Reportaje desde México

México en la encrucijada (1)

Una reciente visita al paí­s me ha permitido sumergirme en la turbulenta realidad del México de hoy, un paí­s tan fascinante como terrible. En un pequeño serial, de dos o tres capí­tulos, trataré de sintetizar las ricas experiencias extraí­das de una convivencia estrecha con la realidad mexicana. Y empezamos por el flanco más sensible: la encrucijada económica y polí­tica de un paí­s que, no debemos olvidarlo, constituye la frontera sur del Imperio.

Dos o tres veces, en el plazo de apenas tres semanas, y en ámbitos muy distintos me han contado el mismo chiste: “México siempre tiene lo más grande. Tiene al hombre más rico del mundo: Carlos Slim. Al hombre más malo del mundo: el Chapo Guzmán. Y al hombre más pendejo del mundo: el presidente Peña Nieto”. El chascarrillo corrobora la pésima opinión que casi unánimemente tiene todo el pais sobre el actual presidente, el hombre que recuperó el poder para el PRI (tras la penitencia de las dos presidencias “panistas”, la de Vicente Fox y la de Felipe Calderón), pero que en muy poco tiempo ha dilapidado todo el crédito que le concedieron las urnas. En el país domina la unánime opinión de que Peñaz Nieto está corrompido por todos los frentes: ni enfrenta como debe la guerra contra el narcotráfico (vivió el ridículo de la fuga del Chapo), se ha bajado los pantalones ante “los gringos” (EEUU), es cómplice de la corrupción criminal de la policía (sobre todo tras el caso de los 43 estudiantes desaparecidos/asesinados (?) en Guerrero), y además está empujando a Pemex (la petrolera, la mayor empresa del país) a una crisis que obligue a privatizarla (recientemente, sin embargo, el Estado ha aprobado una ayuda de 1.500 millones de dólares, para que la empresa salve de momento los muebles, tras la caída en picado de los precios del petróleo). «Para EEUU, la entrada de droga en USA desde México es algo ilegal y criminal, y en cambio la entrada de armas americanas para ensangrentar México es un negocio legal y regulado»

En todo caso, Peña Nieto parece ya sentenciado bajo la misma constelación de sombras que persiguió a los últimos presidentes del PRI antes de la debacle del partido: corrupción, nepotismo, negligencia ante el crimen, mano blanda con EEUU y neoliberalismo de fondo, encubierto por una pátina de supuesto progresismo social.En todo caso, el país parece vivir en la misma encrucijada en que se quedó tras el desmoronamiento del régimen seudototalitario del PRI (que gobernó el país durante 72 años). Sólo que en ciertos aspectos, contradicciones larvadas de aquella época han echo eclosión. ¡Y eclosión violenta! Empezando por la violencia criminal del narcotráfico, a cuya sombra se han desarrollado también, en los últimos diez años, muchas otras formas de extorsión y violencia sobre la población (desde los secuestros exprés a los chantajes económicos con amenazas de muerte).

Hoy, diez años después de que se levantara la tapa a aquella cueva de serpientes, no hay ni una sola familia mexicana que se haya librado, de una u otra forma, de vivir, directa o indirectamente, una de esas formas de violencia criminal. La inseguridad, unira a la corrupción (pues la policía y otros cuerpos de seguridad son los primeros artífices y protectores de buena parte de esa violencia), son ya un cáncer que corroe todo el cuerpo del país. Y que como todo cáncer produce sus zonas más afectadas (como los estados del norte o Guerrero al sur), y otras más protegidas. Aunque, hoy por hoy, el ejército ya patrulla todo el país.

La guerra contra el narcotráfico (que es la que más titulares consume y la que más muertos diarios pone encima de la mesa) es cada vez un asunto más estratégico, pues evidentemente tiene mucho que ver con la relación con EEUU, el país que consume la droga, lava el dinero del narcotráfico y, además, pone las armas de esta guerra. Nada, ni siquiera la petición de Carlos Slim (accionista del New York Times) a Obama para que EEUU cierre las dos mil armerías que tiene en la frontera con México ha merecido la menor atención.

Para EEUU, la entrada de droga en USA desde México es algo ilegal y criminal, y en cambio la entrada de armas americanas para ensangrentar México es un negocio legal y regulado. Así, cada vez resulta más obvio que las guerras de los narcotraficantes son un instrumento indirecto de la política norteamericana para mantener a México siempre débil, corroído por sus contradicciones internas y sin poder dar el salto definitivo a la modernidad que el país objetivamente está ya en condiciones de dar.

México produce en el visitante una impresión ambivalente. Uno puede pensar, calibrando las cosas, que el país está efectivamente en trance de dar un definitivo salto a la modernidad (y que bastarían diez años de buen gobierno para hacerlo), o, por el contrario, que en cualquier momento podría darse un brote insurreccional en la población (nada ajeno a un país en que no falta tradición para ello).

La razón de esta ambivalencia está en que, mientras una parte de la economía del país es ya casi homologable a la de cualquier país desarrollado, y el país tiene un empresariado capaz y dinámico y una población universitariamuy potente y ambiciosa, a la vez México acumula aún unas bolsas de pobreza y de miseria gigantescas. Miseria y pobreza que el Estado tolera e ignora y que no hace prácticamente nada por remediar ni combatir. Ni el Estado, ni un sindicalismo corrupto que, en realidad, no es más que otro brazo del Estado: una burocracia infamante que sólo persigue sangrar al Estado en beneficio propio.

Sin una política más activa, sin un ejercicio más comprometido del Estado y la sociedad (como se ha hecho estos últimos años en Brasil, por ejemplo), México se mantendrá siempre en esa encrucijada, donde todo es posible. Incluida una insurrección popular. La capa de colorines con que el Gobierno enjalbegó las colinas de Ecatepec para ocultar al papa Francisco (en su reciente visita a México) las villas miseria que rodean al DF (recién rebautizada como Ciudad de México), no van a impedir que un día allí la miseria desate la rebelión. La costumbre tan mexicana de ocultar al visitante los lados más negativos de las cosas, no va a conseguir que desaparezcan los problemas.

La belleza de México es inocultable. También sus problemas y contradicciones. El país vive en una encrucijada. Y vive con particular inquetud los sucesos en el vecino del Norte. Donald Trump ya es un chascarrillo mayor que el Chapo Guzmán. Sus insultos a los mexicanos han sido como gasolina encima de una nación orgullosa que es muy consciente de las afrentas de “los gringos” (y que no ha olvidado que EEUU le birló la mitad de su territorio). Algo está cambiando, no obstante, en esa relación. En 2015 el flujo migratorio con EEUU cambió de signo: por primera vez en décadas, volvieron más mexicanos a México que los que emigraron a USA. ¿Augurio de un cambio de época en la relación? Habrá que dar tiempo al tiempo. Y esperar, con paciencia, a saber qué ocurrirá cuando “el hombre más pendejo del mundo” abandone la residencia de Los Pinos.

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