Asistimos a una ofensiva contra la luralidad, la independencia informativa y el desarrollo de la cultura. Primero fue la legislación “express” que permitió las fusiones entre cadenas privadas y la posesión de acciones cruzadas, preparando la formación de un oligopolio mediático. Después la desaparición de la publicidad en TVE en beneficio de las cadenas privadas, con una ley de financiación que somete al ente público a los chantajes por impago de la cuota por parte de las telecos y las mismas cadenas. A esto hay que añadir el descontento ante una ley de financiación del cine que no responde al monopolio de las majors norteamericanas que acaparan más del 70% de la distribución, castrando la producción propia, y la denuncia que 20 pequeñas discográficas han amenazado con presentar contra el Gobierno; las discográficas independientes producen el 80% de las novedades y, sin embargo, no alcanzan ni el 10% de las ventas. Al mismo tiempo se da la inclusión en la nueva ley de medios de la creación de una comisión encargada de perseguir las 3.000 emisoras “pirata” que existen en España. Y paralelamente, la persecución en la red de las “descargas ilegales” desde el Gobierno sin que medie un tribunal o la decisión de un juez. Las líneas maestras están trazadas. Por otra parte, en las últimas semanas hemos asistido a la agudización del conflicto entre el gigante de la red, Google, y el gobierno chino, así como la respuesta del gobierno norteamericano apostando por el gran valor estratégico de su mejor representante en Internet en una nueva línea diplomática e informativa – un “poder inteligente” – capaz de “desviar” la opinión y cambiar la correlación de fuerzas a su favor, en un momento histórico en el que su papel hegemónico está puesto en cuestión. ¿Hablamos de temas inconexos, que nada tienen que ver unos con otros?. En cierta manera sí. Pero desde el punto de vista de la independencia de la cultura, el arte y la información, definitivamente, no. En primer lugar porque el dinámico “Ciudadano Kane” de la red representa la determinación por parte de EEUU de hacer valer su hegemonía tecnológica y el control de las infraestructuras para imponer sus intereses en un medio al que todas las alternativas de desarrollo mediático, artístico y cultural deben adaptarse si no quieren ser arrastradas al museo de la Historia. Y en segundo lugar porque para hacer frente a estos retos es necesaria la voluntad política de apostar por un desarrollo propio e independiente en todos los campos de la información y la divulgación cultural. Nuestra realidad es la contraria. Una agudización del monopolio mediático y la persecución militante de cualquier iniciativa popular o ciudadana que cuestione este proceso, precisamente porque no pueden evitar que por cada paso del pensamiento único y la monopolización se den mil respuestas en contra. Ésta es nuestra fuerza. Televisión, radio, cine, música, Internet… crean la opinión que les conviene, silencian lo que no les interesa y hacen que veamos sólo lo que ellos quieren. Mientras, desde estas páginas seguimos apostando por una alternativa independiente al servicio del conocimiento, la cultura, las libertades y la pluralidad. Todos los demócratas debemos tomar partido para que la respuesta sea del conjunto de la sociedad.