy va a reemprender la investigación sobre el asesinato de su madre. Esa investigación cubre todo el capítulo cuarto ("Geneva Hilliker", nombre de soltera de su madre), una indagación obstinada y desesperada que no logra dar con el nombre del asesino, pero va a acabar permitiendo a Ellroy reapropiarse de la memoria desvanecida o ignorada de su madre.Tengo que reconocer que, como en tantos otros casos, llegué a "Mis rincones oscuros" por la vía de Bolaño. En una de sus reseñas dedica a este libro unas palabras que no me resisto a reproducir, porque me parecen una recomendación que, con su formidable poder de persuasión, inducen necesariamente a su lectura."Hace un tiempo -dice Bolaño- leí dos especies de autobiografías de dos de los mejores escritores de lengua inglesa vivos. "Experiencia", de Martin Amis, y "Mis rincones oscuros", de James Ellroy. Ambos libros tienen en común el haber sido escritos por escritores jóvenes a quienes no se les supone en el trance de hacer un balance de sus vidas, pues éstas, salvo imponderables, distan mucho de estar en su recta final. Hasta aquí llega el parecido y a partir de aquí los libros se separan para siempre. Amis escribe una autobiografía brillante, pedante, blanda, la vida de un escritor hijo de escritor. Ellroy, a quien muchos desprecian por consideraciones tan imbéciles como que se trata de un escritor de género, escribe una autobiografía sesgada, unas memorias que surgen directamente de los límites del infierno. En realidad lo que hace Ellroy es investigar y recrear, sin ocultar nada, la vida de su madre, los últimos días de la vida de su madre violada y asesinada en 1958 y cuyo asesino jamás fue descubierto.Como el crimen parece ser el símbolo del siglo XX, en las memorias de Amis también hay un asesino en serie, el infame Fred West, en cuyo jardín se encontraron los restos de ocho mujeres, entre ellas una prima de Amis desaparecida muchos años antes. Pero Amis cuando se acerca al abismo, cierra los ojos, pues sabe, como buen universitario que ha leído a Nietzsche, que el abismo puede devolverle la mirada. Ellroy también lo sabe, aunque no haya leído a Nietzsche, y ahí radica la principal diferencia entre ambos: él mantiene los ojos abiertos. De hecho, no sólo mantiene los ojos abiertos, Ellroy es capaz de bailar la conga mientras el abismo le devuelve la mirada.El libro de Amis no es malo. Pero casi todos los libros anteriores de Amis son mejores. (…) El libro de Ellroy, por el contrario, es un libro ejemplar. La segunda parte, la que cuenta la infancia y adolescencia de Ellroy tras la muerte de su madre, es de lo mejor que se ha escrito en literatura en cualquier lengua en los últimos treinta años.El libro de Amis -acaba diciendo Bolaño- termina con niños. termina con paz y amor. El libro de Ellroy termina con lágrimas y mierda. Termina con un hombre solo y erguido. Termina con sangre. Es decir, no termina nunca".A partir de aquí, empiecen a leer. Si tienen valor. Si no, lo mejor es dejarlo.

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