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Mestalla y Mascletí 

Imagí­nense que su jefe no le paga, le avisa de que es posible que no le renueve el contrato, y cuando se queja le recrimina su falta de profesionalidad. Pues esto, que no es realmente nada comparado con las condiciones que está sufriendo una parte importante de la población ante la crisis, es lo que ha hecho Fernando Gómez, vicepresidente y máximo responsable de la parcela deportiva del Valencia.

“Imlicación y compromiso” es lo que Gómez y Gómez – por Javier Gómez, consejero delegado de la entidad – han pedido a la plantilla. Y los jugadores han contestado haciéndose los locos. Es de suponer que después de la tremenda derrota ante el Numancia, el colista de la clasificación, los directivos esperaran encontrar una plantilla avergonzada. Pero se han dado de bruces con una bandada de flamencos. Y tampoco es de extrañar. La directiva ha ratificado a Emery y ha reiterado su llamamiento a la afición a que apoye al equipo. Para Fernando Gómez el problema está claramente en el vestuario. Además Emery ha destacado la estupenda respuesta del equipo técnico que no se ha movido con los tres últimos entrenadores que la dirección se ha despachado desde que Rafa Benítez dejara el mando desde el banquillo… diafano, ¿no?. Aunque llame la atención que los anteriores técnicos fueron sustituidos –Rainieri, Flores y Koeman – con mejores números dentro del fracaso, la cuestión está en que hay un sitio en el que Gómez no ha mirado para buscar la causa de todos los males: la propia dirección. Y es que es inimaginable poder crear peores condiciones para que lo deportivo desaparezca deprimido por el tsunami de quiebra que recorre la institución. Aunque Gómez lleve 15 años en el club – el vicepresidente – no parece que haya valorado fríamente las dos únicas salidas posibles: que los jugadores salgan o sean invitados a salir, desmoronándose un equipo que ha sido ejemplo de unidad y trabajo compacto frente al estrellato individualista de otros grandes. O que algún otro inversor “enmascarado” acuda en auxilio del club. Pero para la afición lo que está claro es que el equipo está como quiere quien lo dirige. Y no se trata, en este caso precisamente, del entrenador. Así que esto nos lleva a la tercera salida, que no es otra que la purificación por el fuego como manda la tradición fallera. Que Mestalla reviente en épica “mascletà” y que las gradas se conviertan en un clamor que pida la transformación radical del modelo de gestión del club, el sistema de accionariado y la elección inmediata de una nueva junta directiva. Cuando estas cosas pasan en un país suele formarse un gobierno de concentración y unidad, en el que los diferentes intereses del país estén representados. En este caso no sería buena idea seguir desoyendo la opinión de los aficionados y de los socios. Y la de una plantilla que se ha formado, especialmente en el caso del Valencia de Benítez, en algo más que en una relación salarial. De momento se ha presentado Savia Nueva, una alternativa formada por Eduardo Escartí, Jaume Part, Jaime Ortí y Joaquín Ríos-Capapé, desde la que han propuesto a Soler – accionista mayoritario – que venda sus acciones a la Fundación del Valencia. La solución pasa porque así actúen el conjunto de accionistas, siendo a partir de entonces la Fundación la propietaria efectiva, pagando por las acciones su precio de compra inicial en un plazo de 13 años. Al mismo tiempo la Fundación deberá formar su capital accionarial en base a instituciones, partidos, universidades, medios de comunicación, ex jugadores, representantes de la Bolsa… Cada socio y accionista tendrá voto independientemente de la cantidad de acciones de que disponga, constituyendo así un organismo autónomo y socio mayoritario, con capacidad incluso de revocar al consejo de administración en caso de mala gestión. Ya veremos… pero por aquí si.

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