El Observatorio

México: ¡Tan lejos de Dios…!

Si los 40 años de franquismo dejaron en España secuelas que aún no se han borrado, los más de 70 años de dictadura del PRI en México no se han quedado atrás en absoluto. Una de las herencias más perniciosas dejada por el «ogro filantrópico» -como le llamó Octavio Paz- es el narcotráfico, que en los años sesenta y setenta llegó a instalarse en la sociedad mexicana como un ingrediente más de su turbulenta vida social, como fuente de un nuevo folclore popular (los narcocorridos) y como estí­mulo para un género que en México tení­a muy pocos precedentes: la novela negra.

En "Los minutos negros", de Martín Solares, nos sorrende un hecho turbador. El cártel local de la droga no es sino otro poder fáctico más del lugar, como lo son el alcalde, la policía, el gremio de maestros, el sindicato petrolero o la iglesia católica. Como los demás, los narcotraficantes tienen sus concejales, sus policías y sus jueces a sueldo, y exceptuando sus encarnizados ajustes de cuentas entre bandas y cárteles privados, funcionan socialmente como un poder fáctico más, con absoluta "normalidad". Claro que esta "normalidad" no podía ser sino monstruosa. Y el crecimiento del poder de los cárteles y los clanes en lo últimos tres decenios, al calor de un negocio de cifras cada vez más exorbitantes, ha tendido a hacerla necesariamente así. En México, no obstante, la realidad sigue yendo muy por delante de lo que su potente literatura puede alcanzar. Y los sucesos que llenan las páginas de los periódicos desde que el presidente Calderón decidió emprender una "guerra" total contra el narcotráfico van a necesitar plumas muy bragadas. Hoy, por ejemplo, la prensa habla de la detención de un sicario cuyo trabajo consistía en disolver en sosa cáustica los cuerpos de los narcotraficantes rivales. Santiago Mera López, conocido como "El Pozolero" (el "pozole" es un guiso de maíz, carne y chile, con mucho caldo), estaba especializado en "cocinar" a las víctimas de su cártel, macerándolos durante 24 horas en sosa cáustica y luego arrojándolos a una fosa séptica: sólo el año pasado, "El Pozolero" había convertido en "caldo" a más de 300 rivales. Cuando fue detenido iba en compañía de su nuevo jefe, "El Teo" o "El Tres Letras", lugarteniente del cartel de los Arellano Félix -el cartel de Tijuana- y otro par de sicarios. Entre los cuatro llevaban en el coche un fusil Barret calibre 50, una ametralladora MP-5 calibre 9 milímetros, una carabina, otro fusil y dos granadas de mano, además de varios chalecos antibalas. Todo este arsenal bélico está a libre disposición de los narcotraficantes en las alrededor de 14.000 armerías que hay en EEUU distribuidas a lo largo de toda su frontera con México. EEUU atiza con fuego los conflictos de México. Por un lado empuja al gobierno mexicano a una guerra sin cuartel contra el narcotráfico, por otro hace un negocio de fábula vendiendo armas al narcotráfico, al tiempo que se mantiene como el mayor mercado de consumo de drogas del mundo. El resultado es demoledor: México se abisma en un conflicto que va a costar decenas de miles de vidas y va a frenar muy probablemente su opción a convertirse (como Brasil, por ejemplo) en una de las nuevas potencias emergentes del mundo. La vieja "maldición" de México (Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos) parece mantener todo su vigor.

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