SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Miren hacia abajo, ministros

Los ministros quieren poner buena cara y hacen bien: si ellos no sonríen un poquito, ¿quién va a sonreír en este país? Incluso tienen pequeñas razones, mínimas. Si no fuera porque Elena Salgado condenó la expresión para lo que queda de siglo, estarían hablando de brotes verdes. Son diminutos: una décima en el producto interior, una esperanza de menos caída de la prevista, buenos ingresos de Hacienda, y el sueño de que a lo mejor, quien sabe, ya veremos, no hay que pedir rescate. Esto último, junto con la esperanza de que Artur Mas no consiga la mayoría absoluta, es la ambición no confesada de Mariano Rajoy.Nunca tan poca cosa dio para tal siembra de optimismo, pero todo vale cuando la angustia es tanta. Y así, el signo de la semana política recuerda las pegatinas del franquismo que se ponían en los coches y hacían esta amable invitación: Sonría, por favor. Los ministros se han lanzado en tromba sobre el Congreso y la opinión pública y sacaron la trompetería para pregonar que esto empieza a tener arreglo. Ignoro si están convencidos o es una pura operación de diseño en gabinete de imagen, pero es lo que han hecho. Como no pueden ver brotes verdes, descubren señales en el cielo. Mejor dicho: en los libros de cuentas.¿Qué hay de cierto? O de otra forma: ¿quién tiene razón, el Gobierno que ve luces, o esa oposición política y sindical que asegura que esta política sólo lleva a más paro y más recesión? Si nos atenemos a los datos de ingresos y déficit (la décima del PIB no da para mucho), este Gobierno obtiene un notable en administración. Son administradores duros, pero eficaces. Les funciona todo lo que pueden ordenar desde el Boletín Oficial. Saben cómo sacar dinero de los bolsillos privados, aunque tumben el consumo. Por tanto, están en condiciones de resolver una parte de la crisis: los números del Estado. Si consiguen situar el déficit en el nivel que exige Bruselas, habrán conseguido credibilidad en los mercados. Los alumnos pueden enseñarle las notas a mamá Merkel.Sospecho que esa obsesión contable, esa necesidad de complacer a Europa, esos parabienes de la UE, les sitúa a tal altura que les impide mirar hacia abajo. Y abajo está el pueblo: los 5,7 millones de parados de la EPA, la desigualdad creciente, los hogares sin ingresos, los comedores de Cáritas, el pueblo obligado a justificar una huelga general. No hay nada de qué presumir y mucho que lamentar. ¿Cuándo llegará a esa gente alguna de las luces que se ven desde el Gobierno? «Con un 25% de paro no se puede hablar de recuperación», dijo Feijóo. Ese es el mensaje: cuidado con las alegrías estadísticas, que el pueblo puede pensar que se han olvidado de él. O puede pensar algo peor, porque aquí se está saneando todo, pero a costa de los de abajo. ¿Austeridad en la Administración? Al paro los empleados temporales. ¿Reestructuración de la banca? Despidos a mansalva. Y eso lo está sufriendo el pueblo llano, y algún día se puede sublevar. Y no precisamente con una huelga general.

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