SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Mil dí­as de austeridad

Era consciente de la época que vivía. Durante aquella década, cuando los rostros de muchos hombres se tornaron permanentemente duros y fríos, como si miraran hacia un abismo, William Stoner advirtió los signos de la desesperanza generalizada que conocía desde niño. Vio hombres buenos caer en una lenta decadencia de desesperanza, destruidos al ver destruido su concepto de una vida decente; les veía caminar desanimados por las calles con la mirada vacía; les veía encaminarse hacia las puertas de atrás, con el amargo orgullo de los hombres que avanzan hacia su propia ejecución, a mendigar el pan que les permitiera volver a mendigar, y vio hombres que una vez caminaron erguidos por efecto de su propia identidad mirarle con envidia y odio por la débil seguridad que él disfrutaba como empleado de una institución que, no se sabe por qué, no podía caer (…). Conocer la miseria común le afectó y le cambió profundamente, y sin que nadie lo apreciara, la tristeza por los apuros ajenos lo acompañó en todos los momentos de la vida”.

Este párrafo de la extraordinaria novela de John Williams Stoner, sin duda una de las cumbres de la literatura del siglo XX, bastaría para hacer una analogía con el nihilismo que se ha instalado en la sociedad española como efecto de sus problemas económicos derivados de una crisis a la que no ve ningún tipo de salida. Williams describe el ambiente vinculado a los años alrededor de la Primera Guerra Mundial en EE UU, antes de que llegase la Gran Depresión. Muchos ciudadanos españoles se sentirán reflejados en sus palabras.

El jueves próximo se cumplirán tres años de aquella terrible madrugada de un domingo (con los mercados cerrados) en que los ministros de Economía y Finanzas del Eurogrupo atornillaron al límite al Gobierno de Rodríguez Zapatero para que cambiase de política económica: desde la combinación entre el crecimiento y la consolidación fiscal que Zapatero pretendía aplicar hasta una política de rigor mortis y sacrificios constantes que abriría la larga época de austeridad en la que desde entonces estamos instalados. Más de mil días de retrocesos constantes en aspectos clave de la vida cotidiana como el empleo, el mantenimiento del poder adquisitivo o de la protección social, y en la calidad de la democracia.

En ese momento España tenía un déficit público del 11,2% y un paro del 20,15% de la población activa (4,6 millones de personas). En el comunicado de los ministros europeos se acuerda crear el Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera con el fin de apoyar a los países con problemas, a cambio de lo cual se aceleran los planes de consolidación fiscal y las reformas estructurales de España y Portugal. Tres días después, un noqueado Zapatero comparece en el Congreso y deja atónitos a los diputados anunciando una serie de recortes inéditos en la democracia: reducción de los sueldos de los funcionarios, congelación de las pensiones (excepto las más bajas); eliminación del cheque-bebé de 2.500 euros aprobado poco antes para estimular la natalidad; disminución de la inversión pública, la ayuda al desarrollo y la dependencia; ahorros obligatorios en las comunidades autónomas, etcétera.

Zapatero trataba de evitar desesperadamente que a España le suceda lo que al resto de los países englobados en las siglas PIGS (Portugal, Irlanda y Grecia), que han sido o van a ser intervenidos directamente, con fortísimos programas de ajuste a cambio de ayudas masivas llegadas de Europa (en total, unos 400.000 millones de euros a lo largo del tiempo). Portugal, Irlanda y Grecia serán gobernados desde entonces por los hombres de negro que llegan a sus capitales, provenientes de la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI): la denominada troika. No habrá intervención directa en España, pero este plan de ajuste le costará a Zapatero primero su liderazgo dentro del PSOE y luego la más estrepitosa derrota electoral de los socialistas en cualquiera de las elecciones desde el año 1977.

Y lo que es más significativo: el 9 de mayo de 2010 inaugura en España una etapa de austeridad a jalones que ha cambiado la manera de vivir y de pensar de la mayoría de los ciudadanos: de la economía del miedo (a la incertidumbre, a la inseguridad económica, a quedarse atrás en una distribución de la renta cada vez más regresiva, a quedarse inactivo…) han pasado a la economía del sufrimiento (el paro, el empobrecimiento, la reducción de su protección social, la mortandad de empresas…).

Lo más parecido al cerco sufrido por Zapatero en esa fecha sucedió 19 años antes, cuando el emperador François Mitterrand, después de haber ganado las elecciones presidenciales francesas en una especie de éxtasis colectivo y en plena hegemonía socialista, es obligado por los mercados a cambiar su política de izquierdas y de expansión de la demanda, y ha de revertir decisiones tomadas como el incremento del salario mínimo, la expansión del déficit para aumentar la inversión pública, la reducción de la jornada laboral, la nacionalización de 36 bancos, etcétera. Es lo que mucho tiempo después, en 2012, el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, teorizará sin darse cuenta cuando afirma en el Congreso: “Los españoles no podemos elegir, no tenemos esa libertad” (…)

Deja una respuesta