Literatura

Millenium 1

La inminente aparición -el próximo jueves, dí­a 18- del tercer y último volumen de la saga «Millenium» («La reina en el palacio de las corrientes de aire»), del periodista y escritor sueco Stieg Larsson, fallecido en 2004, ha suscitado tales expectativas y se ha convertido de tal modo en el mayor fenómeno editorial de nuestros dí­as, que merece sin duda la pena revisar, uno a uno, los libros de la saga y, lo que es más importante, las razones de su impresionante éxito popular. Y empezamos hoy por «Los hombres que no amaban a las mujeres», que lleva vendidos ya en España cerca del millón de ejemplares.

Muchos son los factores que confluyen, sin duda, en el enorme éxito opular que ha logrado en muy poco tiempo esta nueva “serie negra”, escrita por un periodista sueco al que hasta hace bien poco sólo se le conocía como experto en los grupos de extrema derecha, y que además falleció de un infarto pocas semanas antes de que comenzara a publicarse su obra.Antes de entrar en un análisis exahustivo de esos factores conviene, sin embargo, subrayar y dejar patente el que es, sin duda, el hecho “diferencial” de su narrativa y el más poderoso de sus ingredientes. En la novela negra de Stieg Larsson el delincuente, el villano, el criminal, el asesino es, por lo general, un “respetable” miembro de la burguesía financiera, industrial o empresarial sueca o un destacado representante de los aparatos del Estado. Stieg Larsson apunta directamente al corazón de la clase dominante: allí están los poderosos y macabros delincuentes de guante blanco que no sólo estafan, roban, especulan, evaden impuestos y se mezclan con todo tipo de negocios sucios, turbios y mafiosos (desde el tráfico de armas al de drogas o de capitales), sino que además están vinculados a grupos nazis, violan, torturan y asesinan a mujeres, fuerzan sexualmente a sus propios hijos, o a los jóvenes que tienen bajo su tutela… Hasta esa galería de horrores nos condude la vía de “Millenium”, no como “gancho”, no como “morbo” añadido para vender, sino por una decidida voluntad política de denuncia, que se nutre de la rabia que genera saber –y constatar– que esa delincuencia y esos delincuentes quedan casi siempre impunes.“Novela negra sobre fondo blanco”: no sólo porque la acción discurre sobre los nevados paisajes suecos, sino porque bajo esa capa de aparente pureza, Stieg Larsson nos descubre una espesa trama negra de crímenes de “guante blanco”, el envés terrible –y terrible de verdad– de una clase poderosa y “respetable”, que había convencido al mundo de que Suecia era poco menos que el paraíso terrenal. El shock del lector español puede inducirle a la incredulidad o a considerar que esto es “sólo literatura”, sobre todo si llegó a creerse alguna vez, efectivamente, la propaganda sobre el modelo sueco¨: un modelo al que Stieg Larsson asesta golpes demoledores sólo con las citas estadísticas que sitúa a pie de página al comienzo de cada una de las 4 partes de “Los hombres que no amaban a las mujeres”.Pero con ser éste un factor clave que explica el impacto espectacular de “Millenium”, hay que añadir de inmediato que sin muchos otros ingredientes, muchos de ellos ya estrictamente literarios, la obra de Stieg Larsson no habría alcanzado semejante repercusión.Y uno de esos ingredientes básicos que suponen un verdadero acierto es la singular pareja de protagonistas e investigadores que, cual Quijote y Sancho, cual Sherlock y Watson, pone en juego la inesperada sagacidad narrativa del novato Larsson: el bonachón reportero Mikael Blomkvist y la hacker salvaje Lisbeth Salander.Blomkvist es un cuarentón de vida destartalada, padre divorciado e incompetente, mujeriego al que las mujeres utilizan una y otra vez –lo que no es óbice para que él reincida– y quijotesco entrometido en toda clase de corruptelas, especialmente si afectan a los más poderosos. Mikael es además promotor y redactor jefe de una revista, “Millenium”, que se dedica a destapar el lado más oscuro de la modélica sociedad sueca. Al comienzo del primer libro de la serie, Blomkvist está en horas bajas: ha caído en una trampa y le acaban de condenar a tres meses de cárcel y una voluminosa multa por haber publicado un reportaje sobre un poderoso financiero para el que sus enemigos le han pasado información falsa. Ese paso en falso no le va a hacer perder, sin embargo, ni su determinación, ni su valor ni su sagacidad, alimentadas por una sólida convicción moral, que es su motor incombustible.Lisbeth Salander es, por el contrario, una veinteañera de apenas metro y medio de altura, cuarenta kilos de peso, con la cara llena de piercings y el cuerpo salpicado de tatuajes, una “inadaptada social” (“sociópata” en el nuevo lenguaje de los servicios sociales) con ciertos rasgos “psicópatas” (según los informes de los psiquiatras que la evalúan), que está legalmente incapacitada y sometida a vigilancia y control de un tutor (un depravado que abusa de ella). Lisbeth es, por otra parte, una temible hacker, competente y sin escrúpulos, capaz de burlar los dispositivos de seguridad y protección de cualquier ordenador y saquear su disco duro. Su sentido de la justicia es muy distinto al de Mikael: es espeditiva y vengativa, nunca recurre a la ley ni a la policía ni a las autoridades. Su temperamento huraño y difícil, su fragilidad emocional, su desconfianza absoluta hacia todo y hacia todos, su conducta siempre imprevisible, su carácter indomable y su permanente radicalidad hacen de ella, sin duda, el personaje más atractivo y de mayor poderío narrativo de la serie.La fuerza simbólica de estos dos personajes y su capacidad para conectar con distintas generaciones es otra de las claves del éxito de “Millenium”. Como lo es, asimismo, el indudable oficio que demuestra Stieg Larsson, un narrador riguroso y eficaz, que no duda en recurrir a técnicas propias del best seller o de la novela negra de masas, pero que es capaz de conducir con absoluta solvencia los hilos de varias líneas de acción simultáneas sin que decaiga jamás el interés y la tensión del relato, una tensión que Larsson sabe alimentar con un despliegue riguroso de la intriga.En el primer volumen de la serie –“Los hombres que no amaban a las mujeres”–, Larsson conduce a Blomkvist y a Salander a indagar un oscuro episodio del pasado: la desaparición hace casi 40 años de una joven de 18, sobrina de uno de los mayores industriales y hombres de negocios de Suecia de los años 60, Henrik Vanger, que está convencido de que fue asesinada, probablemente por algún miembro de su propia familia. La estructura de la novela es la típica del “misterio de la habitación cerrada”: un posible crimen y un número concreto de sospechosos aislados en un espacio acotado, que en este caso no es una habitación ni un vagón de tren, sino una isla de la costa sueca.Y como “campo de análisis” toda una familia, una familia rica y poderosa, múltiple y compleja, con muchos cadáveres en todos los armarios.Pero no vamos a contar más de la apasionante trama de esta inquietante novela para que sea el propio lector, sin andaderas ni apoyos, el que descienda libremente por las escaleras que conducen a los sórdidos pasadizoa, los lóbregos sótanos y los nauseabundos pozos de abyección que Stieg Larsson nos descubre en el subsuelo de las vistosas y caras mansiones de la poderosa familia Vanger. Una novela en que Stieg Larsson deja muy claro los contenidos de su compromiso ético y político.

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